La bestia de Kumba [Relato de Terror #2]

Eran las 3:03 de la noche. El viento silbaba por las ventanas de las viviendas del pueblo de Kumba, ubicado en algún lugar de Camerún. Sus habitantes, campesinos y pastores desde hace siglos duermen de forma plácida en sus chozas bajo el brillo de la luna.

A lo lejos se escucha el sonido de la campana de una cabra inquieta que no lograba conciliar el sueño en busca de comida. Siempre quedaba alguna con algo de hambre después de la larga jornada de pastoreo, por lo que el tintineo de la campana podía sonar un largo rato hasta que el sueño la venciera y se quedara dormida. En efecto, a las 3:33 a.m. dejó de sonar de forma abrupta.

Antes de despuntar el sol todo el pueblo despertó para recibir los primeros rayos de luz y salir a realizar sus labores. En Kumba nadie salía de su choza antes de las 6:05 a.m. por seguridad. La región donde se ubica este pueblo ha sido históricamente zona en conflicto. A pesar de la paz que se vivía desde hace tres años, los pobladores prefiereron no revivir experiencias pasadas, llenas de angustia y terror. Ahora eran un pueblo apacible dedicado a sus labores diarias en el campo.

Buea, un pastor muy querido por la población, se acercó al lugar donde resguarda sus cabras para iniciar su día, cuando por casualidad se dio cuenta que le falta una cabra, hecho que no ocurría desde los tiempos de guerra cuando los salvajes soldados saqueaban sus pertenencias, entre ellas sus cosechas y animales para alimentar a las tropas.

De inmediato Buea entró en pánico recordando tiempos oscuros de su reciente historia, en donde había perdido a toda su familia, incluyendo esposa e hijos en los conflictos que amenazaron a su pueblo, de donde tuvo que huir. Un tiempo después regresó una vez culminada la guerra, logrando curar parcialmente su dolor gracias a que se convirtió al cristianismo como todos los pobladores de Kumba.

El pastor corrió rápidamente para contar lo sucedido a sus vecinos, quienes lo ayudaron a realizar la búsqueda de la cabra. Alguien señaló que quizá había huido en busca de comida y se perdió en la Selva Negra, un bosque oscuro, donde ningún rayo de luz puede penetrar. Un fenómeno considerado como una de las maravillas de África.

De inmediato todos se miraron perplejos ante esta posibilidad y un sudor frío se apoderó de sus cuerpos a pesar que la temperatura estaba a 40 grados centígrados. Nadie deseaba entrar a la Selva Negra. A lo largo de siglos muchos niños y animales han quedado atrapados en sus entrañas, perdiéndose y quedando sin vida, como si algo les arrebatara el alma. Sus cuerpos, cuando eran buscados por numerosos contingentes de personas que no se separaban las unas de las otras, eran hallados deformes y en posturas que no son dignas de un ser vivo.

Los pobladores se armaron de valor, encendieron sus antorchas y decidieron entrar a la Selva Negra para corroborar sus presentimientos. No muy lejos de una de las entradas al bosque encontraron el cuerpo sin vida de la cabra, pero de una forma diferente a otros casos: todos sus órganos habían sido extraídos de forma quirúrgica, sin restos de sangre. Esto los heló.

Nadie pudo explicarse que había pasado.

Emmanuel Bushu, sacerdote del pueblo, quedó atónito con lo ocurrido después de tres años de paz. Pidió a los lugareños que mantuvieran la calma, mientras avisaba a la policía local que se encontraba a 400 km de distancia en otro poblado. Hecho que nunca ocurrió.

Todo lo demás continuó como había sucedido día tras día a lo largo de este tiempo. Buea decidió continuar trabajando lleno de incertidumbre y temor ante lo que pudo pasarle a su cabra. Al final de la tarde regresó cabizbajo y triste para guardar sus cabras, esperando no volviera a ocurrir nada más esa noche.

No pudo dormir pensando en lo sucedido, ya que las cabras eran su única fuente de sustento. Constantemente se preguntaba: ¿qué pudo pasar?, ¿quién lo había hecho y por qué? No había respuestas.

De nuevo se volvió a escuchar el tintineo de otra campana, pero ahora algo más inquieta que anoche; quizá era simplemente la percepción por lo ya ocurrido. Sin embargo, Buea no se atrevió a salir por temor.

Al día siguiente preocupado y asustado se acercó a sus cabras y corroboró que otra más había desaparecido. De nuevo se repitió la escena del día anterior y así día tras día como una especie de deja vú. Sumadas ya 13 cabras muertas bajo las mismas circunstancias, el sacerdote Bushu advirtió que probablemente cuando ya no haya más cabras que comer, el monstruo invisible que está haciendo esto, irá por los pobladores. Todos se llenaron de miedo sin saber qué hacer si esto ocurría.

El pueblo se impregnó de una atmósfera oscura, en donde todos vivían con miedo y desconfianza unos de otros ante lo que podría ocurrir cuando murieran todas las cabras. Buea era uno de ellos, quien además veía disminuir su sustento día a día.

¿Será que el asesino estaba entre ellos?

Al morir la última cabra Buea se sumió en la desesperación, ya que no tenía dinero para la comida, ni mucho menos para comprar más cabras.

Entonces los habitantes en secreto tomaron una decisión: alguien debía ser sacrificado en nombre de todos para no hacer realidad la profecía del sacerdote Bushu. Concertado entre los ancianos del pueblo y este último, se decidió por unánime acuerdo ofrecer a Buea como ofrenda al monstruo que habitaba en la Selva Negra, dado que no poseía nada más que su propia vida, sin la posibilidad de volver siquiera a comer. Era un sacrificio justo. Un sacrificio que permitiría protegerlos mientras decidían que más hacer. Las tinieblas se habían posado sobre las mentes y corazones de los pobladores.

A la medianoche entraron a su choza liderados por Bushu, lo amordazaron y amarraron a la fuerza a pesar de su resistencia y lo llevaron hasta una de las entradas de la Selva Negra. Buea se retorcía y gritaba atónito ante lo que estaba ocurriendo: su propio sacerdote y vecinos lo iban a sacrificar.

A lo largo de varias horas se escucharon los sollozos de Buea rogando que lo ayudaran. Nadie respondía, todos se había refugiado en sus hogares y apagado sus luces. Todos esperaban expectantes ante lo que iba a ocurrir: la crónica de una muerte anunciada. Era justo, siempre y cuando los mantuviera a ellos con vida.

A la mañana siguiente el cuerpo de Buea había desaparecido. Nadie lo lloró, extrañó o siquiera buscó.

El sacerdote Bushu solicitó entonces que la cruz del altar fuera bajada y quemada junto a los demás objetos sagrados y el templo pintado de negro, eliminando todo vestigio de sus ya pasadas creencias. Cada noche, sin excepción, se ordenó a los pobladores asistir al templo para escuchar el nuevo evangelio y orar al nuevo rey, otorgando sacrificios, para lo cual se usaron niños, quienes eran entregados voluntariamente por sus padres, ansiosos de servir a su rey. Los sacrificios eran ejecutados de forma precisa, quirúrgica, por Bushu ante la mirada expectante de sus adoradores.

La bestia de Kumba había nacido.

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Fuente

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MI LEMA

En el principio estaba la palabra, luego internet y ¡finalmente blockchain! Por eso, piensa divergente, piensa blockchain

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Gracias por tomarte el tiempo de leer este post y compartir tus impresiones sobre el contenido que comparto contigo. Es mi más sincero deseo que haya sido de provecho. Te deseo todo lo bueno ahora y siempre.

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