Miguel Otero Silva/Taller de Ortografía y Redacción

En el transcurso de su vida le tocó conocer de cerca dos períodos dictatoriales, lo que indudablemente influyó en su obra literaria. Perteneció a la Generación del 28, grupo de jóvenes estudiantes que marcaron pauta en contra de la dictadura de Juan Vicente Gómez.

Acercarse a la obra novelística de Otero Silva es adentrarse en la historia de Venezuela. En ellas, muestra pinceladas de los cambios históricos que nos han marcado como nación. Planteadas desde el costumbrismo literario, sus novelas, reflejan el acontecer social- político del país.

Novelas llenas de vivencia, de cotidianidad. La descripción del ambiente y los personajes son eje central de la estructura de la novela. A partir de allí construye una trama que es producto de situaciones puntuales de una realidad; sin embargo, no se queda en lo local sino que extiende sus raíces, sutilmente, hacia ámbitos más amplios.

La dictadura gomecista, el paludismo como elemento transformador de la vida de un pueblo o las diferencias sociales y las cargas de violencia que en ellas se generan. Estos temas son tratados con un lenguaje que van creando y recreando una atmósfera de abandono, tristeza, teñidas de cierta nostalgia y tal vez un poco de esperanza.

Para la actividad de esta semana la profesora @marlenyaragua y los participantes del taller #OrtografiayRedaccion del canal @reveur tomamos al escritor Miguel Otero Silva para estudiar, comentar y recrear algún elemento de su obra.

Aquí les presento la segunda parte del ejercicio: crear un cuento tomando algún aspecto del autor trabajado.

Ocurría nuevamente. Los sonidos unos tras otros; inconscientemente los fue contando. Unos decían que fueron siete, ella contó cinco. Sonidos secos y ahogados. Los escuchó cerca, relativamente lejanos, lo cierto es que su corazón se aceleró y pensó: ─¿Qué pasaría?─

Pregunta que la seguiría el resto de la tarde cuando se dijo: ─¿Qué pasó?─ Lo de siempre.

Al pensar en lo de siempre sintió unas inmensas ganas de huir, de alejarse de ese mundo que ya no reconocía como suyo. Su calle, durante largo tiempo fue segura; su casa era el refugio que la protegía del sol y de la lluvia, era el calor del hogar y la intimidad con los suyos. Su casa hoy es el escondite y como escondite es vulnerable, todo y todo se ha vuelto vulnerable.

Desde cuándo será lo de siempre, porque recuerda a los que hoy son hombres jugar pelotica de goma, trancar las calle para improvisar una cancha de fútbol, yendo al cyber del vecindario y verlos hacer las tareas, jugar un rato y reírse con los amigos, a las mamás recogiendo a sus muchachos para el baño diario, darles la cena y cerrar el día.

Esos que hoy son hombres se convirtieron de la noche a la mañana en los jinetes del motor, que cuando los escucha, el corazón se le encoje de pánico y que solo los calmó el hundimiento económico. Esos niños decidieron entrar a la vida desde el juego macabro de policías y ladrones.

Antonieta piensa en ellos y se pregunta: ─¿Qué pasó?─ Pregunta que la acompaña en cada momento que se detiene, en cada momento de reflexión. A sus setenta años piensa cada noche que no se quiere ir, que aquí tiene su mundo o lo que queda de él…ya sus hijos se fueron, como los hijos de muchos, en la búsqueda de aquello que su tierra no les puede dar. Ella nunca se pudo imaginar que vendería su casa, esa casa donde transcurría la vida con todos los matices que tiene la vida misma, la casa que es el trabajo de cincuenta años.

Escapar se ha instalado en su cabeza, como en la cabeza de muchos, se siente cansada, muy cansada, solo quiere irse a un lugar donde pueda morir en paz, donde lo de siempre sea la tranquilidad que puede brindar la certidumbre de las cosas más elementales de la vida.