La semana pasada asistí al concierto de cierre de la Orquesta Folklórica Alma Llanera que dirige mi hijo José Leonardo Jiménez en San Fernando de Apure. Mi nieto mayor que tiene once años ejecuta la bandola llanera y su hermano de cinco años se presentó tocando las maracas. Todo un regalo.

La música es el lenguaje de lo sagrado, lo propio, lo universal, lo mágico, lo sublime, lo eterno. He estado en otras oportunidades desde su inauguración asistiendo en primera fila y he vivido momentos inenarrables; nunca sabemos cómo vamos a reaccionar cuando lo maravilloso golpea el pecho: no hay palabras, solo hay instantes intransferibles de emoción, sentimiento, adoración y fe, que paralizan la respiración.

Recuerdo aquella historia del que despreció el vino porque no le gustó la copa. Aquí en mi vivencia lo importante es el vino, asistimos a saborear el concierto en su máxima expresión. Un grupo de personas que se alinean en un orden específico para gracias a un entrenamiento previo, a un tesón, a un esmero y una dirección dedicada y cuidadosa; nos regalan esa sincronización y una música que se impone en ese espacio, quizá no el mejor, porque no es la sala acústica adecuada y todos los ruidos de la calle llegan allí, pero nosotros absortos no permitimos que nos interrumpa el disfrute. Asistimos a verlos y escucharlos y eso hacemos.

La Orquesta Folklórica Alma Llanera se inició en el año 2012 con 4 guitarras, 4 cuatros, 4 mandolinas, 2 bandolas y 1 par de maracas, un total de 16 músicos. Hoy en día participan más de sesenta músicos, se ha incorporado el arpa y han creado otras orquestas en localidades como: Biruaca, Cunaviche y San Rafael de Atamaica.

Cuando asistimos a un acto como este y vemos a niños desde los cinco años de edad ejecutando piezas como por ejemplo: “Recuerdo de la Alhambra”, que es una obra para guitarra clásica, del compositor español Francisco Tárrega, y gracias al trabajo de adaptación que hace su director, podemos escucharla interpretada por arpa, cuatro, maracas, mandolinas, guitarra, contrabajo y bandola; no podemos sino extasiarnos.

Estos niños tienen en su acervo musical un repertorio de melodías que incluyen joropos, tonadas, pasajes, pero también otras piezas que les otorgan amplitud de criterio y van forjando en ellos el gusto y la curiosidad por la música en general.

También tuvimos la oportunidad de admirar el trabajo artístico de Adriana Véliz, chelista apureña, egresada de El Conservatorio Simón Bolívar de Caracas quien magistralmente ejecutó piezas como: "El diablo suelto", "Dama antañona", "Ansiedad", "Caballo Viejo" entre otras.