Cada vez que se hace uso del lenguaje para enarbolar la palabra hay una intención implícita: saludar, informar, vender, difamar, enamorar, indagar, entre otras. La palabra lleva una carga significativa que tiene en el receptor una reacción.

Hay palabras que surgen espontáneas y muestran el sentimiento de quien las usa, pero hay otras que emergen como lava de un volcán, queman y hacen daño. Son aquellas que tienen la intención de herir, de generar una polémica: llevan cizaña, y quedan en el oyente mucho tiempo grabadas.

Hay “palabras perdigones” y “palabras flores”; las primeras hieren, hacen daño y generan resentimiento; quien las recibe lanza sus balas también, porque nadie quiere quedarse con la herida a flor de piel, mucho menos si es injustificado el ataque. Este tipo de comportamiento genera ira y debilita las relaciones interpersonales.

Es preferible plantear la conversación en el mejor de los términos. Desarrollar los temas en un clima de intercambio amigable y exponer cada quien sus puntos de vista, donde no haya necesidad de usar las palabras como si de flechas envenenadas se tratara.

Existen personas que parecieran no darse cuenta del poder de sus expresiones o la intención que llevan, hacen comentarios hirientes sin pensar en el otro. Aquí se cumple a la perfección la máxima que dice: “no hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti”, porque muchas veces este tipo de persona sí se resiente por lo que oye de los demás.

Aprender a usar la palabra es complicado, porque implica una alta dosis de humanismo, donde no se trata tampoco de lanzar flores a diestra y siniestra, porque el uso alambicado del lenguaje puede ser considerado cursi o ridículo.

Creo que de lo que sí se trata es del sentido común que debe tenerse, que permita hacer uso de la lengua, órgano y sistema de signos, de la mejor manera. Saber el momento, sensibilidad, tema, sentimientos, y conocimiento de la otra persona es importante para poder desarrollar las relaciones sociales de manera más coherente y responsable.

Pensar antes de hablar, asumir la responsabilidad de lo que se dice, hacer silencio cuando no se tenga algo positivo que decir, podrían ayudar a mejorar nuestro desempeño como hablantes.