I Concurso de cuentos de hadas / Rapunzel: El secreto en las campanillas de Gothel

Estimados lectores, con la presente versión del cuento Rapunzel, de los hermanos Grimm, publicado en 1812, entro a participar en el Primer Concurso de cuentos de hadas// I Fairytale Competition, organizado por @nancybriti, a quien doy las gracias por tan excelente iniciativa.


El secreto en las campanillas de Gothel

Aquella mañana Gothel amaneció muy contenta, a pesar de que se había visto en el espejo más arrugada que nunca; pero había tenido la premonición de que algo muy bueno le sucedería y estaba relacionada con recuperar su belleza perdida.

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Contenta, cantando, preparó su desayuno y se sentó a disfrutarlo frente a su ventana para contemplar desde allí su hermoso jardín repleto de campanillas. Apenas se llevaba el primer bocado de pan a la boca cuando vio a su vecino más cercano cortando y pisoteando sus ruiponces, que con tanto esmero ella cuidaba y dentro de los cuales escondía la mágica flor del sol.

Muy molesta, airada, enfadada, salió al encuentro con el hombre para reclamarle el abuso, profiriéndole insultos, llamándole ladrón. Él se asustó al ver el estado de ira de aquella vieja mujer. Pero, a sabiendas de que su vecina tenía fama de bruja, de hechicera, le preguntó porqué se molestaba tanto si solo eran unas simples flores y además tenía todo el jardín lleno de ellas y agregó que no se notaría la falta de unas pocas quitadas por él. Esos comentarios enfurecieron aún más a Gothel, a tal punto que lo amenazó con hacerle un fatal hechizo para dejarlo ciego.

Ante eso, el hombre se asustó mucho y, llorando, pidió perdón; prometió que no lo volvería a hacer, que la culpable era su mujer, que él lo hizo para complacerla; por largos minutos siguió implorando piedad a aquella furibunda mujer, mientras el rostro se le llenaba de lágrimas. De rodillas dijo que su mujer tenía antojos por esas flores y sus raíces ya que eran muy deliciosas. Al oír eso Gothel le preguntó si su esposa estaba embarazada, ante lo cual el hombre respondió negativamente; dijo que no habían tenido hijos pero que ambos lo deseaban con fervor. Mientras lo escuchaba, Gothel recordó la premonición y decidió cambiar de actitud; el rostro se le iluminó y resolvió perdonarle la falta al vecino, todavía lloroso como un niño atrapado en el delito. Vio allí la oportunidad para recuperar su antigua belleza.

Cuidadosamente recogió varias flores juntándolas en un manojo y luego, despacito, se acercó a él y se las ofreció, al mismo tiempo que le dijo, con voz susurrante: Te perdono solo si tú me entregas al primer bebé que tengan en el momento en que nazca. Todavía tembloroso, el hombre decidió aceptar la propuesta ya que no creía que ellos pudieran llegar a tener un bebé y luego se fue a su casa para contarle a su mujer acerca del acuerdo al que había llegado con la vecina de las flores.

Apenas entró a la sala de la casa, le gritó a su mujer: Por tu culpa estoy perdido. Luego le contó sin secuencia lo recién vivido a tal punto que su esposa tuvo que pedirle se calmara y ordenara los hechos. Y así lo hizo el asustado esposo. Ahora la encolerizada era la señora; enfáticamente, le preguntó que si estaba loco, que cómo se había atrevido a hacer un pacto como ese. Jamás entregaré a un hijo mío. Ninguna madre puede hacer algo así… No entiendo qué me pasa, porqué me gustan tanto esas flores, dijo llorando y gritando y no paró de llorar todo el día. El preocupado marido, viéndola tan triste y deprimida, le pidió que se calmara y le prometió buscarle esas flores en los momentos en que la bruja no estuviera en su casa pues sabía que ellas la tranquilizaban.

Y así lo hizo, cada mañana espiaba a la hechicera para tener certeza de cuándo esta no iba a estar. Para cumplir el deseo desaforado de su esposa por aquellas flores, Iba al jardín de Gothel y tomaba a su antojo los ruiponces sin dejar huecos visibles en el frondoso vergel. Pero un día escuchó venir a la hechicera por el camino y, a fin de que no lo pillase, apresuradamente, agarró las que pudo para salir rápido de allí; sin saber que dentro del botín también iba la flor del sol se las entregó a su señora quien las preparó en un delicioso té que luego disfrutó con sumo agrado.

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Meses después Gothel se dio cuenta de que la señora de su vecino estaba embarazada y molesta fue a reclamar su tesoro mientras decía una sarta de maldiciones. Los esposos, asustados, le dijeron que llegado el momento le avisarían para dárselo. Y ella, muy confiada, se fue esperando que le cumplieran. Pero la futura madre no estaba para nada dispuesta a entregar a su bebé después de haberlo anhelado tanto y ella ya no se sentía tan joven como para seguir esperando por otro. Con todos los argumentos posibles, convenció a su marido de que deberían irse lejos, muy lejos, para que Gothel no los encontrara. En la madrugada salieron a escondidas, tomaron un barco y, muchos días después, llegaron a la isla Buenafortuna, donde nadie sabría su procedencia para que no los relacionaran con su pueblo de origen, tratando de que la malvada bruja no los encontrara.

Meses después nació una bellísima niña, muy rubia y muy parecida a su madre. Como la pareja daba por hecho que el embarazo algo tenía que ver con el consumo de los tés de ruiponces, decidieron ponerle por nombre a su hija Rapunzel, aunque entre ellos la llamaban Ruiponcia. La niña iba creciendo, y también crecía desmesuradamente su melena, que la madre cortaba con frecuencia y lanzaba los cabellos recortados al mar ya que vivían cerca de allí. Muchas embarcaciones que tuvieron contacto con aquellos rubios cabellos disfrutaron de una pesca favorable y sus hombres rejuvenecían ligeramente. Pronto se supo que las hebras del pelo de la niña eran benditas y traían fortuna; esa fama se extendió a otros pueblos, a tal punto que Gothel se enteró y salió en su búsqueda.

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Cuando menos la esperaban, apareció en el portal de la casa, ya muy encorvada porque había envejecido rápidamente y se movía con dolor. La madre se asustó mucho porque sabía qué significaba esa presencia en su puerta. Su marido y su hija no estaban en casa, así que la atendió ella sola. Le dijo que lamentaba mucho haber huido pero que entendiera que no podía regalarle a su bebé recién nacido, y que ese pacto lo hizo su marido, no ella. La bruja, después de mirarla por un buen rato, para asustarla, le dijo que si no le daban a la niña su marido se volvería ciego; es más, que cegaría a ambos padres por no haber cumplido el acuerdo. Está bien, yo misma te la entregaré cuando venga, aunque se me parta el alma. Mientras tanto, ven a mi jardín trasero: quiero mostrarte mis flores, yo también las cultivo para no tener que robárselas a nadie y no volver a pasar por esto.Con dificultad la bruja llegó al patio y se apoyó en una mesa donde había una tetera con agua caliente. La madre de Rapunzel preparó dos tazas de té y una se la ofreció a la hechicera quien la tomó con calma, sin saber que aquella mujer le había preparado un té de adelfas, la más venenosa entre todas las flores. Minutos después, Gothel se llevó las manos al pecho. Y la madre de la niña solo dijo: Nunca te llevarás a mi Ruiponcia.


¡Agradecida por su lectura, espero haber cumplido con la tarea!

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Creo que necesito ruiponces, @alidamaria, para mantener mi lozanía! jajaja. Qué maravillosa forma de mantener la candidez y la frescura, la lucha del bien y el mal, de los cuentos de hadas. Un excelente versión. Gracias por participar y suerte.

Gracias a ti, @nancybriti. Tú no los necesitarás, porque estás hechizada para mantenerte siempre lozana y bella. ¡Amén!

Una madre hace hasta lo imposible para mantener a su lado a sus capullitos. Me encantó el nombre de la vieja bruja. Suerte en el concurso.

Hola, querida @solperez, qué bueno verte por aquí. Gracias por tu comentario. El nombre de la hechira es el original del cuento de los hermanos Grimm; quise mantenerlo porque me parece bastante sonoro e interesante. Te mando miles de abrazos.

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