I Concurso de cuentos de hadas// I Fairytale Competition/ Henry y Grecia.
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Creo, con otra gente, que el fenómeno que hoy conocemos como Cuentos de hadas no estaba motivado por los niños, ya que es relativamente reciente el interés sobre la infancia, sino que surge de la necesidad natural del hombre para concebir los dos polos de la moral, el bien y el mal. Este esquema -la oposición bien contra el mal- o viceversa, sigue marcando la vida de la gente. De manera que no hay diferencia entre la figura de una bruja en un bosque y las expresiones de maldad que todos conocemos.
Me parece muy interesante la idea de reescribir cuentos de hadas porque las formulaciones tradicionales, aunque mantienen su potente simbolismo, llaman poco a la realidad actual en la mente de los niños a los que están dirigidos.
La necesidad de cuidarse de la realidad de un mundo peligroso sigue tan actual como en el medioevo. Tal vez ahora sea más necesario advertir de ciertos peligros a los niños.
Soy fanática lectora y espectadora de todo lo que recuerde un cuento de hadas. Saludo, con mucha alegría, esta iniciativa: I concurso de cuentos de hadas de @nancybriti de la cual me emociona mucho participar.
Les entrego mi re-escritura de Hänsel y Gretel, un cuento donde los padres quieren que sus hijos se pierdan en el bosque. Habla de la responsabilidad y cariño de un hombrecito por su hermana. De una madre indolente, de un padre sin criterios, de una bruja malvada que atrae a los niños con dulces para luego apresarlos, engordarlos y comérselos.
Henry y Grecia
La solución se le presentó el mismo del día del sepelio, cuando Agnes, la mejor amiga de su finada esposa, lo abrazó, tan largamente, que le dio tiempo de imaginar su cuerpo debajo de su traje negro.
Siempre estaré para ti, le dijo ella, mirándolo profundamente.
Una semana más tarde Agnes recibió la invitación de acompañarlo a Japón, a un viaje de negocios, ella lo aceptó de inmediato.
Durante ese tiempo, le reafirmó el cariño inmenso que tuvo por su amiga, también le dijo que guardaba sus secretos y que siempre lo había admirado a él por ser tan bueno, tan ingenuo, por no notar que su esposa se había dedicado tanto a sus hijos porque no lo amaba, que en ocasiones le había sido infiel.
Por dos días el hombre quedó anonadado, preguntaba por mil detalles de las infidelidades de la muerta, mientras abría espacios para recibir todo lo que Agnes le decía.
En ese viaje el hombre recibió tantos cariños que a los dos meses Agnes gobernaba su casa como una reina. Él tenía una apasionada esposa y sus hijos una madre. Una madrasta light que permitía a los niños hacer todo lo que quisieran.
El padre comenzó a vivir de otra manera, su mujer lo llevaba de juerga, lo llenaba de grasas, de dulces, de hamburguesas, de wiski, de cervezas.
Cuando los niños llegaron a la adolescencia estaban solos y el padre estaba mórbidamente gordo.
La madrastra seguía impactante, previsora, hermosa como una reina.
Una noche, justo antes de un viaje de negocios del padre, Agnes se acurrucó a su lado, entre sábanas de seda. Le explicó, en tono de confidencia, que también los adolescentes querían ir de viaje a Orlando.
El padre se alarmó por un momento: ¿Solos, dos adolescentes, en Orlando?
Agnes le explicó, amorosamente, que era un grupo de viaje, de teenagers, que conocía a todos los representantes, que ella misma había hecho las reservaciones de aviones y de posadas. Que no había allí ningún peligro. El padre consintió después de un rato. Saldría de viaje y cuando estuviera de vuelta pasaría por Orlando para regresar con ellos a casa.
Pero ese encuentro no se produjo nunca. Los jóvenes realmente no volaron a Orlando, sino a Miami. En el aeropuerto Henry y Grecia fueron recogidos por una mujer llamada Anne, que dijo ser amiga de su madre. Los llevó a una casa en una barriada populosa en las afueras y una vez en la precaria vivienda ocultó sus pasaportes, les confiscó la ropa, los telefonos y los encerró en un cuarto, bajo llave.
El primer día Henry y Grecia vociferaron hasta el cansancio pidiendo ayuda, pero nadie respondió a sus gritos, sofocados por la estridencia de un equipo de sonido. Al fin, se rindieron al sueño.
Al amanecer del segundo día de su encierro los hermanos se miraron con mutua lástima y en un impulso incontrolable se abrazaron. lloraron, largamente, uno unido al otro…
Las lágrimas de los hermanos se juntaron y detonaron una cosa extraña. Una nube de brillante polvo los envolvió elevándolos del piso y con gran delicadeza los recostó en la cama. Como llegando de los confines del tiempo, escucharon la voz de su madre, cantándoles una canción de cuna.
Durmieron un sueño prolongado. Cuando Grecia se despertó en la madrugada, su hermano la miraba. Una sonrisa se asomaba a su cara.
Quiero que hablemos. - le dijo.
¿De qué? - dijo ella.
De todo, hermana amada, de todo. De nuestra madre, de papá, de Agnes, de nosotros, de esta malvada bruja que nos mantiene presos. ¡Hace tanto tiempo que no hablamos! Hagamos un plan. Confía en mí. Mamá nos ayuda desde el cielo.
Grecia lo observaba en silencio, asintiendo tenuemente con su cabeza.
¿Sabes, Henry, por qué nos hacen esto?
Si, Grecia, quieren que nos perdamos. Nos obligarán a consumir sustancias y cuando hayamos perdido nuestra voluntad nos enviarán a las calles, a deambular como gente muerta.
¿Y qué vamos a hacer, hermano?
Debemos ganarnos su confianza.
Desde ese día Henry y Grecia se comportaron dócilmente. Anne les llevaba comida y brebajes, se sentaba ente ellos. Los chicos le sonreían, Henry la miraba a los ojos, a los pechos… Anne comenzó a tocar el brazo de Henry, como la bruja mala del cuento de Hänsel y Gretel, para ver si estaba listo para la parrilla.
Poco a poco los dejaba asomarse al frente de la casa. En esos momentos Henry aprovechaba para meterse puñaditos de piedras en los bolsillos. Al entrar en el cuarto los diseminaba. Si Anne le preguntaba qué hacía con ellos, él le respondía: son solo un recuerdo muy lejano de cuando yo era niño. En esos momentos Anne le refutaba. ¿Y ahora eres un hombre? Henry no respondía, solo la miraba de arriba abajo y sonreía.
Los guijarros de Henry al fin hicieron una buena pila que, introducidos en un par de medias, se convirtieron en armas de defensa. Un día, con ellas, los hermanos golpearon a Anne con tanta fuerza que perdió el sentido. Después se dedicaron a amararla, a amordazarla, a registrar la casa. Ubicaron sus ropas, pasaportes y mucho dinero.
Pusieron el equipo de sonido a todo volumen y salieron. Desde el aeropuerto llamaron a la policía, de incógnito dieron los datos de la casa donde estuvieron presos.
Cuando llegaron a su ciudad Henry le dijo a Grecia:
Vamos a casa. -
Por la cara de la joven pasó un aire de espanto.
¡Allá está Agnes!.- Dijo Grecia.
El joven por toda respuesta tomó de su bolsillo unos pocos guijarros y los puso en la palma de la mano de su hermana.
Al llegar a casa miraron la puerta abierta y un revuelo de sirenas y policías. Mientras duró el viaje, la Interpol había desmantelado una red internacional de tráfico de adolescentes.
En ese momento metían en la patrulla a la cabecilla, era la flamante esposa de su padre, Agnes.
Los niños se reencontraron con su padre y vivieron felices para siempre.
Así como el mal no tiene tiempo ni época, el bien también busca la forma de sobrevivir, gracias a Dios. Un relato muy actual, que mantiene la esencia del cuento de hadas, pero más real. Gracias por participar y mucha suerte, @gracielaacevedo.
Gracias a ti por tu gentileza.
Felicitaciones por el hermoso y exitoso concurso.
Magnífica historia. Me gustó la intertextualidad con Hänsel y Gretel; fue un detalle literario interesante.
Suerte en el concurso @gracielaacevedo. Abrazos!
Gracias mi querida, @marcybetancourt. ¡Yo le debe tanto a los cuentos de hadas! El detalle es un homenaje, me encanta que lo resaltes...