SpanishChallenge #18 [Relato] - La Cima del Kkumaraña

in #spanishchallenge7 years ago (edited)

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El brusco salto del vehículo todo terreno despierta a Alex de su siesta, lleva varios kilómetros como pasajero recorriendo caminos accidentados que ascienden a su destino. En su regazo lleva un maletín de cuero italiano el cual protege con mucho selo, en él lleva una serie de fórmulas químicas escritas con su costosa pluma fuente, a pesar de ser un físico, es muy ordenado en su forma de trabajar y vestir. Trata de vivir lo mejor posible y no le gusta incomodarse por nada, a menos que sea algo inevitable que logre sacarlo de su zona de seguridad, su ego es muy grande, y su ambición de dinero y poder lo ha llevado a pensamientos extremos, una de sus máximas es que el fin justifica los medios.

A pesar de venir de una familia católica, este científico es totalmente indiferente a la religión, su educación y entorno lo ha llevado a ser extremadamente incrédulo hacia lo divino y hacia la gente; en su trabajo pasa horas interminables aislado en un laboratorio donde el contacto con la gente es mínimo, prefiere trabajar con máquinas e instrumentos que con personas.

Alex es uno de los jefes de desarrollo de una gigante industria que fabrica fármacos a nivel mundial, se encarga del área de investigación en un avanzado laboratorio lleno de instrumentos y equipos de alta tecnología. Todos los días al terminar su trabajo, a diferencia de los demás empleados, se queda en el laboratorio hasta altas horas de la noche, en la soledad del lugar y teniendo todo el lugar para él solo, entra en su mundo de fórmulas físicas y ecuaciones matemáticas, tratando de resolver enigmas relacionados con la química de los medicamentos y el cerebro humano. Tiene un su record varios artículos publicados en revistas de alto impacto, lo que le ha ganado el respeto dentro de la sociedad científica, sin embargo, buena parte sus trabajos los ha conservado en secreto.

Una de esas noches de trabajo solitario, el físico consigue resolver una de esas incógnitas que tanto lo retaban. Con un propósito muy oscuro, Alex quería producir un fármaco especial que estimulara las funciones cerebrales del hombre, ya con la teoría resuelta se dispone a producir el medicamento usando los insumos y equipos del laboratorio. Logra fabricar varias pastillas para luego pasar a la etapa de prueba; siguiendo un protocolo le da a consumir la droga a ratones y animales; después de varias horas de observación se dio cuenta que el resultado era precisamente lo que esperaba.

En secreto y bajo un gran riesgo consigue personas voluntarias a las que les da de tomar su pastilla, la droga no sólo reactivaba el cerebro, sino que la sensación de bienestar y excitación daba paso a la euforia y a una serie de señales de alivio de cualquier dolor que el voluntario padeciese. Sin embargo, el efecto era muy corto, apenas un promedio de treinta segundos; era tan gratificante que el voluntario siempre quería que se le diese más de esa sustancia, indicando lo adictivo que podía ser el fármaco, esto era exactamente lo que buscaba Alex. Pero un periodo tan corto de tiempo no era suficiente. Trató de aumentar la dosis y probándola en animales observó que convulsionaban y morían rápidamente.

Comenzó a investigar desesperadamente, sabía que si lograba obtener que el efecto de la droga tuviese una mayor duración, conseguiría un psicotrópico superior a todos los otros existentes. Fabricaría unas cuantas pastillas de muestra para que entes clandestinos probaran su producto, luego vendería su fórmula al mejor postor. Estaba seguro que haría una inmensa fortuna, sin embargo, todas sus noches de estudio sin dormir no daban fruto alguno, no podía conseguir que las proporciones de los componentes de la pastilla cambiara la duración de esa alteración del ánimo que a las personas les agradaba tanto como para estar dispuestas a comprarla a cualquier precio. Ese sentimiento de éxito y felicidad que lo llenó de entusiasmo se convertía con el paso tiempo en decepción y frustración a tal extremo que estaba a punto de abandonar su proyecto.

Un día después del almuerzo revisando en su correo electrónico, Alex revisa las publicaciones periódicas de revistas científicas a las cuales está afiliado, y el resumen de un artículo llama poderosamente su atención. Analiza el trabajo detenidamente y toma nota de todo, al poco rato se da cuenta que tiene en sus manos el camino para resolver su problema con la fabricación de la droga, pero el artículo muestra sólo una parte, necesita urgentemente comunicarse con el autor principal de ese trabajo, éste era el doctor Oliver Ogata quien vivía en un lugar remoto de otro país y sin ningún tipo de comunicación.

Ogata reside en un hospital psiquiátrico ubicado en lo alto de una montaña, lleva una vida dedicada al cuidado de enfermos mentales recluidos en esa aislada institución. Luego de varios intentos fallidos tratando de comunicarse con el doctor, se convence que la única manera de lograrlo es ir a entrevistarse personalmente con él, sabe que debe ir al hospital donde vive. Alex pide un permiso a la empresa y toma un avión que lo lleva a entrevistarse con el doctor, esperando conseguir la respuesta que busca desesperadamente. Arriba al aeropuerto y habiéndose informado bien sobre cómo llegar al hospital psiquiátrico, paga a un joven guía para que lo lleve.

El científico aprecia en el camino la inmensa pobreza del lugar, hacen una parada frente a una pequeña casa abandonada de paredes de barro y techo fabricado con arbustos y ramas. Se sientan en unos viejos maderos donde comen al aire libre algunos enlatados y galletas que llevan consigo; el guía habla torpemente el idioma de Alex, sin embargo, logra entenderse con él, le dice que la montaña donde está el hospital se llama Kkumaraña, que allí sólo llegan semanalmente algunos vehículos rústicos que llevan víveres y medicinas para los enfermos y el personal.

Alex no prestaba mucha atención a lo que decía el joven, de hecho estaba muy fastidiado y cansado por el viaje, además de sentir cierta ansiedad por lo deprimente del lugar, quería llegar lo antes posible a la institución y hablar con el Dr. Ogata, pero sabía que ésto llevaría su tiempo. Terminando ya de comer se les acerca una andrajosa anciana indígena con un niño entre sus brazos, el guía comenzó a hablar con ella en su idioma y mirando a Alex le dijo que la mujer quería comida o dinero, Alex tomó sus cosas y sin mediar palabras se montó rápidamente en el vehículo pidiéndole al joven que se apresurara y salieran de inmediato, su actitud exagerada daba muestras de la aprensión del científico hacia ciertas personas.

Ya al atardecer llegaron por fin al pie de la montaña y el todo terreno comenzó a ascender más empinadamente. Alex estaba muy nervioso viendo cómo los caminos eran tan angostos, a un lado estaba la montaña y al otro el abismo, sin embargo el conductor experimentado lo calmaba diciéndole que conocía bien esa montaña y sus peligrosos caminos; era impresionante observar cómo a medida que subían parecían llegar a las nubes, el joven le dijo a Alex que al llegar al hospital debían quedarse a dormir allí, ya que cuando el sol se ponía en el horizonte a pesar de que aún había claridad, la neblina era tan intensa que no dejaba ver el camino, sugerencia que su pasajero aceptó a regañadientes.

Llegando al hospital, Alex contempló la belleza del lugar, a pesar de la altura de la montaña no sentía frío, el clima era muy agradable. La arquitectura de la institución contrastaba por completo con lo que había observado anteriormente en los pueblos que había dejado atrás, el camino a la entrada estaba hecho de piedras flanqueado por dos jardines llenos de flores de diferentes colores, el lugar era reconfortante y relajante. Una vez adentro, Alex mostró sus credenciales y solicitó una entrevista urgente con el doctor Ogata, se les pidió que tomaran asiento y esperasen al doctor. Alex sabía que debido al gran prestigio de la empresa en la que trabajaba, el doctor lo atendería de inmediato, y así fue, al cabo de poco tiempo vio venir a un hombre de mediana edad con ciertos rasgos orientales no muy marcados. Amablemente el doctor se les presentó y los recibió sin problemas, les reservó una de las habitaciones dando órdenes a las encargadas que los atendieran como huéspedes del hospital.

El impetuoso Alex quería entrar rápidamente en materia, sacando de su maletín de cuero sus papeles llenos de fórmulas, pero al sacarlos cayeron al lustroso piso del lugar dispersándose por todas partes. El desesperado científico comenzó rápidamente a recogerlos sin permitir ayuda alguna, lo hacía de tal manera que casi se arrastraba por el piso; al tratar de tomar el último papel notó que unos zapatos blancos por poco lo pisaban, la mujer que los calzaba se inclinó y tomó la hoja, la observó y dijo, - ¡Vaya cantidad de signos y cosas tan curiosas –, Alex de cuclillas mira hacia arriba y ve una chica muy joven y delgada que vestía de un inmaculado blanco, tenía el pelo recogido y lo miraba con unos ojos verdes que parecían de cristal esmeralda, su boca con gruesos y sensuales labios asomaba una sonrisa encantadora que desarmó totalmente al científico. Éste estaba deslumbrado ante tanta belleza de mujer, lentamente como entumecido se levantó mientras la chica le entregaba su tan cuidada hoja que ahora parecía haber perdido totalmente su atención, el Dr. Ogata se acercó a ellos sonriendo y los presentó, ella era la enfermera Rebeca, una de las más queridas por los pacientes y el personal del hospital, luego ella se despidió y se retiró sin que Alex le quitara los ojos de encima hasta verla perderse en los pasillos.

En la oficina de Ogata, Alex volvió a concentrase en su propósito, el de sacar la información que necesitaba para crear el fármaco que lo haría rico. Le mostraba sus hojas llenas de fórmulas químicas, el doctor parecía esquivar sus argumentos con desacuerdos en algunas teorías. Alex se percató que Ogata no lo quería ayudar, que lo cuestionaba en todo, como si le ocultase algún secreto.

Enojado y desconcertado se marchó a la habitación. Una vez en la cama se lanzó en ella boca arriba y pensando qué hacer se quedó dormido. Repentinamente una serie de gritos lo despertaron, abrió la puerta del cuarto y vio a un chico tirado en el piso, éste lanzaba alaridos que parecían reventar su garganta, sus ojos exorbitados miraban fijamente un lugar inexistente, como mirando algo que lo amenazaba y lo hacía entrar en pánico. Asustado, Alex no salía del umbral de la puerta y la cerró a medias, al poco rato llegaron dos enfermeras, una de ellas era Rebeca, Alex veía cómo ella colocaba la cabeza del enloquecido muchacho en su pecho y como un bebé lo mecía tratando de calmarlo, poco a poco el muchacho dejó de gritar y se lo llevaron a su cuarto.

Esta escena alteró bastante a Alex, quien en su mente pensó en largarse inmediatamente al amanecer. Llegó a la conclusión de que no podía estar en un sitio así, quería volver a su tranquilidad, a su civilizado país, a su laboratorio aislado de todo y de todos. Con dificultad pudo dormir unas horas y al despertarse se bañó y vistió saliendo de la habitación para buscar al joven guía y partir del hospital, pero éste lo alcanzó antes en el pasillo diciéndole que el vehículo se había averiado, que había que repararlo y ésto iba a tardar. Alex casi entra en pánico, trató de calmarse regresando a su habitación; el viaje había sido un gran error.

Al sentirse más tranquilo, salió del cuarto y se dispuso a caminar por el hospital, en los pasillos veía a los enfermos a quienes evitaba ya que sentía repulsión por ellos. Apresuró su andar y casi corriendo llegó al balcón y se sentó para calmar sus nervios. Miró hacia abajo y vio a la bella enfermera que hablaba en el jardín con algunos pacientes, contempló cómo los atendía con una paciencia increíble, los agarraba de la mano, los acariciaba y los hacía reír. Alex se sorprendía que una chica tan bella estuviera en un lugar como ese, ella lo vio y movió su mano saludándolo con esa sonrisa tan cautivadora, con una torpe expresión le devolvió el saludo, el científico buscaba la manera de disimular su notable interés en ella.

El joven guía tocó la puerta del cuarto al que Alex había regresado, entró y le informó que la reparación del vehículo iba a tomar más tiempo del que pensaba, quizás todo el día. Ésta vez el nervioso físico recibió la noticia sin sobresalto, se le ocurrió que debía aprovechar el tiempo y volver a intentar hablar con Ogata.

Se dirigió a la oficina del doctor y una vez más trató de conversar con él mostrándole sus hojas llenas de fórmulas, notó una vez más que Ogata trataba de escabullirse con argumentos sin sentido, pero Alex lo acorralaba refutando sus palabras y lo llevaba de nuevo al carril de la conversación. Llegó un momento en que su interlocutor paró la conversación, lo miró fijamente para luego darle la espalda, Alex lo miraba atentamente como sabiendo que algo importante iba a decir. Ogata cambió el tono de su voz y muy calmadamente dio un giro total a la conversación, comenzó a hablarle de su vida y que él era nieto de Akira Ogata quien en 1919 había sintetizado las metanfetaminas, que su abuelo lo había hecho con un propósito muy diferente al que después fue usada, que él conocía al igual que cualquier científico del área de la química de estas sustancias, pero que también sabía cómo hacer drogas muy superiores, hizo una pausa y mirando fijamente a Alex le dijo – sé lo que estás buscando, pero aquí no lo conseguirás-.

Tras la conversación Alex se convenció que no conseguiría nada del doctor, éste lo había descubierto pero él no sentía vergüenza alguna, sólo decepción de que su plan no diera resultado. Caminó por el hospital y llegó al comedor donde vio de nuevo a Rebeca, quien como siempre estaba atendiendo a los enfermos, se le acercó y le invitó un café, ella aceptó con una sonrisa y sentándose uno frente al otro comenzaron a charlar. Alex se fijaba en cada detalle de su rostro, en su fino pelo recogido que hacía ver su delgado cuello, cómo el color natural de sus carnosos labios resaltaban lo blanco de su rostro. El embelesado científico le preguntó la razón por la que ella trabajaba allí y ella respondió de una manera extraña – Estoy acá… ¡porque sí! -, contestó con tono muy diferente al normal de su voz. Alex notó que la pregunta la había incomodado, se levantó de la silla y se marchó ante la mirada desconcertante del científico.

Al llegar la noche Alex no podía dormir, esta vez no pensaba en fórmulas o estratagemas para que el doctor Ogata revelara su secreto, no, su pensamiento estaba fijado en Rebeca. Había algo en ella que lo hacía sentir bien, que a pesar del poco tiempo de haberla conocido ella había tocado fibras en él que ninguna otra había hecho. Preocupado por el último comportamiento de la chica, decidió buscarla, salió como siempre apresuradamente del cuarto y repentinamente notó que la oficina del doctor Ogata estaba abierta, cosa que en noches anteriores no había sucedió.

Observó que en los alrededores no había nadie y sabía que el doctor siempre se retiraba a su habitación a dormir; un pensamiento de curiosidad y de osadía le invadió la mente, entró a la oficina y a media luz se dispuso a husmear como un ladrón en ese marañal de papeles. Alex sólo veía informes médicos, siguió buscando sabiendo que al ver un artículo científico o unas hojas con fórmulas y cálculos era suficiente para encontrar lo que buscaba, pero no conseguía nada, ya por salir de la oficina pudo ver de soslayo una caja de cartón que parecía tener lo que tan insistentemente quería conseguir, se dirigió a ella y comenzó a revisar, - ¡bingo! - susurro para él mismo, Alex salió apresurado de la oficina de Ogata con las ecuaciones que sin duda plagiaría.

Llegó al cuarto y las copió cuidadosamente con su pluma, luego devolvió el documento a su lugar de origen y retornó a su habitación, estaba feliz, todo el procedimiento hecho por Ogata en ese manuscrito concordaba con sus ecuaciones, ya tenía revelado el secreto que le permitiría perfeccionar la fabricación de su droga. Las personas comprarían por millones estas píldoras, él vendería su fórmula, se haría millonario y se olvidaría de todo. Al amanecer su guía tocó la puerta, entró y le informó a Alex que el vehículo todo terreno estaba listo, que podían marcharse cuando quisieran; el alegre hombre sabiéndose adueñado de un tesoro se sentía más seguro que nunca, quería largarse de ese deprimente lugar pero había alguien que quería ver antes de marcharse, ese alguien era Rebeca.

Era tanta la importancia capital que le daba Alex a sus hojas con las fórmulas ya completas, que las dobló y se las metió en el bolsillo de su chaqueta, no se quería separarse de ellas ni por un segundo y ya su elegante maletín de cuero no le parecía del todo seguro. Buscó a Rebeca y la vio en el jardín, estaba de perfil pero esta vez no llevaba su blanco uniforme, estaba vestida de jeans con un sueter azul, su pelo estaba suelto, era el día libre de Rebeca, parecía que pintaba un cuadro. Alex caminó hacia su encuentro y veía que a medida que se acercaba se revelaba ante él la cosa más hermosa que había visto, ella volteó y se saludaron con un beso en la mejilla, él miró el cuadro y observó que pintaba a una anciana indígena que estaba entre las flores y arbustos y que vivía recluida en el hospital, pudo ver que en su pintura se reflejaba algo que le causaba a Alex una especie de ternura y belleza, sonrió y un poco confundido recordó la anciana con el niño que había visto de camino a la montaña, el sorprendido hombre halagó el cuadro y se puso hablar con ella.

Luego de mucha conversación en la que Alex se cuidó de no hacer aquella pregunta que había perturbado a Rebeca, esta le dijo que la acompañara a la cima de la montaña, Alex aceptó totalmente encantado y se sentía más alegre que nunca. Antes de subir ella buscó un cordón de luces que brillaban con cierta intensidad, se las dio a Alex que sin preguntar se dejó tomar de las suaves manos de la chica y salieron corriendo como dos adolescentes fuera del hospital. Comenzaron su ascenso observando el imponente y bello paisaje que se les mostraba, Rebeca le dijo que las luces que traía eran una ofrenda a la imagen de una virgen que estaba en la cima de la montaña, Alex no entendía lo que la chica decía, pero a él sólo le importaba ella, llegaron a la cima y ella se persigno frente a una pequeña figura muy rudimentaria hecha de barro de una mujer que tenía un niño en sus brazos, Alex volvió a tener esa misma sensación que tuvo frente al cuadro y recordó de nuevo aquella anciana y al niño.

Rebeca se acercó y llorando besó la imagen, le pidió el cordón con luces a Alex que miraba sin decir palabras, ella lo cortó por la mitad y una parte la puso alrededor de la figurilla, de hinojos frente a ésta comenzó a rezar, el científico contemplaba todo lo que pasaba y sintió una especie de paz que nunca antes había sentido. Al terminar de rezar Rebeca se levantó y le puso la otra mitad del cordón de luces a Alex en su muñeca y lo besó tiernamente en la mejilla, se quedaron mirando y él la beso en los labios.

Al descender se detuvieron a contemplar el espectáculo natural que ofrecía la montaña, - ¿No es hermoso? - preguntó Rebeca, - ¡Sí, lo es! -, respondió todavía emocionado Alex, - Quizás ya lo sabes, esta montaña se llama Kkumaraña, ¿sabes por qué? -, volvió a preguntar Rebeca, a lo que Alex negó moviendo la cabeza, - Es porque Kkumaraña significa sanarse en lengua Aymara -, un viento fresco movía los finos pelos castaños de Rebeca. Luego ella le confesó a Alex que le debía la vida a la virgen, a la montaña y al hospital, que desde muy joven cayó en el consumo descontrolado de las drogas, dos veces estuvo a punto de morir por sobredosis, que los padres la recluyeron en este hospital. Sin embargo, el primer día de su reclusión se escapó, subió a la cima con la intención de lanzarse hacia el abismo y dar fin a su miserable vida, pero al llegar allí vio la figura de la virgen y algo le sucedió que cambió su intención y su forma de pensar para siempre, tras recuperarse no quiso volver a su casa y se quedó en el hospital cuidando a los enfermos, ese día en aquella cima su vida cambió por completo.

Un sentimiento de vergüenza y remordimiento estremecía a Alex, sacó de su chaqueta las hojas con su gran tesoro y las lanzó al vacío, - ¿Qué haces? -, le cuestionó Rebeca sin entender por qué lo hacía, ella estirando el brazo trató de tomar una las hojas que aun volaba en el aire, pero Alex la tomo de la mano y la jaló hacia él evitando que la agarrara y le dijo – No te preocupes Rebeca, deja que la montaña se las lleve, creo que tú y Kkumaraña me han sanado a mí también-, Rebeca lo miró sonriendo sin entender por qué había dicho eso, Alex la trajo suavemente hacia él y la besó, los dos miraban las espesas nubes que le servían de piso a sus pies, expandiéndose como un gran salón que terminaba en montañas lejanas donde parecía ocultarse el sol.

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Sort:  

Esta historia me transmitió muchos sentimientos :') . Felicidades por haber ganado y definitivamente te sigo.

Que genial tu historia, me dejas sin palabras. Felicidades, ya entiendo todo :D

Muchísimas gracias, ¡me alegra mucho que te gustara!

Describes todo como si fuera una historia personal, de casualidad tu no seras Alex? jaja, admirable y inspirador tu estilo sencillamente magnifico.

Muchísimas gracias, me llena de dicha recibir tales halagos, especialmente considerando que nunca esperé que alguien más fuese a leer mis historias.

Jajaja, de cierta forma hay algunos detalles que están inspirados en hechos personales, quizás más que todo ese detalle de dejar a un lado ciertas ideas por amor (aunque por supuesto, nada que ver con sintetizar una droga), eso de... Decidir quedarte con la persona que amas y dejar a un lado ciertos trabajos.

¡Saludos! Espero que te guste algún otro de mis relatos.

Muy bueno. Gracias. Felicitaciones, un premio a tu trabajo.

¡Muchas gracias! Me alegra que fuese de tu agrado.

Muy muy bello, ya veo porque ganaste es impresionantw me sentí dentro de tu ralato, llega todo lo que transmites... Te felicito...

¡Muchas gracias! Me alegra que fuese de tu agrado mi relato.

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