SpanishChallenge #17 [Relato] "EL SECUESTRO"

Querido diario:

Hoy, después de tantos meses me atrevo a escribir cómo fue mi secuestro. Llevaba tanto tiempo sin escribir que tiemblo de miedo al pensar que esto va a quedar grabado para siempre en estas hojas. Y tras estas palabras voy a contar mi historia porque no quiero olvidarlo, si no afrontarlo y seguir con mi vida.

Todo empezó un buen miércoles, era un día libre de nubes, con un sol tan resplandeciente que hacía que te brillase la piel, te incitaba a sonreír y a dar algún saltito de alegría de vez en cuando mientras caminabas por la calle. Yo, en particular, me dirigía hacia el trabajo con el traje azul que me regaló mi madre cuando me gradué en Economía y la corbata que mi hermana compró con sus ahorros para mi último cumpleaños. Me atrevería a decir que estaba irresistible. Además, las mujeres me miraban con deseo cuando se cruzaban conmigo. De hecho, una de ellas se acercó y me susurro su número de teléfono. Sonreí. Después de todo, necesitaba un día así porque estaba siendo muy duro superar la muerte de mi amiga Sofía, no podía borrar de mi mente la imagen de aquel taxista que la atropelló. Mientras ese recuerdo inundaba mi mente alguien me agarró por detrás, noté un fuerte golpe en la cabeza y note como mi cuerpo se desvanecía hacia el suelo mientras algo en mi cabeza luchaba fuertemente por continuar despierto, pero desgraciadamente venció el sueño.

Desperté en un lugar con demasiado calor, no entraba el sol pero era imposible saber si se debía a que no había ventanas o que ya había anochecido. Una parte de mi deseaba que fuera de noche porque, si me habían secuestrado, ya habrían pasado suficientes horas para que mi familia se hubiese percatado de mi ausencia. Automáticamente negué con la cabeza ¿Secuestrado? ¡Que locura! , tal vez era una broma de algún amigo de la universidad. Empecé a observar la habitación, era pequeña. Muy pequeña. Tan pequeña que mi espalda estaba contra la pared y me encontraba aproximadamente a un metro de una especie de puerta blindada, enmohecida y oxidada. Me asusté. Quise ir hacia la puerta y de repente noté cómo no podía avanzar...¡Estaba atado! Claramente, no se trataba de ninguna broma y si lo era, no estaba siendo de buen gusto. Decidí que esperaría paciente a que alguien viniese a darme algún tipo de explicación y así fue. Cuando estaba apunto de quedarme dormido por el cansancio y el dolor de cabeza que tenía, escuché unos pasos. Serían de dos o tres personas y cada vez se escuchaban más fuerte ¿Se acerba alguien? ¿Me harían daño? ¿Me desatarían? Fueron unos pocos minutos hasta que se abrió la puerta pero me planteé muchísimas preguntas, una tras otra y de forma muy fugaz. Entraron. Eran dos personas, una chica y un hombre. La chica no dejaba de llorar y al fijarme un poco mas pude ver como ella estaba atada también y el la paseaba como si fuera un perro. El hombre me miro y me preguntó si quería beber algo, no contesté. Después me dijo que era para mi, que me había traído compañía y se sentó en una silla plegable que él mismo había traído bajo el brazo. Empezó a explicarme de forma muy sincera que había sido secuestrado con el fin de dejar a esa chica embaraza y que cada día que pasará sin que la dejase embarazada sería torturado de una forma diferente. Tragué saliva. Ella cada vez lloraba más fuerte mientras negaba con la cabeza y me suplicaba que no lo hiciera. Me preguntó si lo había entendido y asentí. Sus últimas palabras no fueron otras que: "Si es necesario, fuérzala". Me quedé paralizado, no pensaba violar a esa chica. Antes prefería morir. Y antes de acabar mi pensamiento me desató y cerró la puerta.

Pasaron tres días. Lo sabía porque la primera vez recibí una paliza que casi me dejó en coma. El segundo día, me desmayé porque me cortó un dedo del pie, el pequeño. Y el tercero lloré, lloré tanto al volver al cuartucho ese que dejaron de caerme lágrimas porque se me habían agotado. El tercer día me sacó de la habitación y me enseñó los cadáveres de más de una treintena de chicos de mi edad. Me ató al lado de un cadáver de uno de ellos que olía a putrefacción y estaba lleno de moscas, después me repitió lo que tenía que hacer con aquella chica. Tenía que tomar una decisión, quizá si hiciera lo que quería no me mataría como a los otros. Supongo que me dejó allí unas pocas horas porque el sol a penas se movió de sitio pero me dio tiempo a ver una valla rota y recuerdo que pensé que alguien había huido de ese sitio ¿Y si yo también podía huir? Me sentí culpable por pensar en violarla pero mi pensamiento se cruzó con otro muy distinto. Podríamos huir los dos, podía ayudarle.

Era el cuarto día y mi cabeza no dejaba de pensar algún plan antes de que él volviera. Ella estaba durmiendo, le había contado mi plan pero no mostró demasiado interés. No tenía esperanza. Se movió y pude ver un ladrillo que estaba hundido en la pared, la desperté y le pedí que me ayudase a empujarlo. Así lo hicimos. Entró un rayo de luz y ella sonrió por primera vez en cuatro meses, ya que es el tiempo que llevaba allí. Empezamos a empujar con mas fuerza e hicimos un agujero, yo no cabía pero ella sí. Se arrastró entre el hormigón, arañándose el cuerpo y sollozando pero salió. Tardó un par de minutos en volver pero lo hizo con un hierro con el que hizo el agujero más grande y pude salir yo también. Empezamos a correr. Ella se tropezó tantas veces que perdí la cuenta, yo sentía que no se salvaría si seguía así, incluso si el hombre se había dado cuenta podría estar siguiéndonos ya que sólo había un camino de salida. Decidí cogerla en brazos y seguir así hasta algún lado. Llegamos a una carretera y la deje incorporarse de pie. Nos miramos y sonreímos mientras nos cogíamos la mano con fuerza pero en ese momento se escuchó un disparo y empecé a notar que esa fuerza se desvanecía. No paraba de sangrarle el pecho, y cuando la solté y miré hacia el frente vi a aquel hombre recargando una vieja escopeta. Corrí, corrí por la carretera tan rápido que dejé de notar los pies. Y llegué a la ciudad, llegué al barrio donde me crié y sentí que estaba a salvo.

Empezó a llover, llevaba la mano izquierda cubierta de la sangre que ella había derrochado y la lluvia hizo que se limpiase en mi piel. Me sentí libre. La lluvia estaba perfumada de libertad. Alcé la mano con la palma boca arriba y dejé que aquellas gotas limpiasen hasta la última gota de sangre, de dolor, de impotencia y de rabia que había experimentado mi cuerpo en esos cuatro días.

Y ésta es mi historia, nunca se la he contado a nadie. Nunca conté la verdad. No puedo contarle a nadie cómo dejé morir a aquella chica a la cuál nunca pregunté su nombre. Me siento tan culpable, quizá si la hubiese forzado ahora estaría viva. Es en lo único que no puedo dejar de pensar a día de hoy. Querido diario, ahora esta lloviendo cómo aquel día y estoy sentado frente a la ventana de mi habitación...cuando cierre este pequeño libro me levantaré y sacaré mi mano izquierda por la ventana para sentir la lluvia una vez más, sólo para intentar sentirme libre otra vez. Puedo superar el secuestro, pero nunca podré superar que abandoné a aquella chica a un paso de la carretera.

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