-Quiero que te sientas libre - Le dije con una sonrisa tranquila, ahora ya en las montañas.

Salimos del hotel después de desayunar unos huevos y un par de cafés. Sin más preámbulos, nos montamos en el coche y decidimos conducir hacia la montaña.

-¿Y se puede saber a dónde me llevas hoy? - pregunto sin de verdad importarle la respuesta.

Es maravilloso estar enamorado, como chiquillos siempre riendo y felices, sin importar absolutamente nada lo que pase fuera de esa mirada y nerviosos si no besamos esos labios dos veces por minuto.
Dos horas de carreteras de segunda, con muchas curvas y siempre mirando hacia arriba. Empezamos en el sur, donde todo es más seco y rocoso, pero enseguida empezamos a llegar a zonas más verdes; pequeños pueblos llenos de tierra cultivada, con sus cuatro viejos del lugar sentados, bien a la sombra, masticando esta o otra fruta robada de este u otro frutal. Pronto llegamos a los pinares, rectos y altos, verdes y marrones... ese aire inconfundible fresco y verde que ofrecen solamente parajes como estos.
Paramos en una zona de descanso solamente para disfrutar de un café lleno de besos y abrazos.

- ¡¿Has visto eso?! - gritamos a la vez

Un Mar de Nubes a nuestros pies! No nos habíamos dado cuenta pero estábamos ya a casi 2500 metros de altura y las nubes estaban a nuestros pies, increíble.
Ponté en nuestro lugar, al borde la montaña mirando a lo lejos, a esa distancia que todo se vuelve azul, con nada realmente que distinguir, en todo caso, el pico de la Gomera, isla vecina; y de alfombra, nubes, nubes blancas, densas, densas como algodón, algodón que quieras tocar, sentir y pisar.

- Que bonito, qué momento más especial - me dijo, mirándome directamente a los ojos, más enamorada que nunca.

Yo cerré los ojos y me dejé llevar por la sensación de vértigo, la brisa fresca y suave que subía por la ladera de la montaña jugaba con mi pelo y ella me cogió la mano.

-Quiero que te sientas libre - le suspiré
Ella se aferró más fuerte a mi mano y se lanzó contra el infinito, hacia la nada; si, asi como lo cuento, se dejó caer. Durante un segundo mi alma salió de mi cuerpo, un suspiro en forma de grito se me escapó de la boca y de la fuerza con la que apreté su brazo casi me rompi un dedo.
Ella cantaba y reía y era feliz, era un ángel gritaba. Y la verdad, que bonito era verla andar rozando las nubes, por encima del cielo, en ese paraje donde solo Dios y los ángeles deberían estar.

Un Mar de Nubes, si eso es lo que era

Nunca quietas las nubes, iban y venían, subían y bajaban... era un compás lento pero muy hipnotizador, por su silencio por su paz. Aquí arriba no hay prisas, ni hay que correr, no hay que responder la llamada del jefe ni hay que recoger el contrato de ayer; Aquí el mundo es pequeño, y nosotros ni una gota de sal...
Aquí arriba si, en un mar de nubes, es donde yo quisiera estar.

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Un Abrazo, familia! Mas que nunca les recomiendo que vean el video que suelo adjuntar a pie de mis blogs... muy relacionado con la foto, con lo que escribo y con esta tierra donde vivo, Tenerife.... Que tengan un gran día!

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 No Dejes Para Mañana lo que deberías estar disfrutando HOY

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