Bicho de luz

El molusco de luz hipnotizó al niño para que le tomara en sus manos. No recordaba cómo había terminado en este planeta tan árido de luz, tan obscuro. Lo último que recuerda es que su nave espacial pasó por una leve turbulencia en el espaciotiempo. Esto no suele pasar, a menos que la estructura gravitacional portadora en donde va contenida la nave espacial sea observada y por lo tanto colapsada a un estado determinista, con lo que el viaje se detiene. Esta estructura gravitacional permite a las naves de estos moluscos luminosos ir a velocidades ultralumínicas. Es algo así como una rueda de hámster, como un motor de Alcubierre. Sin embargo, con sólo observar dicho artefacto se interrumpe su paso. El molusco no se explica cómo pudo pasar esto. La última vez que pasaron por este sistema solar, aún no había vida lo suficientemente inteligente como para construir observatorios de ondas gravitacionales. Pequeño error de subregistro. Mientras tanto en las computadoras de LIGO, este naufragio fue una señal que los ingenuos científicos habrán confundido con algún sistema binario de agujeros negros ridiculamente masivos.

Luis, el niño, está hipnotizado y muy dentro de su mente, ocasionalmente, se pregunta qué está pasando, durante breves espasmos de conciencia. No siente dolor alguno, si es que les preocupa. Para él es todo esto como un sueño que por veces se torna lúcido.

El molusco de luz a este punto está pensando en qué hacer para poder reanudar su viaje. Tal parece que su nave fue a parar a algún otro lugar y está ahora sin ningún instrumento o herramienta disponible para hacer cualquier cosa. Cuenta nada más que con su luz contenida y rutilando a través de su cuerpo. Cuerpo que por cierto, también está constituido por estructuras gravitacionales, que dada nuestra ignorancia diremos que son arrugas y nudos del espaciotiempo configuradas de manera que permiten una forma de vida totalmente desconocida. A nuestros ojos dicho cuerpo no responde a una lógica tridimensional, como a la que estamos acostumbrados. El cuerpo del molusco en realidad abarca más que ese centro luminoso que hemos tachado de molusco y que sostiene Luis en sus manos. Pensamos que vemos su cuerpo, pero en realidad lo que vemos es la proyección de su cuerpo cuatridimensional, en las tres dimensiones que percibimos con nuestros ojos. Alrededor de este núcleo brillan esporas de luz que parecieran estar desconectadas del molusco, pero que en realidad son también parte de éste. Enjambre de luciérnagas orbitando un bulto rutilante. Polvareda de fotones, polillas de luz con pretensiones de Ícaro en magnetismo hacia un sol de bolsillo.

El molusco hace que Luis le esconda bajo su cama, entre el caos de juguetes que nunca recoge. Se queda allí a meditar un tiempo. No puede convertirse en ondas de luz, porque podría ser fatal. En otros tiempos, los moluscos de luz viajaban de esta manera temeraria. Sencillamente se volvían luz coherente en tres dimensiones y se iban a la chingada a la velocidad de la luz. Ahora saben bien los riesgos. Han desarrollado sistemas complejos de navegación y bases de datos extensas donde se sabe la posición de agujeros negros, estructuras espaciotemporales que les podrían desviar sin retorno, bordes del universo, vertientes que desembocan al extra-universo como ríos a un mar o también, claro, formas de vida inteligente con observatorios gravitacionales.

De modo que el molusco pasa escondido durante años terrestres. En ocasiones le dice al niño que le esconda en distintos lugares, pues ha visto en sus recuerdos humanos las reacciones de las personas a cosas desconocidas y superiores. No quisiera el molusco convertirse en algún tipo de dios para los humanos y que luego le crucifiquen o le usen para justificar guerras santas. Debe ser muy cuidadoso, lo sabe.

Ya es evidente que estos curiosos seres de luz son muy pacientes. Dada su capacidad de ir a la velocidad de la luz o más rápido, nunca tienen prisa. Saben que el universo no se va a ir a ningún lado, así que podríamos decir que tienen toda la paciencia del universo.

El molusco no tiene urgencia alguna. Más bien le interesa aprender sobre estos seres tan raros y autocontradictorios. El molusco medita, hiberna por veces, despierta, vuelve a envolver al niño en su espacio vital, revisa sus recuerdos, sus sentimientos, sus miedos y valentías, piensa en qué hará a continuación. Y espera. El molusco es un espectador de Luis y su pequeño universo individual que va limitado por esos contornos tridimensionales, por ese cerebro primitivo de carne y que ebulle de vez en cuando en emociones incontenibles.

Tras muchos años de observación, aún sin prisa, el molusco ha aprendido ya todo lo que puede sobre la humanidad a través de Luis. Tiene un poco de envidia. Quisiera sentir lo que es la ansiedad, desaprender tanta paciencia. Tantas emociones parecen emocionantes. No es que estos moluscos no sientan nada en absoluto. Es sólo que lo toman todo con mucha calma, con mucho decoro. Pero tal deseo es, claro, pura fantasía.

Luis es ahora mayor. Sabe de la existencia del molusco y está al tanto de esa relación que tienen. Sabe que debe protegerlo y enseñarle todo sobre la humanidad. Sabe que este ser ha pasado los últimos años buscando una solución a su naufragio, pero que también se ha encariñado y aún no desea partir. Luis también ha aprendido cosas de este bicho brillante. Ha aprendido, principalmente, a ser paciente y a tener aplomo.

Luis y su molusco radiante repasan sus memorias juntos. Ahora resulta que ambos están enamorados de la misma mujer. De alguna manera Luis ha logrado acercarse a ella. Hablarle, que es el primer paso, siempre. De alguna manera, a ella le gusta Luis. Pero no sólo Luis, le gusta la paciencia de Luis, su aplomo y humildad, su falta de prisa, su imperturbable mirada, que es en realidad la presencia la proyección del molusco lumínico en Luis. Así que en cierto modo, ella, está enamorada de Luis y a la vez del ser luminoso. No sabría decirles con exactitud qué le ha gustado al extraterrestre acerca de la chica. Yo no comprendo sus intenciones ni anhelos, pues soy un simple humano. Lo que sí puedo decir es que hay una atracción profunda y significativa.

Pasa el primer beso, el segundo, y otros y Luis y su lumbre reproducen los recuerdos una y otra vez. En cierto modo, habiendo Luis adoptado las capacidades sobrehumanas de aplomo del ser de luz, no siente celos de que su compañero ame a esa mujer. En realidad experimentan ambos ese amor de una manera amplificada y plena. Amar sin prisa es una cosa deliciosa y perfecta. Así que Luis no come ansias. Ha disfrutado cada segundo con ella.

Pero hay algo en Luis que se va apagando. Esta simbiosis no es gratuita. En el enredo Luis va tendiendo a una condición de animal luminoso, y el molusco en cambio va tendiendo a una condición de humano trasegado. Claro que Luis ama a su amada, pero sabe que tal cosa no puede durar, que lo que necesita es paz, desapego, que dada su habilidad de grabar y reproducir esos segundos maravillosos junto a ella, podría aferrarse a eso, e igual prescindir de ella. Que bien podría volverse luz y viajar a otros lugares, que el universo va más allá de una humana. El bicho rutilante va en la dirección opuesta: quiere quedarse y aprovechar el tiempo, quiere morir de alegría en cada segundo junto a ella. Claro, también sabe que eventualmente va a terminar. Pero aún así desea sentir ese anhelo intenso, esa impaciencia por sus labios, esa dimensión incontenible de las miradas que se esgrimen y se hacen touché cuando ya no hay de otra más que verse directamente y afrontarse.

Entonces hacen el cambio. El bicho de luz recuerda una ruta segura, para que Luis pueda partir hacia un punto en donde sólo debe esperar un par de siglos terrestres para que otros bichos de luz pasen y le provean de medios tecnológicos para poder viajar. Mientras espera, Luis podrá viajar entre soles y planetas, siempre con el cuidado debido de no acercase a planetas habitables ni a agujeros negros. Mientras se mantenga en el área demarcada, no tendrá problemas. El molusco lumínico se quedará. Tomará posesión del contorno de Luis y continuará su vida aquí, en la tierra.

Ella no lo nota. Tal era la indistinguibilidad entre ellos. Al poco tiempo, ella lo deja, por cualquier razón, en realidad no importa. El ser luminoso en pleno duelo, disfruta cada lágrima. Recuerda que antes, en su condición de lumbre, no podía llorar. Sale a ver las estrellas, en la dirección en que Luis partió un año atrás y sonríe. Ha valido la pena.

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