Cervantes Magazine Vol 21: Literatura
Latinoamérica, por su concepción ecléctica es un producto exótico, por no decir inentendible para quien la mira desde lejos, pues desde lejos nos han llegado costumbres ajenas que son adaptadas o en su defecto modificadas, tal es el caso del carnaval, ¿cómo lo representa Gabriel García Márquez en su obra?
En Los funerales de Mamá Grande, justo en el momento en que Mamá Grande muere, se gesta en torno a ella una especie de celebración que poco a poco se va tornando carnavalesca, porque un personaje de ese calibre no podía ser enterrado de una manera tan vulgar, pues “se impartieron órdenes para que fuera embalsamado el cadáver, mientra se encontraban fórmulas, se conciliaba pareceres o se hacían enmiendas constitucionales que permitieran al presidente de la república asistir al entierro”.
Tal era la importancia de la Mamá Grande que no es hasta la llegada del Sumo Pontífice cuando empiezan los funerales propiamente dichos, las calles son atiborradas de vendedores ambulantes con sus “ruletas, fritangas, y mesas de loterías”, al igual que de los residentes que se apostaron en la plaza junto con los foráneos a la espera no solo del funeral, sino del presidente para reclamarles un pago de guerra.
Y es que el Carnaval es usado como medio de protesta, en la que se aprovecha el momento para criticar al gobernador de turno y provocar, si se puede, la risa de los demás, mientras “las reinas [de la belleza] nacionales, habidas y por haber” desfilan juntas, desde la reina universal hasta las reinas del frijol cabecita negra, o la de los huevos de iguana, todas acompañan la carroza (¿fúnebre?) de la Mamá Grande, para así, catorce días después, finalizar con “los funerales más grandes del mundo”, los cuales superaron, un siglo antes, el entierro de Melquiades, en Cien años de soledad.
No obstante, en Cien años de soledad, el carnaval toma otro matiz. Comienza como cualquier otro, con la elección de la reina, Remedios, la bella, situación que moverá a los hombres casi de la misma forma que lo hizo la Mamá Grande, solo que esta vez será por una mujer viva, y sobre todo famosa por su belleza, quienes no pudiéndola ver, debido a que estuvo encerrada como una santa, ahora sería exhibida en el pueblo: “Por un momento, los pacíficos habitantes de Macondo se quitaron las máscaras para ver mejor la deslumbrante criatura con corona de esmeraldas y capa de armiño, que parecía investida de una autoridad legítima, y no simplemente de una soberanía de lentejuelas y papel crespón.”
De igual manera, como pasó en el entierro de Mamá Grande, el carnaval de Macondo es salpicado por la política cuando alguien grita “Viva el partido liberal” y se produce a su vez una descarga de rifles contra la muchedumbre, dejando entre los muertos “[...] nueve payasos, cuatro colombinas, diecisiete reyes de baraja, un diablo, tres músicos, dos Pares de Francia y tres emperatrices japonesas.”
La tragedia y el barbarismo están muy ligados a Latinoamérica, y Gabriel García Márquez los representa en su obra a modo de la serpiente que se muerde la cola, donde (algunos factores de poder) pueden transformar un carnaval en una tragedia, y su gente puede convertir algunas desdichas en carnaval.
Por otro lado, también hace una pequeña referencia que viene a reforzar un poco esta idea. En el prólogo de Doce cuentos peregrinos, cuenta que tuvo un sueño: “Soñé que asistía a mi propio entierro, a pie, caminando entre un grupo de amigos vestidos de luto solemne, pero con un ánimo de fiesta. Todos parecíamos estar dichosos de estar juntos”. Da la sensación de que para los latinos cualquier excusa es válida para alegrarse, desde las más obvias hasta las que no.
Así nos retrató en Cien años de soledad, y sus demás obras citadas, el escritor colombiano Gabriel García Márquez, el Papá Grande.
El pasaje de cien años es hermoso compa:
"Fue el primer entierro y el más concurrido que se vio en el pueblo, superado apenas un siglo después por el carnaval funerario de la Mamá Grande. Lo sepultaron en un tumba erigida en el centro del terreno que destinaron para el cementerio, con una lápida donde quedó escrito lo único que se supo de él: MELQUÍADES".
¡Qué buena te quedó esta edición!
Gracias, hermano. Disfruté como nunca mientras escribía este pequeño artículo.
Sí, se nota la empatía con el artículo. El recorrido entre la literarura, Márquez, el funeral de la Mamá Grande y los carnavales en Latinoamérica, te quedó salvaje. Y es que, tal como lo describís, es increíble la forma en que dibuja el Gabo el ambiente carnavalesco de nosotros los latinos. Mientras en otras partes el carnaval es sinónimo de disfraces y risas, para nosotros, es crudamente así; comienza con la reina, aparecen los políticos, se oyen las balas y la muerte se presenta.
En Honduras existe un dicho popular, de humor oscuro pero cotideano, que se usa en respuesta a la pregunta "¿qué tal estuvo el carnaval?" El otro contesta: "más o menos, solo hubo dos muertos". Si no hubo muertos significa que el carnaval fue aburrido, si hubo al menos cinco, significa que fue tremendo parrandón.
Eso es el realismo mágico entre otras cosas, la capacidad de dibujar esas crudas realidades de una manera tan hermosa, desde el punto de vista literario. Por cierto, te quedó bien en el género del realismo mágico el artículo, te metiste al rollo de verdad jeje.
¡Vaya, no sabía esos datos sobre Honduras! Parece que esa extraña alegría está en los genes de los latinos, fíjate en México y su Día de Muertos, celebración que intriga y maravilla a muchos. Por cierto, una de mis canciones favoritas es "Cuando llega el carnaval" de Guillermo Anderson (gran persona con la cual llegué a hablar).