Una nueva producción musical me demandaba incluir trinos de aves, viento solano, risas de niños. El mejor lugar para captar todo esto era aquel bello Parque de la avenida Bracamonte.

Amanece un soleado domingo primaveral, y dispongo todo para salir: grabadora, celular, repelente contra insecto y mucho protector solar. Me lanzo a la aventura de captar los sonidos de primavera. ¡Vaya día! “Productivo”, “Demasiados zancudos”.

Ya en casa, que también es mi oficina me dispongo a oír todo lo capturado por mis herramientas de audio. Procesaré todo con el programa Adobe Audicion CS6. Coloco mis audífonos, y comienzo a analizar cada canal de ondas percibidas por mis equipos.

¡Caray! Casi quedo sorda. Para mi sorpresa, al fondo de los sonidos de ambiente, se oyen gritos de niños. ¡Yo no escuché esto en vivo y directo mientras estuve allí! Vuelvo a colocarme mis audífonos. ¡Valiente de mí! Me digo.

¡Ayuda! ¡Ahh! Son vocecitas de angustia. Me lleno de escalofríos, cojo mi chaqueta y corro hasta el parque. Son las 6:30 pm, el parque ya cerró. Sin embargo, con la excusa de buscar un equipo olvidado, el vigilante me deja entrar.

Afino mi oído, y en efecto, hay gritos de niños. Los persigo descontroladamente. Doy con estos. En el araguaney me detengo e inesperadamente comencé a caer. Ya pisando firme miro frente a mí a tres pequeños. Ya les había visto en noticieros. Los desaté y ayudé a salir.

Desde aquel extraño día sigo recibiendo este tipo de anuncios. Coloco mis audífonos y allí están, ¿Quién me avisa?.