Eran las 11 de la mañana de un día sábado, me dirigí hacia el mall con mi hija, ella estaba muy animada, era su cumpleaños número 11; tenía planeado cambiar su clóset ya que había pasado de ser una niña a una hermosa adolescente, ya pronto entraría al bachillerato y quería que sus amigos la vieran como una niña un tanto más grande. Pasaron las horas entre tantos vestidos y zapatos, ya casi eran las 5pm, sin darnos cuenta teníamos casi una jornada de trabajo dentro del mall. De repente suena el teléfono, era mi esposo. Amorosa como siempre contesto la llamada, pero su voz sonaba un tanto fría y robótica, no le preste mucha atención puesto que su trabajo era bastante agotador. Me dijo que enviaría por nosotros a Johan, un amigo de la familia, pues su esposa nos había invitado a cenar. Sin pensarlo dos veces y con un hambre feroz, le dije: está bien amor, nos vemos allá.

Pasaron 30 minutos y Johan llegó al sitio. Amablemente nos saludó, nos ayudó con las compras y nos abrió la puerta del coche ¡debo decir, todo un caballero! Me dijo: Carol, nos detendremos un momento por Robert, otro amigo. Cuando llegamos a su casa, esperaba que se montara con toda su familia, lo saludé y le pregunté por su esposa, me dijo que estuviera tranquila, ya que ella se encontraba en el sitio acordado. De pronto llegan tres chicos más, no conocía a ninguno, no le presté mucha atención estaba con “Mis amigos”. Johan me dijo que el carro no quería encender, que debíamos cambiar de coche. Le pregunte por mis cosas y respondió: ¡Tranquila, luego te las llevo a tu casa! Fuimos las primeras en montarnos en el vehículo, porque ellos hablaban cosas de hombres.

Pasado 5 minutos en el coche, nos empezamos a sentir mal, mi hija se desmayó. Desesperada en medio de mi malestar, los llamé por ayuda mientras trataba de abrir la puerta, pero algo me pasó, rápidamente perdí el conocimiento.

Cuando logro despertar, estábamos solas en el coche con esos tres desconocidos, mi intuición fue abrazar a mi hija, que aún no había recobrado el conocimiento. Enseguida supe que algo pasaba, pero no pude evitar preguntar: ¿A dónde vamos? El tipo muy sínico me contestó: ¡Tranquila que vamos directico al infierno! Bueno realmente eso solo depende de tu esposito, si conoces el cielo o el infierno. Enseguida una sensación fría empezó a recorrer todo mi cuerpo, sentía miedo por mi hija, por lo que le podrían hacer esos hombres, en ningún momento pensé en mí.

Traté de mantener la calma pues una cabeza fría piensa mejor, uno de los hombres no paraba de decirme cosas feas y todo lo que haría cuando llegáramos, en sus ojos notaba el morbo y su deseo de ponerme las manos encima, mi hija no podía parar de llorar, yo solo le aseguraba que estaríamos bien, no sabía cómo, pero si sabía que de alguna forma lograría ponerla a salvo.

En un momento pedí orinar, ellos me pedían que lo hiciera encima, que eso les excitaba. Les supliqué hasta más no poder, hasta que en un momento el hombre que conducía, que se notaba que era un tanto mayor y más sensato, accedió, puesto que la niña lo suplicaba a gritos. Cuando bajaron un poco la velocidad abrir la puerta y lancé a mi hija, ellos frenaron; yo sin saber cómo, salí de prisa corriendo, la levanté y no paramos de correr. Había demasiado monte y era sumamente alto ¡Afortunadamente el lugar fue mi aliado! Los escuchaba cada vez más cerca, le di a mi hija mi teléfono y le dije que no parara de correr, que pasara lo que pasara no retrocediera, que cuando llevara rato corriendo se detuviera en un lugar con más monte, llamara a su abuela y le pidiera ayuda, que no se preocupara que ella sabría dónde estaría. Mi hija se rehusaba, al final le di un fuerte abrazo, la dejé que corriera y yo empecé a correr en sentido contrario.

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Ellos al verme empezaron a seguirme mientras yo me dirigía a la avenida, cuando apenas llegué al coche fue que notaron que la niña no estaba conmigo, empezaron a preguntar “¿Dónde está?” Pero como pasaban coches y yo gritaba no les quedó de otra que golpearme e irse solo conmigo.

Me decían que había marcado mi sentencia de muerte, que si yo pensaba que me había salido con la mía estaba muy equivocada, que ahora sería peor para mi hija. Llamaron por teléfono para dar la noticia y del otro lado se escuchaba la voz de una hombre muy molesto, a mi realmente no me importaba; mi hija tenía un localizador y estaba segura que mi mamá daría con ella.

Cuando llegamos al sitio no paraban de golpearme, hicieron conmigo todo lo que por su cabeza podía pasar, pero esto a mí no me importaba, mi mente estaba con mi hija. No podía saber nada de ella y aunque estaba angustiada confiaba en mi madre. Lo que me mató por completo fue cuando uno de ellos me dijo: ¿Viste idiota? ¡Ya la encontramos y viene camino hacia acá! En ese momento sentí que me habían matado por completo, sentí temor por mi hija, no quería que esos cerdos la tocaran. Deseaba que el mundo se abriera y se los llevara.

Pasada una hora, llega mi hija con un hombre al cual no podía verle el rosto ya que habían tapado mi cara, pero si reconocía su voz. No lo podía creer, me sonaba demasiado familiar era mi “cuñado”. No lo podía creer, pensaba que mi imaginación me estaba haciendo una mala jugada, no entendía como un hombre con el cual había compartido tantas cosas, se podría prestar para lastimarme y también a su sobrina. Obviamente pensé que estaba equivocada pero no fue hasta cuando mi hija dijo: “tío, no por favor, no me hagas esto, no me dejes aquí” fue que caí en cuenta que todo era real, ¿Por qué? ¿Qué he hecho? ¿En que lo he lastimado? ¿Por qué nos odia?, pensé.

Todas las respuesta a esas preguntas las tuve cuando lo escuche hablando, él no podía soportar que mi esposo fuera el encargado de manejar todo el dinero que su padre había dejado, además toda su vida me había amado y yo no lo sabía, desde niña mis ojos no podían mirar a otra persona que no fuera mi amado Gahel. Ahora entiendo la razón por la cual me decía que su hermano no me merecía, que no me valoraba y que necesitaba a alguien mejor. Siempre lo noté un poco envidioso pero solo pensé que eran celos normales de hermanos.

Mi esposo renunció a todo como era de esperarse, Iván planeaba márchese, hacer su vida en otro país. Yo pensaba que éramos libres, ya que la hora del rescate llegó. Él nos dejó salir, me dijo que corriéramos hacia la felicidad junto con su hermanito, pero me percaté del cinismo de su voz, así que dejé que mi hija corriera primero a donde estaban los rescatistas, cuando noté que sacó su arma y pretendía dispararle a mi hija. Como madre no lo dudé dos veces, me lance encima de él y solo escuchaba a lo lejos los gritos de mi hija y mi esposo, pidiéndome que por favor me quedara. Lamentablemente no los escuche más.

Hoy en día siempre acompaño a mi hija y aunque noto su tristeza sé que lograra ser feliz, mi esposo aún me extraña pero ya he planeado a una candidata para que pueda rehacer su vida, aunque los extraño con toda mi energía soy feliz siendo su ángel guardián.