Ella nunca quiso llevar a su hija al carnaval, menos disfrazada de algo trillado como una muñeca de porcelana.

No suelta su mano, rumoreaban la perdida de niños entre el gentío. Tantos disfraces, no podía confiar.

-Mamá, palomitas.

La encerró en el auto y cruzó la calle para comprar lo que pidió.

Estaba siendo paranoica, pensó. Había muchos niños disfrutando ¿Por qué su hija no?

De regreso, un grito se escuchó en la calle, pararon la música y voltearon a mirarla.

Se acercó al auto y solo encontró una vieja muñeca de porcelana, en lugar de a su hija.

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