Noche 2.

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La tengo aqui, justo del otro lado de mi cama. Luchando para no despertar porque de seguro tiene algún sueño que la hace sonreír. Qué bonito me hace sentir. Me hace volar aunque mis alas estén rotas, la quiero, la quiero hacer feliz más de lo que quiero entenderla. Su respiración suena agitada pero sé que alguna pesadilla pudiera estar por empezar, la veo y aún no concibo entender cómo fue que se fijó en mí.

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Tarde tanto tiempo buscándola, que fue ella quien me encontró. Son las noches a su lado las que me dan paz, las que calman todo el desastre del día entero, son las noches a su lado las que me hacen ver la vida un poquito más bonita. Es ella quien me enseña a quererle sin prejuicios, sin tabúes, sin miedo; desprendiéndome de lo que nos daña porque ella día a día limpia mis heridas por si alguna quiere volver a sangrar. Ya nada duele como antes, desde que ella me acompaña en las madrugadas las estrellas se ven más bonitas; no tengo palabras porque al final las palabras sobran.

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Toma mi mano mientras duerme y eso es amor. Me desarma y sin más, me vuelve a armar en un abrazo, ya lo que toco no lo rompo porque ella me enseñó que si se toca con cariño todo es posible. Cuando alguien llega y rompe todos los paradigmas que alguna vez creaste, es necesario de vez en cuando, rompernos también para entender de qué estamos hechos. Sinceramente, la quiero tanto como ya hoy no se quiere. He dejado de hacerlo para amarla, pero no dejo de quererla.