Mi mayor pasión: el agro venezolano

Quizás al leer el título, o mientras vas recorriendo estas líneas, te preguntarás por qué en un país petrolero como Venezuela reconocido por poseer las mayores reservas de este mineral del mundo, alguien decide dedicar su vida profesional y diario esfuerzo al estudio, difusión y promoción de la agricultura nacional. Más aún, si eres nacido en mi tierra, o tienes conocimiento de la situación que ha atravesado el campo venezolano particularmente durante la última década, puedes hasta pensar que es nadar contra la corriente insistir en el desarrollo de la agricultura y ganadería frente al difícil escenario que nos han impuesto.

Durante más de 29 años en el ejercicio de mi labor profesional como Ingeniero Agrónomo, de los cuales 26 años me he desempeñado como profesor de la Facultad de Agronomía de la Universidad del Zulia, institución en la cual llegue incluso a ocupar el cargo de Decano durante 7 años, he tenido la oportunidad de recorrer mi país agrícola, conociendo de manera directa las inmensas fortalezas que posee nuestra hermosa nación no solo para alimentar a las 31 millones de personas que en ella habitamos, son para exportar a diversos destinos nuestros productos de excelente calidad.

Las vivencias acumuladas desde mi formación como estudiante, me condujeron a hurgar en nuestra historia, despeinando de tal manera mi alma lo encontrado, que me he enamorado con indescriptible pasión de esa parte de mi país que tan pocos conocen, motivándome en mis años recientes semana a semana a pincelar en diversas entrevistas, columnas y artículos, los cuales son compartidos por diarios y portales nacionales e internacionales, anécdotas e historias, en las cuales voy relatando los logros obtenidos con esmero y dedicación por distintas generaciones de ilustres venezolanos dedicados a la noble misión de impulsar la siembra de nuestros campos, y el cuidado de los rebaños. Pero también, lastimosamente, parte de esa narrativa la he debido destinar a describir las duras consecuencias ocasionadas por 18 años de desaciertos y fracasos en la política agrícola - económica del gobierno nacional en estas dos ultimas décadas.

Desde la época de la conquista española, en las páginas que relatan el desarrollo de la economía venezolana resalta con notable éxito el cultivo y exportación de diversos rubros agrícolas. Fue tal el desarrollo de este sector que entre los años 1600 y 1820 fuimos el principal exportador de cacao, llegando a ser calificado con justicia, como el mejor del mundo. Igualmente, durante varias décadas a finales del siglo XIX y principios del XX alcanzamos el tercer lugar entre los países exportadores de café, reconocido por su especial aroma. En tiempos más recientes, durante los años 70, 80 y 90 nos destacamos como exportadores de arroz, frutas tropicales, plátano, hortalizas, cangrejos y camarones, entre tantos otros productos.

En cada sendero recorrido me he cruzado con incansables almas que al estrechar sus manos encallecidas por el arduo trabajo me trasmiten renovadas energías para seguir apostando a las potencialidades infinitas de esa Venezuela agrícola que nos espera allí. Poseemos más de 34 millones de hectáreas de suelos con alto potencial para la actividad agrícola vegetal, forestal y animal, tierras surcadas, muchas de ellas, por caudalosos ríos y con amplias reservas en los acuíferos. Hoy aun disponemos de 35 grandes sistemas de riego, y cerca de 1200 de menor tamaño, que nos permitirían producir alimentos en grandes cantidades y de excelente calidad durante los 365 días de sol que la naturaleza nos ofrece.

Ahí está la verdadera riqueza, en nuestros campos agrícolas. Ha sido Dios tan benevolente con nosotros, que unido a tanta abundancia, incluso nos ha premiado con miles y miles de hombres y mujeres jamás dispuestos a renunciar no a un oficio, sino una forma de vida: la agricultura y la ganadería. Infinito ejercito de almas que insisten sin descanso en su lucha por nuevos amaneceres. Tercos y obstinados soñadores, a quienes apuesto todo, sin reserva alguna. Ellos, quizás sin darse cuenta, al relatarme sus anécdotas, compartir sus experiencias, me continúan nutriendo de un significativo aprendizaje sobre los caminos necesarios a transitar para lograr sembrar, esa Venezuela pendiente.

Cada instante vivido en los campos de hortalizas en el páramo merideño, o en la inmensidad de los maizales de Portuguesa; el tener el privilegio de degustar el café tachirense recién colado en las madrugadas de ordeño o percibir en el Sur del Lago el aroma del cacao porcelana; el poder saborear el inigualable dulzor de la naranja yaracuyana o renovar las energías luego de una larga jornada de trabajo con el jugo de la dulce caña de azúcar cultivada en los fértiles valles de Aragua; el saber mis pies en los arrozales guariqueños, son todas ellas vivencias y recuerdos que no se olvidar.

Hoy como nunca, los venezolanos estamos obligados a sembrar en cada alma y corazón la esperanza y la fe, en que conquistaremos la mejor de las cosechas: la libertad y la democracia. Bajo un nuevo modelo político - económico y agrícola lograremos diversificar nuestra economía, alejándonos de la elevada dependencia de las divisas generadas por la actividad petrolera. Tengo absoluta confianza que presenciaremos ese anhelado momento en el cual el intenso verdor de los cultivos impregne nuestros campos, los más diversos rebaños adornen las llanuras y valles, mientras los cielos delicadamente decorados por infinitos arcoíris, nos anunciaran que esa Venezuela agrícola agroexportadora ha germinado, embellecida para siempre, por pétalos de lirio sabanero y arrullada por la tonada llanera. Si se puede!