Por tanto, es el cerebro quien compone la tercera dimensión, integrando la información que viene de cada ojo, y ajustando de forma sorprendente para dar vida a lo que vemos. En este sentido, queda claro que aprendemos viendo, por lo que somos nosotros quienes elegimos que imágenes llevamos a nuestro cerebro y que imágenes creamos o hacemos para que los otros lleven a su cerebro, todos de alguna forma somos maestros, enseñamos con nuestro actuar, recuerda que estamos expuestos a la vista de otros.

Otro aspecto importante a resaltar, es que el sentido de la vista funciona mejor cuando los ojos están en movimiento, recogiendo la información sensorial del entorno. En una situación de aprendizaje activo, se recomienda que los músculos externos del ojo se mueven constantemente de arriba a abajo, de lado a lado a lado o en círculos; cuando más se fortalezcan y se muevan en equipo esos músculos, mas conexiones se desarrollarán en el cerebro y más disponibles se encontrarán para brindar mejores respuestas. Es por ello que a los niños hay que brindarles experiencias de aprendizaje mas allá de la pizarra y el cuaderno, entrenarlos a que muevan sus ojos es una forma de acelerar su aprendizaje, tomando en cuenta que debe existir también periodos de relajación, para así evitar inflamación en el globo ocular y cansancio visual.