Con esto no se quiere decir que las reacciones voluntarias son totalmente conscientes, con la llegada del impulso al cerebro, lo que se experimenta es una sensación indeterminada, genérica o perteneciente a un sistema orgánico determinado. Por ejemplo, al producirse un roce sobre el glande del pene o el clítoris de la mujer, se desencadena un primer reflejo que determina el aumento de volumen de los cuerpos cavernosos de los órganos sexuales masculinos y femeninos, lo que determina una primera excitación placentera que incita a aumentar la excitación. De esta forma se incrementa el proceso reflejo, con el objetivo de hacer desaparecer la excitación, o sus causas, pero no es posible hasta que el aporte sanguíneo que llena los cuerpos cavernosos y la excitación que va ligada a este fenómeno comienzan a decrecer. Es por ello que este reflejo, sometido a una serie de reacciones controladas por el cerebro, finaliza con el orgasmo. El reflejo entonces, llega a un punto crítico y comienza a disminuir la excitabilidad.

Este proceso descrito, se presenta como un proceso voluntario porque interviene el cerebro, pero también como un proceso que actúa de modo reflejo, es decir, sin que actúen otras funciones del cerebro como la memoria o el sentimiento, y esto se desarrolla de modo inconsciente.