Leyendas de mi tierra: El Enano de la Catedral.
Venezuela cuenta con una gran cantidad de leyendas de terror que han sido contadas de generación en generación, causando un miedo característico en nosotros aunque no creamos del todo en esas historias, pues no creo que a nadie le gustaría estar de noche, en una calle solitaria y que de la nada se comiencen a escuchar cosas extrañas.
Caracas, la capital de Venezuela, no se salva de estos cuentos o leyendas de terror, pues, se dice que en la Caracas antaña (o como se le conoce, "la Caracas de los techos rojos" debido a que para esa época la mayoría de las casas en la capital tenían tejas en sus techos) muchas familias se sentaban frente a su casa a contar historias de miedo, sobre todo los abuelos, ya que ellos tenían más conocimientos de esos temas. Además, la ciudad era el paisaje perfecto para ambientar esas noches de contar historias de terror, pues las calles eran oscuras, siendo iluminadas solo por las tenues luces que venían de cada casa.
Una leyenda que se volvió muy popular entre los caraqueños fue la leyenda del Enano de la Catedral. Se decía que cada noche las calles de Caracas se encontraban vacías, sin mucha gente caminando por las calles, pues nadie se atrevía a transitar las terroríficas y solitarias calles sin pensar en que podía encontrarse un espanto, sin embargo siempre había uno que otro hombre mujeriego por ahí en búsqueda de sus próximas víctimas. Según una de las anécdotas de la gente, uno de estos señores iba caminando a altas horas de la noche hacia el punto de encuentro con su amada, cerca de la catedral, con una botella de licor en mano para calentarse un poco por el frío que hacía. Mientras iba caminando comenzó a sentir un miedo sin explicación alguna, sentía miradas posadas sobre él que lo perseguían por todo el camino, pero miraba a su alrededor y no veía a nadie.
Cerca de la catedral fue que pudo divisar a una persona. Un hombre de baja estatura, vestido con un traje de la época colonial y sombrero, con una sonrisa muy amable. El enano le dio un saludo y el hombre se lo devolvió con cierta rareza, a lo que el enano le preguntó que si traía fuego para encender su cigarro. El hombre amablemente le encendió su cigarro... para su propia desgracia. Pues el enano mostró una sonrisa con grandes colmillos y comenzó a crecer y crecer y crecer, tan alto como la misma catedral.
Mientras aquel hombre veía a este ser paranormal crecer sin control, se quedó perplejo sin saber qué hacer, pues no pudo reaccionar. En ese momento, desde lo alto, el ser le dijo "gracias por el fuego, amigo, ahora te llevaré a un lugar donde existe fuego de verdad". Pero el hombre salió de su estado de shock, rezó muy rápido y sacó una cruz de palma que siempre llevaba consigo, y aquella horrible presencia desapareció de su vista. Desde esa noche, este hombre ya no anduvo de mujeriego y mucho menos salía en las noches.
jajajaja sape gato, pa´que se le quite lo mujeriego vale
Jajajaja fue una gran lección.