Reseña: Black Mirror

Debo admitir que nunca me había interesado y fascinado tanto una serie hasta el punto de ver en dos semanas todas sus temporadas, sobre todo la última. Ni siquiera Game of Thrones, que fue una serie muy entretenida por su narrativa (al menos en las 5 primeras temporadas; la sexta y la séptima estuvieron más o menos, y la octava como que se fue todo al declive), me hizo explotar tanto la mente como Black Mirror, ni siquiera desde su primer capítulo.

Y vaya que sus capítulos tienen historias qué contar. Historias sobre cómo la tecnología puede llegar a ser parte de nuestras vidas de cualquier forma. Algunos relatos, como Nosedive (capítulo primero de la tercera temporada) y Smithereens (capítulo dos de la quinta temporada) se pueden relacionar con con nuestra época actual, pues exponen a las redes sociales como medios de aceptación adictivos y, paradójicamente, determinantes hasta para conseguir un empleo.

Otros relatos, como Hated in the nation (capítulo seis, temporada tres) nos muestra que muchas veces la tecnología puede ser utilizada en nuestra contra en términos de popularidad y socialización.

Lo que me ha encantado de la mayoría de los capítulos es el elemento sorpresa; The National Anthem (primer capítulo de la primera temporada), White Bear (capítulo dos de la segunda temporada) y Smithereens son ejemplos de unos giros de guión que te agarran desprevenido, volando literalmente tu mente. Otro aspecto que me encantó es el espectáculo visual y el manejo de los colores; ejemplos de ellos son 15 million merits (primera temporada, capítulo dos) y San Junipero (temporada tres, capítulo 4).

Por lo tanto, recomiendo mucho esta serie a aquellos que estén buscando alternativas frescas, especialmente si son fans de Game of Thrones que les guste los temas distópicos y sobre las realidades alternas.