LA CONVERSACIÓN DE DAFNE Y REINALDO (PRIMERA PARTE)

−Por fin llegaste, pensé que no vendrías. –Dijo Dafne, sonriente y radiante junto aquél enorme vacío azul y cristalino que parecía ser el cielo.

Su voz era dulce, plausible, afable y hermosa; tal y como la recordaba Reinaldo, y al estar en frente de ella no encontraba las palabras correctas que decir; después de tanto tiempo imaginándola, desde su muerte, ahora estaba frente a ella y no sabía que responder.

−¡Dafne, mi amor! Pensé que… Jamás en todos mis sueños o meditaciones, en todas mis soledades o melancolías, jamás creí volverte a encontrar, dime ¿Acaso es otro de mis letargos contigo?

−No amado mío, estoy frente a ti realmente, he estado observando todo, todo lo que tuviste que soportar enfrentando a aquél mal que profanó mi recinto de descanso; aquellos terribles individuos que querían liberar esa maléfica fuerza irreversible, usando mi cuerpo como conducto, te lo agradezco mi amado, sé que hay muchas cosas que te causan querella y perturbación, pero ya no tienes que sufrirlas más, nunca más… debes hacerlo por mí Reinaldo y siempre ten por seguro, que mi amor por ti es tan eterno como Dios mismo.

−Lo sé mi amada, aun cuando partiste nunca lo dude, mis temores ya se han disipado porque estoy aquí contigo, en este lugar nebuloso, puro y pacifico; y tu tan bella, como siempre te he recordado, quisiera no irme nunca de aquí, quiero quedarme contigo, y vivir en la eternidad junto a ti.

−Qué más quisiera yo mi tesoro, mi amado, pero aun no es tu momento y debes volver, debes vivir la vida que discrepaste por mi ausencia, y también debes, asegurarte de que aquella malévola fuerza no vuelva a hacer daño en estas tierras; nuestro hogar, y debes prometer, no solo a mí sino a ti, de que no te quedarás solo el restos de tus días mortales y buscarás el amor nuevamente, debes hacerlo mi amor, no soporto verte perdido y angustiado por el dolor y la soledad.

−No sé si pueda hacerlo mi amor ¿reemplazarte? ¿Buscar a alguien más? Esas preguntas jamás se me han pasado por la cabeza y no quiero que tu precisamente me las hagas, por favor, no me hagas pensar en ello, te lo suplico, más bien háblame de ti, déjame tocarte, déjame abrazarte… ¡Dios cuanto te extrañé! he ansiado este momento durante meses, vamos… háblame mi amor que estoy ansioso por escucharte.

−Ven Reinaldo, caminemos; lo grandioso de lo atemporal, es que no tenemos que preocuparnos por cuanto tiempo nos queda, podemos hablar horas aquí, hasta meses, tanto; que en el mundo temporal no transcurriría ni un segundo, tengo tantas cosas que decirte y enseñarte, ven conmigo y caminemos por este iluminado espacio…

Ilustración 2

Continuará…