Me llamo a mí mismo escritor, no porque viva de la literatura, sino porque cuando escribo me transformo y descubro un yo que me enseña cosas sobre mí mismo que desconocía por completo.

Me llamo a mí mismo escritor porque a través de la escritura descubro la vida desde un punto de vista que ninguna otra actividad me proporciona.

Me llamo a mi mismo escritor porque he encontrado en la escritura una forma de vida que carece de células y ADN, pero que sin embargo vive eternamente y me hace disfrutar su descubrimiento.

fuente

Mi faceta de escritor.

Escribo desde los doce años, más o menos. La primera vez que lo hice fue para contar un sueño que había tenido la noche anterior. Me senté frente a la máquina de escribir de mis padres, cargué un folio en el carro y empecé a pulsar las teclas. Lo que surgió de esa práctica no fue un diario de sueños o un resumen de mis impresiones al soñar, sino un relato. Un relato de ficción cosido por los recuerdos borrosos de mi mundo onírico reciente.

Lo que descubrí en esa experiencia fue que había algo dentro de mí que me impulsaba a contar historias con palabras. A sacar algo que habitaba en mi interior y plasmarlo de forma permanente, moldeándolo a mi antojo para que, además de contar una historia desconocida hasta el momento, me permitiera jugar con las infinitas combinaciones y variaciones que me ofrecía el lenguaje.

Actualmente estoy escribiendo mi segunda novela, en la que llevo trabajando ya cinco años. Voy a servirme de mi experiencia con su escritura para explicaros qué es para mí la escritura creativa y el proceso de crear una historia.

Mi cabeza bulle. Lo hace mientras trabajo, mientras como, mientras duermo e incluso cuando no soy consciente de lo que estoy pensando. Esa materia en constante ebullición cuece ideas. Unas más absurdas que otras. Algunas dignas de ser retenidas, otras muchas no. Algunas llenas de posibilidades, otras simplemente son explosiones de color que igual que vienen se van para siempre.

De vez en cuando surge alguna que necesita ser cuidada. Que pide a gritos un poco de atención, tiempo, dedicación y admiración. Y es entonces cuando me doy cuenta que hay algo que necesita ser creado. Actualmente, escribir es para mí la forma más eficaz, lúdica y capaz de llevar a cabo ese proceso creativo que no puede esperar.

En el caso de la novela que desde hace ya tanto tiempo me alimenta y me atormenta, la idea inicial era únicamente una luz, tan atractiva y deslumbrante que al mirarla no podía percibir su forma, pero que no dejaba de iluminarme. Por supuesto su atractivo y su brillo eran subjetivos, y seguramente a la mayoría de personas ni siquiera les llamase la atención. Pero para mí pronto se convirtió en un todo, en algo a lo que era imposible no atender, algo que me arrastraba sin remedio hasta tenerme frente a él, observándonos mutuamente como lo hace uno frente al espejo.

Lo único que podía hacer, que era además lo que deseaba con más fuerza, era sacarla al mundo exterior y moldearla hasta que todo el mundo pudiera entenderla, darle una forma universal.

Le di un principio y un final. Y el camino del primer lugar al último se fue formando con trabajo y dedicación, en mi cabeza. Una vez el esqueleto de la serpiente estuvo claro en mi mente y se solidificó, lo traduje a palabras. Se convirtió en la sinopsis de mi novela, en una breve pero clara descripción de lo que tenía que ser contado. Ya podía empezar a escribir.

Mi método.

En esos momentos las energías, la motivación y la euforia vienen con los bolsillos llenos. Y empujado por ellas es cuando me pongo a componer el esqueleto en detalle, vértebra a vértebra. Redacto un pequeño resumen de cada uno de los capítulos, de no más de tres líneas. Y hago esto hasta el final de la historia. Eso me permite poder ver, de un vistazo, toda la novela en su conjunto, así los ajustes son fáciles y muy manejables.

Terminado ese proceso es hora de ponerse a escribir. Así, abro un documento nuevo y escribo:

"1."

Y el cursor se queda parpadeando en la siguiente línea. Ese momento es especial, porque tengo toda la atención puesta que empezar a modelar la nueva criatura que algún día será una novela entre mis manos.

La primera sensación que tengo ante la página en blanco es muy placentera. No sólo me ocurre al empezar una novela o un relato, me pasa al comenzar a escribir cada capítulo. Escribir la primera frase me produce un placer difícil de explicar. Me gusta hacerlo de forma abrupta, sorprender al lector desde la primera línea. Nada de "érase una vez", o "pepito grillo era un honrado profesor de escuela que..." nada de eso. Me gustan los inicios potentes, agarrar al lector y meterlo en el carrito de la montaña rusa cuando ésta está en el punto más alto. Una vez tengo al lector sentado diciendo “¿Qué está pasando aquí?” entonces dejo que la gravedad haga su trabajo.

Demonios.

Luego el camino se va llenando de baches, caen árboles arrancados por la tormenta que he de apartar o talar para poder seguir avanzando. En ocasiones llueve durante tanto tiempo que la tierra firme se convierte en un lodazal por el que se hace muy difícil seguir adelante. Otras veces aparecen cruces, bifurcaciones o numerosos ramales que le hacen a uno dudar sobre cuál escoger.

Muchas veces sentarme a escribir se convierte en una tarea obligada que choca de lleno contras mis deseos. Aparecen la desidia, la pereza, la responsabilidad, la constancia, la incertidumbre, el mal gusto, la inseguridad, la duda, incluso el mismísimo diablo. Todas las combinaciones que son posibles obtener con todos esos elementos se dan, una y otra vez, y hay que enfrentarse a ellos, a pesar del miedo y del cansancio.

Ángeles.

Hablemos de los ángeles, de las maravillas de la escritura, de la magia de la creación y de cómo uno puede verse sorprendido por una historia que se vuelve contra el escritor para proclamar su emancipación y luchar por ella.

Para mí, lo que más me engancha, lo que más me maravilla y me transforma cuando estoy inmerso en la escritura, es la capacidad que tiene la propia historia de cobrar vida ente mis ojos. Incluso, en muchas ocasiones, de dominarme y mirarme a la cara mientras yo desencajo la mandíbula.

Una mirada atrás.

En mi anterior novela, Reset, recuerdo cómo tenía mi estructura bien definida, sabía de donde venía y a donde iba. Conocía el camino, los personajes esperaban en la línea de salida, impolutos, plenamente convencidos de lo que yo había preparado. Y en un momento dado, en uno de los primeros capítulos, el grupo inicial de siete personajes decidió separarse en dos grupos y tomar caminos diferentes.

Yo no podía creer lo que había pasado, casi sin darme cuenta mis personales no estaban donde debían estar y la situación no era la que había planeado. La historia se dividía en dos y los personajes no atendían a mis órdenes, simplemente sentían y fluían en consonancia con las personalidades que yo les había dado.

Habría sido muy fácil borrarlo todo y volver atrás. Obligarles a hacer exactamente lo que yo quería, no salirse del camino ni un centímetro, levantar sus barbillas y marchar, pero no lo hice. La novela se me reveló, tomó conciencia de sí misma y tomó decisiones y yo la seguí a ver hasta dónde me llevaba.

No os podéis imaginar lo que disfruté. Era como estar en un sueño. Yo era el soñador, había diseñado los escenarios, los personajes y la situación, pero no podía controlarlo todo y el sueño avanzaba por sí mismo. Obviamente que sabía hacia donde iba, tenía más poder del que pueda parecer tras mis palabras, pero la libertad dentro de la historia siempre estuvo presente y creo que sin ella, la novela habría muerto antes de llegar al final.

Por supuesto que cumplí todos los hitos que tenía planificados y el final fue tal y como había previsto, pero el camino estaba vivo, se hizo divertido, lleno de sorpresas y hermosos giros inesperados. Nunca he encontrado un placer similar en ninguna otra cosa que haya hecho en mi vida. La escritura me da algo único.

La actualidad.

En la novela que tengo ahora entre manos, la cual es más compleja y requiere mayor atención, también se ha revelado como un ser vivo, independiente de mi. Aunque esa independencia no quiere decir que sea ajena, todo lo contrario. Me he encontrado con personajes saboteándome una situación que tenía muy controlada. Personajes que no tenía planeados han surgido por sí solos como fanáticos en una revolución y han asestado fuertes golpes a mis protagonistas. Y han agitado con vehemencia situaciones que de otra manera habrían sido anodinas y planas.

Para mi esta es la magia de la escritura. Vivir en primera persona cómo se crea la vida a través de tu cerebro y tus dedos. Cómo cuando la musa se sienta contigo algo ocurre y la vida se agita con la fuerza de un volcán.

Y me gustaría confesar, aunque ya lo he hecho en alguna otra ocasión, que mi implicación en Steemit me está dando unas alas que nunca habría imaginado. No sólo me está dando soltura a la hora de escribir, sino que me azuza constantemente y me enfrenta a la pereza y a no creer en mí. Ahora escribo más que nunca.

Gracias por leerme queridos compañeros, es un placer para mí abrirme así ante vosotros.

Un fuerte abrazo.