Título: A Torinói ló (The Turin Horse).
Director: Béla Tarr, Ágnes Hranitzky.
Género: Drama.
Duración: 146 min.
Año: 2011.

Abordo aquí una película no muy conocida y muy, pero que muy particular. Me topé con ella esta semana y de una manera que aún no logro explicar quedé atrapado de principio a fin.

Punto de partida.

El planteamiento de la película es tan original como curioso. A raíz de una anécdota que le ocurrió a Friedrich Nietzsche, el director Béla Tarr plantea esta película.

Un día Nietzsche, paseando por Turín, se encuentra en una plaza a un hombre castigando con dureza a su caballo con un látigo. El animal está rendido, hundido por el dolor, mientras el hombre no deja de lanzar la punta del látigo contra él. Entonces Nietzsche, horrorizado por la grotesca violencia que el hombre descarga contra el animal, en su mediocre intento de dominar el mundo, se abalanza sobre el caballo y lo abraza, en un gesto desesperado por protegerlo.

La película trata sobre el caballo, su dueño y la vida de ambos.

Puede que el planteamiento no suene atractivo, y siendo sincero, si yo leyese este texto probablemente no vería la película. De hecho esta crítica no es, ni será en ningún momento, un intento de acercaros a ella. Pero de algún modo he sentido la necesidad de escribir sobre la película y las impresiones que me produjo, y así lo hago.

El estilo.

Esta película tiene un estilo muy particular, que seguramente adoren unos pocos y detesten el resto. Si alguien te recomienda esta película diciéndote que es increíble, una obra maestra y luego la ves, seguramente le taches de “cultureta” y te burles de su postura de cinéfilo pedante. No os engañéis, hay películas para todos los gustos y por más rara o aburrida que os parezca siempre habrá gente que la ame, así que por encima de todo, mis respetos.

Esta es una película de planos muy largos y prácticamente carente de diálogos. Cuando digo planos muy largos me refiero a planos muy, muy largos. Para que os hagáis una idea, la película dura dos horas y media y tiene únicamente 30 planos. En la película Matrix, la persecución por los tejados dura un minuto y medio y tiene 87 planos.

A continuación os dejo la primera secuancia de la película:

A muchos os puede parecer muy aburrido, pero a los que de verdad disfrutáis del cine y la fotografía, os invito a que os sumerjáis en esta secuencia y os dejéis llevar. Ahora, al buscar el vídeo para ponerlo aquí, en el post, he sentido de nuevo esa llamada invisible que sentí cuando la vi el otro día.

La fotografía.

La fotografía es uno de los platos fuertes de la película, sin duda. Cuando empecé a verla no tenía ni idea de qué año era e imaginé que sería de los años 50. Sin embargo había algo muy diferente a las películas de aquella época que me hacía pensar una y otra vez que había algo que no encajaba.

Lo primero la definición, obviamente no es un dato novedoso, ya que las películas contemporáneas tienen una excelente definición. Pero en El caballo de Turín, en blanco y negro, la definición la convierte en algo crudo, sin dulcificar. Muestra el mundo de forma áspera, sin maquillajes ni artificios.

Y este es un punto muy importante. La película habla de la dureza del mundo. De la complejidad y el sufrimiento del hecho de vivir. De los filos que nos encontramos en el día a día y sobre los que tenemos que caminar para poder seguir en este mundo. Esa descarnada definición de la fotografía ayuda a dar el mensaje de la crudeza de la vida.

Otra cosa que me hizo dudar de la fecha de producción fue la elegante manera de encuadrar y mover la cámara. Revisad de nuevo el vídeo de arriba y observad cómo la cámara sigue al caballo y al hombre como si un ángel, o un ente ajeno a este mundo flotase alrededor de ellos mostrando lo que ocurre en la Tierra sin tomar parte en ello.

La banda sonora.

Esta película tiene una única melodía, que se repite una y otra vez a lo largo del filme. Los momentos en los que aparece la música, por supuesto, no son elegidos al azar y consigue que el espectador se zambulla de golpe en un mundo tan real como poco deseable.

Esa melodía se te pega y no te suelta incluso hasta el día siguiente. Es sencilla, pero densa, hipnótica y llena de sentimiento. Personalmente me parece una pieza tremenda.

Otra parte muy importante de la banda sonora es el sonido del viento, omnipresente. La película se desarrolla en mitad de un vendaval. No se sabe muy bien si el constante golpear del viento es cosa pasajera o propia de ese lugar, pero con el tiempo consigue convertirse en uno de los protagonistas.

Conclusiones finales.

El caballo de Turín es una película diferente, que busca provocar sensaciones fuertes en el espectador sin tener que recurrir a lo visceral ni a súbitos impactos visuales. Si te gusta el cine, si te gusta descubrir nuevas sensaciones te recomiendo que la veas. Como digo, tiene ese componente adictivo que me mantuvo pegado a la pantalla de principio a fin sin que el sueño hiciese acto de presencia en ningún momento.

Cada plano está elegido con sumo cuidado, mostrando absolutamente todo lo que es necesario en ese momento y nada más. Tus ojos pueden recorrer la pantalla por completo sin perder detalle de nada, teniendo así un idea perfectamente clara de dónde y cómo ocurre la acción.

Puedo aseguraros que la volveré a ver. No sé si más tarde que pronto, pero ocurrirá.

Mi puntuación para El caballo de Turín es 8/10.

Espero que os haya gustado esta crítica. Aquí tenéis otra:

Blade Runner 2049

Muchas gracias por leerme.

Fuente de las fotografías utilizadas en esta publicación:

Listal