Historias de la puta cárcel

"Historias de la puta cárcel" es mi primera novela, escrita exclusivamente para ser publicada por capítulos en Steemit. Basada en mi experiencia laboral y profesional, esta obra pretende ser un relato de ficción con diferentes historias breves e interconectadas entre sí, que reflejan la vida de variopintos personajes en un Centro Penitenciario de España y las circunstancias delictivas que les han llevado a su ingreso en prisión.   

Gran parte de los personajes, lugares, situaciones y casos son reales, aunque maquillados con algunos elementos inventados y añadidos para dar mayor consistencia y uniformidad a los diferentes relatos, así como para mantener de la mejor manera posible la privacidad de las personas implicadas.   

"Historias de la puta cárcel" es mi modesta aportación personal a la plataforma Steemit y al proyecto Cervantes. Espero que os guste.   

Capítulo uno.    

El vehículo policial se detuvo frente a la puerta principal del Centro Penitenciario. Una vez realizado el pertinente papeleo, el guarda de seguridad levantó la barrera que permitía el acceso al interior. Tras circular por una corta carretera, de nuevo otro control  con puertas exclusas para finalmente llegar al departamento de ingresos.

Matías se bajó del vehículo con dificultad; llevaba ambas manos esposadas y denotaba un cierto nerviosismo. Se trataba de la primera vez que ingresaba en prisión. Durante sus 42 años de vida había tenido varios conatos con la justicia con algunas detenciones por pequeños hurtos y una condena con una pena de 6 meses de trabajos en beneficio de la comunidad por un delito contra la salud pública.   

Pero esta vez era diferente, se le acusaba de asesinato y violación y la cosa pintaba muy mal. Los funcionarios de prisiones recibieron a Matías y procedieron al trámite habitual con cualquier nuevo ingreso: comprobar el mandamiento de prisión emitido por el juez, revisar y cachear sus pertenencias, tomar datos de filiación, huellas dactilares y la fotografía de rigor. 

Tras 10 minutos de espera y ya sin esposas, Matías fue invitado a trasladarse a una celda provisional en la que permanecería las 24 primeras horas de su ingreso para ser visitado por un médico que revisará su estado físico, y por un educador y una psicóloga que elaborarán un primer perfil y determinarán el tratamiento penitenciario que le será aplicado.  

La celda era vieja y pequeña, pero estaba limpia. Se notaba el paso de los años; repintada muchas veces, con una litera metálica y colchones de lana y un pequeño baño con ducha, lavamanos y retrete con recubrimientos metálicos para evitar roturas y mantener al máximo la higiene; nada de comodidades pero correcta. Pero a Matías no le importaba nada de eso; por su cabeza empezaron a pasar imágenes y pensamientos a una velocidad de vértigo. "Me dejaron colgado" murmuraba repetidamente mientras afloraba una mezcla de rabia y desesperación. 

                                                            Fuente

Matías llevaba viviendo 10 años en la isla. Llegó atraído por las ofertas de empleo en el sector de la construcción durante la época del boom turístico e inmobiliario. Nunca le faltó trabajo ya que tenía mucha facilidad para cualquier actividad que requiriese habilidades manuales; era el típico manitas, el que todo lo arregla. El último año estuvo trabajando para una empresa que se encargaba del mantenimiento en hoteles; trabajos de fontanería, electricidad o albañilería eran habituales en su día a día. 

Matías era cumplidor y muy trabajador pero tenía un defecto importante, y es que le gustaba demasiado la fiesta y el consumo de cualquier tipo de sustancia estupefaciente que altere el estado normal de la conciencia. Llevaba un elevado nivel de vida y para poder mantenerlo necesitaba determinados ingresos extras a los que le proporcionaba su puesto de trabajo. Para ello Matías se dedicaba en su tiempo libre al pequeño “menudeo”, venta de drogas a pequeña escala con el fin de poder mantener su status económico. Era habitual verle los fines de semana por los locales de copas del sur de la isla trapicheando con coca y pastillas; tenía su propia clientela y era bastante conocido en el ambiente nocturno.   

Aquella noche de viernes marcaría el destino de Matías. Todos los trabajadores de la empresa asistieron a una cena de fraternidad organizada por su jefe con el objeto de fomentar el compañerismo y el buen ambiente. La sobremesa se prolongó hasta bien entrada la madrugada mientras el alcohol corría por las mesas; quién más y quién menos había bebido más de la cuenta. Acabada la fiesta Matías y otros dos compañeros decidieron continuar con la velada. En un lugar apartado cayeron varias rayas de coca que junto al alcohol consumido detonaron una auténtica bomba de relojería. 

Conocían bien la zona y los hoteles en los que trabajaban y se dirigieron hacia uno de ellos que estaba en una zona más apartada y menos transitada, y en el cual era relativamente sencillo saltar la valla por la zona de los jardines. En su parte más baja había una piscina solitaria, así que decidieron darse un baño sin que nadie se enterarse. Algunas risas y el sonido del chapoteo del agua parecía que pudieran delatarlos, pero nadie del hotel apareció. 

En determinado momento Matías tuvo una idea maquiavélica. La arquitectura del hotel permitía escalar fácilmente hacia los balcones, lo que les facilitaría acceder a alguna de las habitaciones para robar. Si tenían suerte no encontrarían a nadie y en el peor de los casos los inquilinos estarían durmiendo y no se enterarían. No tuvo muchos problemas Matías para convencer a sus colegas. Sin apenas dificultad lograron su objetivo y se encaramaron a uno de los balcones del primer piso. La puerta de cristal de la habitación se encontraba entreabierta y la claridad de una noche despejada les permitía ver su interior.    

Continuará.