La bomba atómica se ensayó en la guerra civil española

in #spanish7 years ago (edited)

Se suele decir que en la vida se deben realizar, al menos, tres cosas:
-Plantar un árbol
-Escribir un libro.
-Tener un hijo.

Lo más sencillo es plantar un árbol.
De niño, durante las vacaciones estivales, solía dar largos paseos con mi abuelo Jorge desde Matallana de Valmadrigal hasta la Ermita. Tres kilómetros de ida y tres de vuelta que se me hacían eternos, bajo el sol de secano, acompañados por Mora y Bobby, que trotaban siempre cinco o diez metros por delante de nosotros, como para explorar previamente el terreno, quizás por puro instinto canino de protección hacia su amo.
Sudábamos mucho.
No sé por qué, pero mi abuelo nunca llevaba una cantimplora encima para sus largas caminatas. Estaba bien curtido. Luchó en la guerra civil española (le pilló en el bando nacional) y es probable que ni siquiera se percatara de su sed. Era un hombre fuerte. Le hirieron grave hasta tres veces durante la contienda, y fue el único superviviente de su compañía, al menos eso nos contaba. "Yo fui el primero en ver el Hongo"- nos narraba. Mi abuelo estaba seguro de que la aviación nazi había experimentado con las primeras bombas atómicas en tierras españolas, sobre todo cuando leyó en los periódicos lo que ocurrió en Japón nueve años después. "¡Eso ya lo vi yo!"- aseguraba. "Tembló la tierra. Nos quedamos mirándonos la compañía entera, unos a otros, impávidos, ante el desconocido estruendo. ¡Qué cojones ha sido eso!.. a los pocos segundos, allí a lo lejos, a unos cincuenta kilómetros, se formó la humareda que volví a ver en una foto en el 45"-decía.

El primer "árbol" atómico de la historia (a mí siempre me ha parecido más un árbol que un hongo).

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(foto de Pixabay)

Durante toda mi infancia siempre que podía estaba con él, porque sabía que me iba a contar alguna de sus "batallas". Porque siempre me ha interesado mucho la historia. Pero no la que se escribe en los libros, sino la que me cuentan directamente las personas.

Cuando mi abuelo trabajaba en la huertina de su casa leonesa me explicaba cómo había que plantar una lechuga o un tomate. Pero no fue en Matallana donde planté mi árbol, sino en El Rincón de la Victoria, en el pequeñísimo jardín que tenía mi abuelo en su apartamento de la playa. Lo compró poco tiempo más tarde cuando decidió quedarse indefinidamente cerca de su hija, mi madre, cuando ya se iba haciendo mayor. "Voy a plantar un naranjo. ¿Me ayudas?".
Y le ayudé a hacer un agujero en la tierra con la pequeña azada que tenía allí, para plantar la raíz que consiguió de algún vivero. Y se alegraba ver cada año que pasaba cómo crecía el naranjo, hasta que llegó el día en que comimos de su primer fruto: una naranja grande y carnosa que surtió nuestros postres durante 20 años.

Cuando venía de vacaciones, lo primero que hacía era visitar a mis abuelos. Y estando él bien de salud, recién cumplidos 80 años, le propuse que me contara sus memorias. Con un Minidisc y durante tres días seguidos grabé su historia. Entre otras muchas cosas, que espero poder transcribir algún día (quizás sea parte del libro que he de escribir para completar el "triunvirato"), me contó lo del árbol atómico en el Valle del Ebro. Porque creo que fue allí. Ahora mismo no recuerdo los detalles sobre aquella aventura, pero sí quedó registrado el periplo de Aragón.
Me resulta curioso que en España, en casi todas las películas que se han hecho sobre la guerra civil española los republicanos son los buenos y los nacionales son los malos. A mi abuelo le pilló en el bando nacional, y sólo él supo lo que realmente se siente al tener que disparar a un compatriota del que te separa únicamente (y ni siquiera eso...) una ideología política. Él desde luego, se sentía muy español, de León, de Matallana.
Allí descansan sus restos, en una urna, en el cementerio donde reposan también los de mis bisabuelos. Son mis verdaderos orígenes, por parte de madre, los que se encuentran en tierras de secano, en los campos de Castilla.

Mi abuelo murió hace 11 años y siempre me acuerdo mucho de él. Nunca hasta ahora le había dedicado unas palabras.
Pero hoy me vino este recuerdo que comparto con vosotros, queridos Steemians.
@titin

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Me encantó tu post. En tu primer párrafo planteas que en la vida se debe plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Inmediatamente mi memoria voló al encuentro con mi padre, quien siempre repetía el dicho. El sembró más de un árbol, tuvo más de un hijo pero nunca escribió un libro. Y cuando alguien se lo recordaba, con una gracia que le era característica, decía: Esa tarea se la dejo a mis hijos.
Ya aporté árboles e hijos a la vida y me pregunto si la tarea de escribir su libro y mi libro será mía.
En todo caso, gracias mil por tu ensayo. Te sigo

Todos los abuelos dejan marcados a sus nietos..

Así es ..

Recuerdo y relato se dan la mano. Me emocionaste.

Eso de que a los que les tocó la mili en zona nacional eran los malos sólo lo dicen los ignorantes y los malintencionados. Pero la gente normal ni es ignorante ni malintencionada.

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