HUÉRFANOS
En plena media noche, se escuchaba el ulular de los búhos y el aleteo de los murciélagos salían de sus guaridas en busca de alimento. Aparte de eso, solo se escuchaba el suave susurro del viento que removía las hojas del suelo de aquél bosque que parecía haber sido bendecido por los dioses con abundante vegetación y hermosura; pero que curiosamente parecía estar maldito con la soledad que caracteriza a los lugares tristes. La razón de esto último se debía a un hecho muy simple: había una maldición en ese sitio, que hacía que las personas que se acercaran allí sintieran multitud de escalofríos que los llevaban inmediatamente a abandonar aquél lugar. Incluso los más aventureros no pasaban de la vieja valla que cubría la entrada del bosque y se decía que aquellos que lograban hacerlo, no volvían a ser vistos jamás.
Las personas supersticiosas, decían que en ocasiones habían visto de lejos la figura de unos niños pequeños que recorrían el camino de entrada al bosque en un rápido caminar que ponía los pelos de punta de solo verlo. Muchos dicen que esas figuras son demonios que toman la figura de niños, pero otros creen que se trata de duendes traviesos que sales de sus guaridas para raptar a los niños del pueblo más cercano.
Después de dar mil vueltas en su cama, un joven de aquél pueblo fue testigo de este suceso. Al escuchar las risas que provenían de la calle frente a su casa, pensó que se trataba de los hijos de los vecinos que jugaban a sus juegos tontos; pero al observar el reloj encima de su mesita de noche, cayó en cuenta de que eran pasada la media noche y que para entonces todas las personas del pueblo, tanto niños, como adultos, deberían estar en sus camas. Entonces sintió pánico.
Se arropó con su sábana hasta la cabeza e intentó controlar con todas sus fuerzas los temblores que le removían las entrañas y no le permitían pensar bien. Son los duendes, dijo; son los Huérfanos.
En medio de todos estos pensamientos, le pareció escuchar la voz de un hombre y una mujer que hablaban por lo bajo. A pesar de que no era más que un susurro, aquellas voces le hicieron sentir un poco más tranquilo; después de todo, aquello le hizo pensar en que no era la única persona del pueblo que estaba despierta a esas horas de la noche. Así que con cuidado se quitó la sábana de la cara y se asomó a la ventana, y vio como muchas figuras oscuras que parecían ser niños ligeramente jorobados y vestidos con harapos, se escondían detrás de las casas para ver a una pareja que se dirigía al bosque llevando un bulto.
La mujer lloraba, y tras esforzarse por ver mejor, el joven pudo notar que se trataba de la esposa del alcalde, que era acompañada por el mayordomo del mismo. Le pareció raro en principio, pero aquella visión le recordó a una noche en la que era más joven (apenas un niño) y que había visto una escena muy similar: una pareja iba caminando con angustia y cuidado hasta el bosque mientras la mujer llevaba un bulto en sus brazos. Aquella vez, supo por medio de rumores, que la pareja en cuestión había perdido el bebé que tanto habían esperado; fue entonces cuando cayó en cuenta de que la mujer del alcalde llevaba un bulto similar y que el mayordomo miraba a diestra y a siniestra preocupado de que nadie los estuviese viendo.
-¿Desde cuando la mujer del alcalde había estado embarazada? - se preguntó para sí - El alcalde lleva al menos cuatro meses de visita a la gran ciudad y desde entonces no ha vuelto.
Fue entonces cuando cayó en cuenta y se sintió desgraciado por el alcalde que había estado siendo traicionado por las dos personas en las que más confiaba. Pero entonces la esposa del alcalde, en medio de sollozos silenciosos, dejó caer el bulto al suelo y el hizo saber a su acompañante que ya no podía continuar; realmente parecía estar sufriendo.
El acompañante, todavía agitado y contrariado, se inclino para tomar de nuevo el bulto, pero fue interrumpido por la risa de los seres que hasta entonces se ocultaban en las sombras. El bulto de mantas comenzó a abrirse como si de un capullo de mariposa se tratase, y dejó ver el feto que había en su interior, apenas comenzando a formarse. Y de aquél feto algo parecía querer salir, como si de un espíritu se tratase; era algo espantoso y siniestro.
La mujer dio un grito sordo cuando vio la figura del espíritu niño que había salido del feto y que parecía tener rasgos del hombre que estaba a su lado y de ella misma.
Fue entonces cuando se hizo más fuerte el alboroto de la risa de los huérfanos y comenzaron a sonar como especie de tambores. En medio de aquella escena siniestra, las luces de las casas comenzaron a encenderse y el espíritu que había salido del feto se acercó a la pareja y les dijo:
-Ustedes tampoco vivirán como deberían, ni morirán como se esperaría. Ahora me pertenecen.
Tras decir aquello, los huérfanos se mezclaron con las sombras y rápidamente se marcharon de aquél lugar. Dejando tras de sí el sonido del batir de las puertas de las casas y el asombro de las personas que se acercaban para ver como la esposa del alcalde y su mayordomo yacían en el suelo hablando incoherencias y con lágrimas en los ojos.