Mi Primer Muerto

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Allí está de nuevo, siempre esperando a que la soledad sea mi compañía para presentarse y entrometerse en mi cabeza. Sí, hablo del pérfido ruido que hace una pala cuando rasga la tierra de un cementerio olvidado. El problema, amigo mío, es que no se trata de cualquier pala, sino de mí pala.

Era insoportable saber que a ese maldito le iban a entregar la herencia. Ese viejo imbécil le quería mucho.

Escuchas “herencia” y te imaginas una mansión. El anciano vive en una ruina, no vale nada.

Desmembrar al cadáver, revolvieron los recuerdos de mis años mozos, cuando destripaba animales en el matadero del pueblo. Todo ese trabajo para sacar el cuerpo en un par de maletas.

“Me voy de viaje”, les dije a los desgraciados que me preguntaron para donde iba. Qué idiotas. Descuídense, y les paso el cuchillo también. De verdad que me provocó.

Podría hacerlo de nuevo; sacarle los ojos y pelarle el pellejo de la cara, después de tenerlo bien amarrado a su cama, mientras pataleaba, ha sido la experiencia más excitante de mi vida. ¡Qué gritos! ¡Qué alaridos!

Lo bueno termina, hay que rematar lo que se comienza. No te preocupes, cuando le saqué el corazón, lo hice con cariño, despacito. Luego, le recé unas oraciones.

Esta noche iré por él al cementerio. Beberé un vino tinto, de esos sabrosos, cuando le escarbe los sesos podridos a la calavera que me servirá de copa personal.

¿Sabes? Piénsalo bien antes de matar a alguien, podría ser que te guste.

Thomas Flores.

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