Sexo y amor en pocas palabras

in #spanish6 years ago

Resalta la importancia que esta acción natural en todos los seres vivos sexuados prevalece en la sociedad, porque cierto es que los seres humanos somos los únicos que además de emplear las relaciones sexuales como acto de procreación y continuidad de la especie, nos servimos más aún de éste para satisfacer nuestro hedonismo y como un medio de comunicación.

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El contexto bíblico que moldearon los líderes religiosos que conformaron los primeros concilios del cristianismo, se encargó de infamar el proceso mediante el cual la especie humana prolonga su especie, dándole un cariz de corrupción al “acto sexual”, desembocando en la deshonra de esta acción como un comportamiento pecaminoso. De esta forma es que las religiones más ortodoxas han utilizado nuestro modo de procrear como instrumento de manipulación para adoctrinar las conciencias de las masas, hasta el punto de intentar cercenar esta función fisiológica en los representantes eclesiásticos a través del *“voto de castidad”, para maquillarlos con pulcritud moral y darles el derecho de condenar como ”pecadores” al resto de la sociedad activamente sexual.
Para muestra tenemos como ejemplo el tan popular ”Pecado Original” del cual ningún mortal se puede escapar, o sea, la simple razón de haber nacido ya nos hace culpables; la tergiversación cometida en las ”Sagradas Escrituras” al darle un sentido sexual a la fábula de la manzana de Adán que, no teniendo que ver directamente con sexo, es tomada como fundamento para utilizar contra todo el mundo el “Pecado Original” como arma de manipulación. Cualquier persona con el buen uso de la razón se puede dar cuenta de lo absurdo que resulta prohibir las relaciones sexuales e intentar quebrantar el ”Principio de Generación” con que se ha perpetuado la especie humana.

Amor y sexo

Pasamos nuestra infancia haciendo uso de todas nuestras facultades menos las sexuales, que mantenemos en estado latente hasta que nos despierta la concupiscencia anunciando la llegada de la pubertad. En el resto de nuestra vida adulta le dedicamos más al sexo con la finalidad de satisfacer nuestras necesidades hedonistas que en la procreación, hasta que acontece el elemento divino que purifica la sexualidad, convirtiéndola en el medio de comunicación más sublime del que hagamos práctica los seres humanos: ese elemento es el amor.
A partir de este momento podemos establecer un nuevo término, que ha permanecido en boga durante mucho tiempo y que ha pasado indiscriminadamente a confundirse con la mera práctica sexual, que es ”hacer el amor”. La diferencia entre “hacer el sexo” y “hacer el amor” se hace abismal cuando, después de vivir experiencias sexuales dentro del contexto hedonista, trascendemos a un nivel superior y más espiritual al compartir nuestra intimidad ungidos por el amor… el encanto de Dios. El amor es capaz de unir a dos personas bajo un vínculo que se fortalece con la práctica sexual, estableciendo un medio de comunicación personal en la pareja que es capaz de llevarnos a estratos de placer que van más allá que cualquier experiencia terrenal que hallamos vivido, mientras conocemos en mayor grado a nuestro ser amado.

Animalidad y humanismo en el sexo

No debemos olvidar que la mecánica sexual es de naturaleza animal, ya que desde mucho antes de la aparición del ser humano en la Tierra los animales vienen practicando el sexo, y de ellos heredamos la forma en que traemos nuestros hijos al mundo. También debemos considerar que todos pasamos por un “proceso de humanización” mediante el cual nos vamos desprendiendo de nuestra ”animalidad” para hacernos más ”humanistas”, y nuestro cambio de percepción sexual también se refleja en la medida que evolucionamos espiritualmente. De manera que podemos establecer un sisma entre “hacer el sexo” y “hacer el amor”, que se nos facilita entender al compararlo con la diferencia entre la animalidad y el humanismo de cada persona: hacer el sexo es para la animalidad lo que hacer el amor es para el humanismo.
Cuando adquirimos conciencia de que todas las personas tienen cierto grado de animalidad y humanismo es cuando más cuenta nos damos que ni hacer el sexo ni hacer el amor representan actos ignominiosos; la mayor parte de los individuos socialmente regulares tenemos relaciones sexuales cuando alcanzamos la etapa adulta, pero no todos viven la experiencia de hacer el amor porque solo lo logran quienes alcanzan la capacidad de amar o el suficiente grado de evolución espiritual, que puede llegar a ser tan elevado que no sería necesario estar enamorado para hacer el amor. Jesús de Nazaret alcanzó el más alto grado de evolución y pudo ser capaz de amar a toda la humanidad, obviamente, por su condición de celibato, nunca se supo que hiciera el amor, pero al analizar su elevada espiritualidad me imagino que si el gran maestro hubiese sido promiscuo habría hecho el amor con cada mujer que le correspondiera, y no el mero acto de fornicación al que se dedican los promiscuos que conocemos.
A todos mis congéneres les deseo que despejen los prejuicios que tengan inserto en torno al sexo, y puedan disfrutar a plenitud de una sana actividad sexual. Esto requiere de responsabilidad ante la posibilidad de cometer descuidos que amenacen la salud de los amantes o de embarazos no deseados; y de buena voluntad para dar y recibir a rienda suelta, como acto de entrega total haciendo uso de nuestra libertad sin caer en libertinajes.

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