Nuestra misión en la vida
Somos los seres humanos la razón de la creación. Desde el mismo instante en que Dios creó el Universo comenzó un proceso evolutivo que, a lo largo de miles de millones de años, dio origen a nuevos elementos más complejos que los que aparecieron en "el Principio"; si bien algunos se extinguieron como parte del proceso natural de la evolución, muchos se han preservado para seguir formando parte de la estructura del cosmos, necesarios para lograr así su producto final y más elaborado que somos nosotros.
Para poder el Altísimo expresar su inteligencia, su amor, su belleza y sus principios, cualidades intrínsecas de su esencia, creó la herramienta perfecta para lograr tan complejo cometido, y para poder ser perfecta la hizo "a su imagen y semejanza". De manera que esta herramienta tan especial no se puede limitar a obedecer, como lo hace un autómata, cada mandato suyo; por ser semejantes a nuestro Padre y Señor gozamos de su misma libertad para actuar: poseemos "el libre albedrío".
Si bien este poder es común en cada uno de nosotros, ya que el libre albedrío lo poseemos todos los seres humanos, la integridad de todas las características que nos conforman nos hace diferentes a cada uno del resto de las personas, con defectos, pero también con virtudes que, en conjunto, nos hacen aptos para desempeñar tareas que cada quién puede realizar de forma sin igual, de manera que Dios nos trae al mundo con todas las herramientas que necesitamos, ni más ni menos, para realizar ”nuestra misión en la vida”.
En este punto del argumento cabe mencionar que ”el destino existe” y solo Dios conoce el de cada uno de sus hijos. Resulta paradójico saber que ”cada quién construye su destino”, precisamente por tener libre albedrío; de manera que tenemos dos premisas aparentemente opuestas: cómo es posible que estando el destino escrito, lo vamos construyendo al paso de nuestras acciones. Antes de ser concebidos cada uno de nosotros recibimos “el plan de acción” que nos toca desempeñar en el nuevo ciclo de vida que estamos a punto de comenzar, como parte del ”Propósito Divino” por el cual La Creación de Dios tiene su razón de ser. Al venir al mundo, solo las personas de elevado nivel de evolución espiritual se acuerdan de la misión terrenal encomendada por Dios, tal como lo hizo Jesús de Nazaret, quien de antemano supo quién lo traicionaría, quién lo negaría y las veces que lo haría, e incluso, sabía que iba a ser crucificado. Aun conociendo sus designios, nunca evitó alterar su destino considerando la importancia de su misión.
Lo cierto del caso es que los que aún no hemos alcanzado ese nivel de espiritualidad, por no recordar nuestra misión en la vida y haciendo uso de nuestro libre albedrío, casi que a la deriva, en ocasiones nos desviamos de ese camino ya trazado por nuestro Padre, cayendo en calamidades que no solo sufrimos sino que retrasan nuestro proceso evolutivo; y solo nuestro Señor tiene conocimiento de estas desviaciones.
¿Cómo conocer nuestra misión en la vida?
No es tarea fácil reconocer cuándo vamos por la senda correcta o en qué momento nos desviamos para poder corregir nuestro curso, pero existen algunas pautas que nos pueden ayudar a alcanzar nuestro propósito en la vida, en mayor o menor dificultad según se encuentre nuestro ascenso espiritual:
Nunca interfieras negativamente en la misión de los demás
Si de algo podemos estar seguros es que Dios jamás le encomendaría a alguno de sus hijos hacerle daño a otros. Las malas acciones cometidas en contra de los demás son desviaciones del camino que Dios nos trazó, ya que Él nos provee de las herramientas que necesitamos para obrar por su ”Propósito Divino” y éste solo se manifiesta bajo el contexto de la Justicia Universal.
Busca siempre hacer lo que más te gusta
Un indicador de tu misión personal en la vida es la atracción que sientes hacia cualquier actividad que te llama la atención, sobre todo de aquellas que se te hacen fáciles de realizar. Nuestro proceso evolutivo se desarrolla a lo largo de todos nuestros ciclos de vida, de manera que seremos más diestros y disfrutaremos de mayor placer en las actividades que hayamos realizado o que sean semejantes en vidas anteriores. Recuerda que nuestro Padre nos quiere ver felices y siempre estará complacido en ayudarnos cuando nuestra felicidad repercute positivamente en su Creación.
Diferencia las metas de corto y largo plazo
Cada vez que tenemos un emprendimiento hacia algún propósito que nos planteamos alcanzar nos vamos a encontrar con obstáculos que nos harán dificultoso el camino a recorrer, por eso debemos definir como “meta a largo plazo” el objetivo a alcanzar, y en el momento en que se presente alguna dificultad establecer una “meta de corto plazo” como contingencia al imprevisto, que consiste en buscar una solución al problema; de esta forma mantendremos aislada la dificultad de la meta que nos proponemos alcanzar, para así evitar cualquier desmotivación que afecte el alcance de nuestros objetivos.
Este artículo está dedicado a todas las personas que disfrutan de la vida haciendo el bien colectivo, para los que hacen el bien sin mirar a quién.