Jesús no murió en la cruz

No cabe duda que Jesús de Nazaret es el ser más extraordinario que haya existido en toda la historia de la humanidad, por ser magnánimo en todos los aspectos que pueden inmortalizar al ser humano, entre los cuales ser el más grande metafísico del cual se tenga registro por sus ”milagros” alcanzados.

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La filosofía cristiana ha dado a luz un abanico de religiones que cuentan con grandilocuencia la muerte y resurrección de Jesús cuando fue crucificado, resaltando este segmento de su vida como el acto crucial en la historia del cristianismo. Como muchos de los pasajes bíblicos, contados según las creencias precarias en conocimiento científico que se tenían en aquella época, la misma ciencia, al paso de su desarrollo, se ha encargado de develar muchos de sus ”misterios”, haciendo temblar los cimientos en que se sustentan las instituciones cristianas para ejercer su influencia de tinte místico en las sociedades.
Jesús, gracias a su insuperable conocimiento metafísico, logró desafiar las leyes de la física llegando a realizar proezas que, no en vano, entran en la categoría de lo que podríamos considerar como ”milagrosas”, entre las que cuentan devolverle la vista a los ciegos y, más sorprendente aún, traer a la vida a los muertos. Estos hechos ocurridos están muy por encima, en su carácter de complejidad, que el haberse podido provocar a sí mismo un estado de bradicardia que, disminuyendo su ritmo cardíaco, simularía su muerte en el momento en que se encontraba clavado en la cruz, y que le serviría para:

• Evitar un desangramiento excesivo que le pudiera provocar la muerte, por las heridas infligidas desde antes y después de ser crucificado.
• Hacerle pensar a los presentes que estaba muerto, y así evitar que intentasen rematarlo.
• Demostrarle al mundo de lo que somos capaces de hacer los seres humanos cuando alcanzamos el más alto grado de evolución espiritual, sumando a esto el resto de los milagros con que asombró a la humanidad, cumplió así la principal misión que Dios le delegó al traerlo al mundo.

De manera que lo que hizo realmente ”inmortal” al más excelso de los maestros no fue su muerte en la cruz (que no ocurrió) y su posterior resurrección, sino el legado filosófico e histórico que le dejó a la humanidad, en mayor grado que otros personajes, tales como Gandhi o Buda, quienes también alcanzaron la inmortalidad dejando su huella indeleble en la Historia Universal.