Aaron Pajich

No dejo de sentir indignación ante tan abominable asesinato ocurrido el 13 de junio de 2016, cuando dos mujeres, Jemma Lilley y Trudi Lenon, de 26 y 43 años de edad, respectivamente, le quitaron la vida al joven de 18 años, Aaron Pajich, con condición de síndrome de Asperger, a quien después de intentar estrangularlo le infligieron tres puñaladas, solo porque Lilley quería vivir la experiencia de matar a alguien, valiéndose de la ayuda de Lenon. El adolescente fue invitado por Jemma a su casa para distraerlo con unos videojuegos, cuando la homicida se le acercó por la espalda para ahorcarlo y apuñalarlo sin clemencia. Después de perpetrado el crimen Trudi limpió todo rastro de evidencia para luego enterrar el cuerpo en el patio.

Jemma Lilley y Trudi Lenon

Ambas homicidas recibieron por condena cadena perpetua en Perth, Australia, lugar donde aconteció el siniestro. Pero la amenaza a la seguridad de las personas especiales sigue latente en tanto no se les brinde un cuidado personalizado, que solo sus padres o representantes les pueden dar, debido a una serie de características que no solo abarcan el tipo de condición TEA (Trastorno del Espectro Autista) que posea, sino considerar el vecindario o los lugares a los que asiste cuando ya adquieren cierta edad con la que se hacen más independientes.
Quienes estamos al cuidado de estos ángeles debemos entender que el peor de los males que atentan en contra de su seguridad no está en ellos mismos sino en el entorno que les rodea, porque las personas que buscan hacerle daño a otros, sin que haya una justificación personal, seleccionan a los más vulnerables como posibles víctimas, y los casos TEA representan opciones apetecibles para los inficionados, ya que las probabilidades de éxito en sus fechorías son mayores haciendo uso de la persuasión para hacerlos caer en sus trampas.

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Debemos conocer plenamente las vulnerabilidades presentes en nuestros protegidos, entre las que cuentan generalmente las siguientes:

• Inocencia: No conociendo la malicia, las personas TEA entregan su confianza a cualquiera, por extraño que sea, que intente interactuar con ellos, sobre todo si el desconocido les ofrece algo que despierte su interés.
• Carencia de liderazgo: Las personas, sean o no de condición TEA, con esta deficiencia siempre se pondrán a disposición de todo aquel que despierte su admiración por su carácter de líder. En los grupos de niños podemos notar en algunos casos que repiten el comportamiento de uno de ellos que va a la cabeza del grupo, sin discernir si es bueno o es malo lo que el dominante sugiere. En el proceso de sociabilización de los casos TEA, por sentirse rezagados ante el resto de un grupo de personas regulares al cual quiere formar parte, se les hace imprescindible seguir a cabalidad los mandatos del líder del grupo, porque de esta forma demuestra identificarse con éste buscando la aceptación de sus integrantes. Pero la historia nos demuestra que no todos los líderes son benevolentes, y siempre que sigan los pasos o mandatos de un mal aliado no encontrarán más que problemas.
• Falta de carácter: Aun cuando la persona TEA llega a comprender que una petición sugerida es adversa, sus limitaciones cognitivas facilitan doblegar su iniciativa a negarse a hacer algo que considera indebido, dejándose convencer ante la insistencia de un mal concejero.

Es cierto que no podemos pretender acompañar a nuestros hijos de condición TEA para todas partes cuando llegan a la adolescencia, ya que esto podría ser contraproducente para su desarrollo integral, sobre todo en el aspecto social, pero conviene enseñarles que siempre nos digan hacia donde van, con quién se van a ver y que nunca cojan hacia otro lugar después de llegar al sitio pautado sin previo aviso; solo se les concederá el permiso si tenemos pleno conocimiento de los sitios y las personas con quien se van a encontrar. En caso que el sitio o persona sea desconocida para nosotros, no se les puede permitir la visita hasta después de hacer una investigación exhaustiva y estemos plenamente seguros de que no corren ningún riesgo. Recordemos que la maldad está a la vuelta de la esquina y no escoge como víctima a los más fuertes, astutos o a otros igual de malvados, los que obran con malevolencia son cobardes al acecho de un ángel.