¿Cuántas veces mudamos de piel?
Más de las que desearíamos, teniendo en cuenta lo poco que nos gustan los cambios, pero no podemos contestar esa pregunta, desconocemos la escala de valores que impone el obligado cumplimiento de las tablas nunca escritas en las leyes de los árboles, sólo sabemos que tratamos con un imperativo de gran categoría, tan grande, que es imposible no renovar el órgano más extenso de nuestro cuerpo, alquímicamente hablando.
El momento de las transformaciones también pertenece a misteriosas circunstancias, no responde a patrones fijos, los mapas de los que se sirven los científicos para adentrarse en esos territorios extranjeros están aquejados de melancolía. Ellos dicen: cada dos años, cada cinco, cada siete, sin darse cuenta de que, simplemente, están pidiendo auxilio a los números, que tanto nos maravillan con sus huecos y sus ángulos.
Porque el hecho puede suceder al paso de una mota de polvo deslizándose por la superficie mercuriana del espejo mortecino. Cuando el sonido de los rayos de la luna ciega son más elocuentes. En el momento en que un escalofrío recorre la columna vertebrada y aritmética, al soñar esas cosas que olvidas al despertarte, si notas olor a romero sobre la última nieve de marzo. De esta forma vamos acercándonos a lo desconocido, más por instinto que por antojo.
Tus post son realmente llamativos e unicos. Te sigo. Sigue así
Agradecida por tu paso por aquí, nos vemos, alfonzoale.