El dolor crece. Invasión de la privacidad. Alguien se acerca y su único pensamiento es "¿qué viene a hacer él/ella aquí?" Llegarle a una persona que ha perdido a un familiar no es nada sencillo.

En mi post anterior relaté un poco acerca de mi experiencia cubriendo la fuente de Sucesos. Esta vez, tal como lo prometí, hablaré de cómo conseguir la información que necesitamos... o cómo la consigo yo.

 

Nunca será sencillo acercarse a una madre a quien le han asesinado un hijo y hacerle esa cruda pregunta: ¿cómo lo mataron? Si les llego así, debo ir bien preparada para escuchar gritos y recibir golpes. O al menos eso haría yo si me lo hicieran. 

Afortunadamente, en este corto tiempo que llevo dedicándome a eso, no he recibido tantos malos tratos. Pero conozco compañeros a quienes han quemado con cigarrillos, a quienes han golpeado, e incluso han escupido. Y sí, son reacciones naturales de una persona que se siente invadida. Y eso hacemos, invadimos ese momento de dolor, de privacidad, de negación y/o, en el mejor de los casos, dura aceptación. 

Muchos periodistas han desarrollado sus propias estrategias. Pero, aunque no estén especificadas en un manual o un libro, intentaré categorizarlas de la siguiente manera:

ADVERTENCIA: No son estudios científicos, ni están basadas en un análisis profundo de acuerdo con una encuesta realizada a 500 periodistas. Es ÚNICAMENTE mi experiencia y percepción sobre mí y mis compañeros.

1. El camaleón: hay quien llega al hospital o a la morgue sin libreta ni bolígrafo. Un café en mano y un cigarrillo bastan para pasar desapercibido. Se sienta cerca de los familiares, conversa sobre el tráfico, sobre el clima, lo difícil que es comprar los repuestos del carro... y, finalmente, sobre su familiar. Básicamente, el camaleón se gana la confianza de esa madre a quien le asesinaron al hijo; o de ese hijo que perdió a un hermano; o del esposo cuya pareja chocó el auto y murió. La información prácticamente llega sola, pero la memoria debe estar sumamente entrenada para recordar con exactitud los detalles. Además, se debe contar con un buen fotógrafo que haga las capturas sin ser visto (a menos que al final se confiese ante los familiares y diga que es periodista).
2. El rudo: "Buenos días / buenas tardes. Soy periodista, ¿me puede decir qué le pasó a su familiar"... Sí, así, sin anestesia. Ir directo al grano e imponer su postura. Este tipo de reporteros también suelen tener suficiente tiempo en el ejercicio de la profesión. Se acercan a los parientes del muerto con una expresión seria y a la vez despreocupada. Buscan los datos puntuales y se apartan. Una vez escuché a alguien (a quien yo ubicaría en esta categoría) decirle a una persona que no quería aportarle suficiente información: "Bueno, yo le pregunto sólo porque es mi trabajo. Quiero conocer su versión, pero si prefiere no hablarme no hay problema. Simplemente no se moleste cuando salga algo con lo que usted esté de acuerdo; yo tengo que buscar por otros medios". Y era una chica...
3. El otro familiar: Casi lloran fuera de la morgue. Le preguntan con tanto dolor a los familiares, los abrazan, les transmiten consuelo... si los dejan un rato más, se van al velorio. Ok, a veces nos toca ir a los velorios y sepelios, pero sin exagerar.
4. El adaptado: Debería ser el ideal... debería. Pero suele pasar por manipulador o algo peor. Este grupo de periodistas pueden ser camaleones (bebés, porque igual buscan su libreta) u 'otro familiar'. Llegan, saludan, y bajo perfil comienzan a sacar la información.

Puede haber mil categorías más, pero por los momentos no he tenido tantos compañeros de trabajo.

Aunque lo importante es conseguir la información, mantener el contacto y las buenas relaciones será beneficioso. Pasados los días, puedes requerir una nueva conversación con la familia.

"Buenos días, señora. Disculpe que la moleste en este momento tan difícil. ¿Usted es familiar de XXXXX?"

En caso de Sí: ¿será que me puede contar qué le sucedió? || En caso de  No: mmm... ¿y quién es su familiar?

Al menos esos son mis comienzos, aunque todo dependerá de la circunstancia. Siempre.  Es algo que nunca, jamás, se aprende. Cada familiar, cada fallecido, cada circunstancia y cada reacción es distinta a la anterior y uno jamás va a estar preparado para afrontarla.

Pasado el inicio, o convencida la persona para que hable, lo que queda es preguntar y preguntar. A veces ellos mismos se encargan de dar la información completiiita... "echan el cuento", por decirlo de alguna manera. Otras veces, hay que exprimir lo poco que nos dicen. Y seguir preguntando.

Qué pasó, cuándo, a qué hora, dónde, quién fue/quién lo hizo, cómo sucedió, quién más estaba, cuáles fueron las causas, cuántos hermanos / hijos tenía, dónde vivía... e incluso dónde será sepultado. Infinidad de cosas que permitirán relatar la historia.

"Hoy soñé con algo horrible: mataron a alguien de mi familia. Estaba en la morgue preguntándole a mi mamá qué había pasado y anotando todo en mi libreta".

Sí. Esas cosas pasan. Más de una vez he soñado con masacres o con casos muy cercanos y, créanme, es duro asimilar que sólo fue un sueño. Naturalmente, sucede por el contexto del día a día. Estamos rodeados de un ambiente de muerte y eso nuestro subconsciente lo recoge por completo y lo proyecta en nuestros sueños, actitudes o recuerdos. Es ahí cuando debemos crear una barrera entre el trabajo y la vida personal, aunque la línea divisoria sea extremadamente delgada.

No por decir "este es mi trabajo y tengo que preguntar" una persona se vuelve inhumana. ¿Qué harían los médicos cuando muere un paciente de cáncer? ¿O un abogado defensor cuando su cliente es declarado culpable? Es exactamente lo mismo: no tomarlo como algo personal, porque puedes somatizar (según la Real Academia Española:  "transformar problemas psíquicos en síntomas orgánicos de manera involuntaria") esos pensamientos. Es ahí cuando comienza el estrés, los problemas gástricos... y de eso les puedo contar historias (no muy lindas). Pero no lo haré.

En resumen, es realmente importante saber cómo abordar los casos, pero a la vez mantenerse al margen.