Tu relato me recordó la historia de Luisa Cáceres de Arismendi, heroína venezolana que fue encarcelada en el Castillo de Santa Rosa de la Isla de Margarita, para presionar a su esposo a que se entregara. Cuentan los lugareños de la isla, que Luisa encerrada en un cuarto oscuro y vacío lograba enviar y recibir mensajes ubicándose en un extremo de su celda, mientras en el extremo opuesto quién le llevaba la comida podía hablarle en voz muy baja y escucharla sin acercarse y sin que el carcelero se enterara. Si visitas el castillo puedes experimentarlo.
Interesante historia. Este tipo de recursos eran muy frecuentes y no sólo se utilizaban para mantenerse al tanto de conversaciones sino también como recursos en los templos, donde se hacía ver a los fieles 'que el dios o la diosa' en cuestión, lo conocía todo y no se les podía ocultar nada. En este sentido, formaba parte de la puesta en escena de innumerables ceremonias. Tal vez algún día tenga ocasión de visitar el castillo y comprobarlo. Saludos