Hay momentos tristes que han durado por los años, imposibles de borrar, difíciles de entender, la vida no es en línea recta, la vida no es lo que queremos cuando la debemos recorrer.

Perderte bajo la sombra de los arboles no fue fácil, sólo recordar tu cuerpo inmóvil es tan duro que me quita la respiración. Regresan las lágrimas y no encuentro perdón. No tenías que estar en ese lugar, no debías ser tú.

El brindis que el tiempo hizo cumplir, aquellas palabas sobre vivos y muertos que no debí decir, retumban en mi mente y no me dan el perdón aunque el cielo se empeñara en regalarme nuevamente el amor.

Luz de la mañana que se apagaba sin decir adiós, no me dio tiempo de auxiliarte, ni de abrazarte mi amor. Sólo alcancé mirarte a lo lejos, no olvido tus cabellos como rayos de sol. Y esa voz que me decía que todo estaría bien, se perdió en un momento cuando la luz se apagó.

Horas sin saber que pasaba, no supe de ti hasta que alguien a mí se abrazó buscando el consuelo que no se quedó. Tú y yo brindamos, y ahora sé que no fue de Dios, era el destino que nos despedía en el más triste adiós.

Cada día te amo más, te perdí cuando te necesitaba más, y contigo me perdí yo. No puedo detener las lágrimas, no puedo decirte adiós, ni siquiera ahora que celebro la vida de tu ángel encomendado por Dios.

Vi los ojos de miel que más quiero llorarte, entonces no te podía regresar, ahora tu camino me queda grande, un espacio que jamás nadie podrá llenar, vi tu pequeño poema ser valiente, vi tu obra su sueño lograr. Pero no puedo regresarte, ni abrazarte, ni siquiera puedo dejar que me vean llorar.

Curabas la vida, entregabas al mundo valor, no entenderé nunca la decisión del señor, yo sólo pedía volverte a hablar, volverte a escuchar. Todavía recuerdo el cariño con el que escogías las flores que yo debía llevar, como me mirabas como si miraras una parte de ti en aquel vestido que me hiciste seleccionar.

Dios desde su grandeza me regaló un día más, de las manos que llevan tu anillo a mi pequeña ayudaste a llegar. Hoy lloro lo que no lloré en tu despedida, yo debía ser fuerte, tuve que consolar, pero dentro de mí la tristeza se quedó para siempre, te extraño aún más. Tu decías que yo era tu pequeña, tu mi ejemplo de andar.

Si es melancolía, que me perdone hasta el mar, pero once y más años yo te voy a llorar. La vida tiene curvas que no se deben tomar, y personas que jamás se olvidarán. Te amo. Y amo el regalo que me permitiste celebrar.