Siempre hacía bromas sobre el pollito negro antropomorfizado que pasaban en las viejos comics animados, el pobre pollo sufriendo las injusticias de las que por forma casual era objeto. Pero sin duda, es tan expresivo que creo más de uno siempre lo relacionó con esos días que todo sale al revés.

Imaginemos la mejor de las escenas, en donde todo sale perfecto, un gran paisaje, un sitio para descansar, poder escapar del ruido de la ciudad, y que simplemente estando en él tengas un accidente leve pero que te impida disfrutar de todo lo que pensaste podrías lograr. Definitivamente la sensación es frustrante. Sin embargo, no todo debe ser visto tan mal porque podríamos desencadenar una secuencia de sucesos que nuestra mente llega a magnificar como negativos y terminamos siendo el personaje del comics.

¿Alguna vez tuviste un sentimiento de que debías ocultarte porque todo salía al revés? Quizá en ese momento fuiste atacado por un sentir sin explicación, miedo, desesperanza, quizá por momentos fuiste el pequeño pollito en búsqueda de justicia.

Esto me sucedió hace poco, innegablemente la condición país hace que nos sensibilicemos al extremo, solemos quejarnos demasiado, nos quedamos estacionados en los miedos, en la oscuridad y estamos perdiendo sonrisas, viajes, vida. Dejé de ver los detalles lindos, sólo me enfoqué en lo malo como sumergida en un sueño terrible a mis oídos, pensé ¡No es justo!, sonreí por aquella famosa frase de Calimero.

Me sorprendió leer que en algunos artículos lo han denominado “síndrome de Calimero”, en serio, ver la complejidad del asunto hace que lo miremos desde otra perspectiva. Nos podemos llegar a hacer daño de no reconocer las cosas que nos afectan. Por eso, siempre, hay que expresar los sentimientos e intentar buscar alternativas que mejoren las situaciones que vivimos, si nos sentimos mal pues debemos pensar en las cosas positivas, idearnos nuevos retos, asumir nuevos compromisos, ocuparnos de las cosas que nos gustan o esperar el día siguiente para levantarnos nuevamente a caminar. Así es de simple, quizá no muy fácil pero no imposible.

Lo bueno de la tristeza es que nos permite conocer los momentos alegres, lo bueno de enfrentarlas es dejarnos aferrarnos a las alegrías, escoger lo bueno, lo que nos gusta. Y si en nuestro sentimiento involucramos a alguien más es importante hablarlo, no hablar por hablar, es considerar sentir o ver como el otro. Disfrutar es la idea más acertada a escoger. Disfrutar nuestro trabajo, la familia, los momentos con las personas que amamos, el simple hecho de existir.

El mensaje es no dejarse abatir por las interpretaciones que hacemos en nuestra mente de las circunstancias que nos rodean, si concentramos la atención en los detalles buenos, si flexibilizamos el perdón podemos deslastrarnos de las tristezas, porque en realidad los pollitos negros bebés pueden llegar a ser una verdadera ternura. Y el dolor que se siente profundamente puede llegar a sanar mejor que aquellos que son leves.