EN UN INSTANTE (Cuento) || Por Siomara Salmerón (2006)

in #spanish6 years ago (edited)

Comunidad

Quiero contarles lo que hay tras esta historia.

En el año 2006 tenía 16 años. Esta fue mi primer texto en narrativa con semejante longitud.

En ese entonces veía bastante televisión, pasaba bastante tiempo en casa, y mucho de ese tiempo llegue a dedicarlo a intentar escribir cosas; mi búsqueda era entre lo interesante... Quería escribir algo bueno. Buscaba hacia el suspenso, pero poco pude lograr realmente cautivador.

Uno de mis canales de TV preferidos era Nickelodeon (lo se...) y de entre toda su programación, para mí, no había nada como Ginger (en inglés, "As told by Ginger"). Su opening me encantaba, que con los años descubrí era un tema de Macy Gray compuesto especialmente para ser el soundtrack oficial para abrir el show, tema aparentemente llamado "I'm in between" (yo estoy en medio).

Lo especial de este show animado es que Ginger era una puberta de 12 años y la serie trataba acerca de su vida, netamente. Ella y sus conflictos de pre-pre-adultez. Y lo genial era que ella no era popular pero tenía un encanto rarísimo, y esto la hacía siempre ser visible dentro de determinados contextos. Era muy creativa, madura, y era la hija mayor de una madre soltera cuya profesión era la enfermería.

Una de las fases de su vida, que ocupó algunos capítulos de la serie, trató la incursión de nuestra chica protagonista, Ginger Foutley, a través de la poesía. Durante ese momento se mostró de ella, en la serie, un lado creativo muy genial, y mucha más madurez. Yo me sentía siempre tan identificada con el personaje. Yo que realmente siempre he sido la chica que escribe, me sentí inspiradísima partiularmente por un poema, llamado "Ella se fue".




"Ella se fue" por Ginger Foutley // Decidió caminar sola, aunque otros se preguntaban porqué. Se negaba a mirar al frente y vio hacia arriba, hacia el cielo. No tenía comprañía. No necesitaba nada saludable. Solo quería libertad de lo que sentía eran cuerdas de marioneta. Soñaba con ser un ave para poder volar lejos. Sentía lástima por el cesped que debía quedarse plantado. Deseaba ser una llama que bailara envuelta en brillo. Sentía celos del vapor que hacía del aire su única casa. Algunos dicen que ansía mucho, otros que por mucho tiempo. Y un día de otoño despertamos para descubrir que ella se fue. Los árboles dicen que fueron testigos; el cielo se niega a hablar, pero alguien que sí lo vio dice que todo salió bien. Ella extendió sus brazos, respiró al amanecer, renunció a todo lo que tenía, y luego se fue.



Ese poema, en particular el video, me encantó. El 2006 es el momento es el que hice la última corrección al cuento, y es el momento que escogí indicar como data del texto.

¡Disfrútenlo!

EN UN INSTANTE

Bajando estoy por una incierta escalera. Mis instintos de muerte guían mis pasos. Bajo y sigo bajando.

Me encuentro con un anciano sentado sobre una piedra; me mira de reojo con un ojo medio abierto y el otro medio cerrado. Me dice en tono conciliador: “No te asustes; no soy el ser que crees, mucho menos tu conciencia, pero sí tal vez soy tu primer encuentro determinante en estos senderos de oscuridad y extravío. Escucha lo que voy a decirte y luego podrás seguir tu camino. ¿Dónde están los números que guían tus senderos a ninguna parte? Camina con ojos cerrados pero con mente abierta. Como diría mi amigo El Rojo, el de larga cola y extraña cornamenta: Camina con la mirada hacia el horizonte que aquí no existe por si, al ver al suelo, cae alguna gota de agua de este cielo de oscuridad sin estrellas, o por si al ver el cielo tropiezas con lo que puedas encontrar en este suelo que parece ser lo único real en este mundo de tinieblas”.

¿Su amigo El Rojo?... Sólo uno de mis pensamientos, preguntas que nos hacemos constantemente y de las cuales no esperamos ninguna respuesta. ¿Por qué? Pues, pudiera ser por muchas razones, pero en mi caso lo que ocurre es, simplemente, porque conozco la respuesta, pero no quiero escucharla.

“No pienses, muchacho -dijo el anciano-. En las paredes de esta oscuridad danzan demonios. Demonios que piensan, ven, oyen, y sienten más allá de lo que para ti es cierto. No pienses, pues ellos atormentan a las personas como tú a través de sus propias mentes”. Buen consejo.

La oscuridad nubla mi mirada. Más vale oír al viejo cuando la única opción es confiar en la voz de un sabio. Sigo bajando…

El camino es cada vez más duro, pero la búsqueda de la muerte me da fuerzas. Me incita a saltar desde el borde de mi abismo, y más ahora cuando mis ojos acechan la roca que pueda hacerme tropezar si la oscuridad me impide ver.

Esperar… Esperar sería la solución más conveniente, pero el tiempo sigue y no aguarda, y mucho menos a mí que sueño despierto y vivo dormido. Esperar, esperar lo hacen muchos. La muerte ha estado muy ocupada últimamente, así que no valdría la pena armarme de paciencia en una roca hasta que dé una segunda vuelta y pase por acá, aunque muchas personas lo hacen y logran su meta.

Una línea: De un lado la vida, el sufrimiento, las limitaciones y la luz. Y del otro la muerte, paz, la eternidad, y esta tiniebla que tanto yo odio y que ahora me ahoga… la misma oscuridad a la que ya me estoy acostumbrando.

Más adelante en mi camino me topé con un hombre que llevaba un rumbo torcido. ¿Caminaba hacia atrás? No estoy seguro, pero por lo menos eso parecía. Iba con la barbilla pegada de la espalda, y su barba caía de manera extraña. Le pregunté cuál era su rumbo, y solo respondió:

–Mi condena ha sido caminar con la mirada hacia el pasado; mi paso a través de estos días de oscuridad no es como el tuyo. Vivo en el pasado, mientras tú vives…– parecía dudar de la palabra que venía a su mente y complementó
–… el futuro. Vivo el miércoles, mientras tú vives… El viernes– Agregó, nuevamente con tono inseguro –Pero me voy. Ya no quiero seguir haciendo paradas en mi camino. Debo continuar para llegar al mañana, pero no quiero ser alcanzado por mi pesadilla…– esta vez buscando un tono más seguro
–… El presente. Mi vida no va al ritmo de la tuya; el tiempo se burla de mis días así como de mis noches–.

No quise hacer más preguntas y seguí adelante.

Luego me encontré con un anciano de capa gris. Pregunté qué hacía allí, y respondió: –Mi deber es llevar a quien va con llanto, rumbo al dolor eterno. Si entra en mi barca, le daré un paseo a través de las instalaciones. De esa manera disfrutará de una paz profunda al sentirse navegando en estas lívidas aguas. Por el precio no debe preocuparse, el valor no es muy elevado, solo debe entregarme su alma–, dijo mostrándome el fondo de lo que parecía era un lago. Me asomé a orillas de éste y vi almas retorciéndose. Logré escuchar los más desesperados gritos y llantos, llantos que me decían por sí solos que había sufrimiento. Así que, tratando de evitarlos, tapé mis oídos pero era imposible dejar de oír aquel escándalo. Solo los ignoré y continué mi sendero. Entonces oí una voz femenina, con una dulzura impensada pese a su tono áspero. No pregunté ni dije nada pues consideré que si se trataba de un espíritu guía me daría un consejo –me hacía falta.

Silencio y oscuridad se apoderaron de mi ser, de lo que sentí en ese momento. Largos senderos había recorrido y por primera vez temí a la incertidumbre, la misma incertidumbre que me acompañaba desde los inicios de mi búsqueda y que se había convertido en mi único alimento desde hacía mucho tiempo.

Me sentía sólo, pero más allá de mi soledad percibía una presencia.

Mi piel toda sentía que la voz era cada vez más cercana: las voces no se sienten, pero en las tinieblas hasta una gota nutre suficiente un río. Sentía esa presencia cerca, cerca, cerca,… Tomaron mi hombro. Sentí el peso de una mano helada, un frío mucho mayor al que ya sentía al querer morir. No sabía de quién era la voz, pero algo dentro de mí me decía encontrado lo que buscaba.

En un instante conocí la infinidad que representa un momento de luz en una vida con su ausencia. En un instante quise morir, y a la vez odié haberlo deseado. En un instante un vacío a mis pies me dijo que, incluso antes de entrar en caminos de oscuridad, ya estaba muerto, y que empecé a morir cuando dejé de soñar, así como culminé mi muerte al entender que en este mundo, que consta de cosas visibles y no visibles, así como de matices de tonalidades blancas, grises y sobretodo negras, nada era para siempre y mucho menos la vida.

Un instante bastó para comprender que mi vida y lo aprendido a lo largo de ella fue casi ínfimo en relación al conocimiento que recibí en aquel breve segundo. Un instante en el que me jugué la vida, y gané la muerte.

Por: Siomara Salmerón (Junio 2006).

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Las imágenes que comparto en este post fueron todas tomadas por mí en un viaje a Cali, Colombia, hace 3 años. El cuento de mi autoría no se encuentra actualmente publicado en ningún site o blog.

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Ay, me encantó. Hermoso escrito; bellas fotos. Y yo también amo a Ginger! No me la perdía nunca. Mi poema favorito de ella es Hola, extraño <3

Jajajaja ¡Iba a colocarlo! Pero fue éste al que quise directamente hacer referencia sin dar muchas vueltas, pues es el que me dio un contexto para escribir el cuento.

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