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Este cuento corto forma parte de una serie que estoy escribiendo sobre las cosas de la cotidianidad, hechos absurdos, aberrantes o propiciados por la violencia o el dolor y que muchas veces parecieran entrar como actividades normales donde ya no hay asombro posible, por eso los enmarqué como pequeñas crónicas de lo cotidiano.

Crónica de una despedida no planificada

Él no vivía solo, pero así lo parecía, su mujer, digo su esposa, siempre visitaba a su familia o a cualquier vecino menesteroso y él quedaba en compañía de un viejo perro y un telefonito. -- Así le decía.

Hablaba mucho cuando tenía la oportunidad y exponía sus teorías sobre la vida, la felicidad y otros asuntos cotidianos.
Hablaba pausado, como para no repetir lo dicho. Los vecinos, algunos sabían de sus aventuras virtuales.

Un día bastante soleado no lo vimos, digo, tres días calurosos no lo vimos, solo supimos que estaba allí, en su casa porque su olor inundó el ambiente. Su perro lloraba la despedida mientras alguien que no recuerdo llamaba a los bomberos.
Por la ventana pudieron verlo, como un globo tirado por el piso, sostenía su teléfono, atendía su última llamada.

_{Fuente perro
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