Relato. Las primeras horas del día.

La alarma del despertador suena, se escucha como si un camión hiciese uso de su bocina en mi oído. Abro los ojos con dificultad, me levanto de la cama y me dirijo al lavamanos, enciendo la luz y me veo en ese espejo lleno de suciedad, la barba la tengo algo crecida y no hay cosa que odie más que dar a lucir algo que no se me ve bien, hay que erradicarla. Cepillo mis dientes, tomo una ducha con agua helada y voy espabilando de a poco. Un pensamiento fugaz me llega; necesito comprar más jabón pronto o no habrá quien aguante mi olor, ni yo mismo me aguantaría.

Al salir, dejo que la toalla y el aire de mi viejo ventilador hagan el trabajo; me visto, me preparo un desayuno rápido de pan con algo de queso, tomo un vaso de agua a temperatura ambiente y me dirijo a la parada del bus, este debe estar por llegar. En esta puedo darme una idea de qué clase de personas me van a acompañar, una viejita que muy posiblemente se quede de pie todo el viaje, un hombre con los ojos llorosos, quizá abatido por el amor, y una chica que se está tomando fotos a cada cinco minutos.

Por fin llega el bus, la chica sin pensarlo dos veces hace un lado a la viejita, la viejita con su paso lento sube de a poco, el hombre de ojos llorosos parece no estar en este mundo y se queda. Yo soy el último en subirme, como imaginé la pobre anciana se queda de pie, pero sólo unas cuántas paradas hasta que por fin alguien le sede el puesto porque no lo va a usar más. Es algo que he visto ya con frecuencia. El autobús se agita, al conductor se le hace divertido pasar por todos los baches. Escucho cómo unas personas en la parte de atrás están conduciendo; creo que un señor le tocó sin querer el trasero a otro, me pregunto si tendrá pareja y si sabrá que su marido le está siendo infiel en un autobús. Hacen un espectáculo, pero no pasa de sólo palabras. Que su mano estaba sucia, que lleva todo el rato presionando su paquete contra él; siguen siendo cosas cotidianas.

Casi llego a mi destino, anuncio la parada, me bajo y busco cruzar la calle esperando a que ningún conductor se coloque por sobre el paso peatonal, llego al otro lado y busco mi punto de encuentro, la cafetería. Al entrar mis ojos buscan de manera emocionada su imagen y no tengo suerte, me siento en el primer lugar vacío. Otra vez tarde — Digo en voz baja. Es ahí cuando siento una mano suave tocar mi rostro, y seguidamente un pellizco de reclamo. Es lo que me pasa por quejarme de ella.

Está ahí, la única razón por la cual desperté a las 5:19 a.m. Mi estómago está lleno de mariposas y un poco de pan; viajé por una hora en un bus lleno de personas peculiares, pero ha valido el llegar a tiempo. Estando a mi lado pide un latte; no soy de tomar café y sin embargo, desde la primera vez que compartimos uno no he dejado de hacerlo. Veo su sonrisa y sé que mi viaje ha valido de algo, mi día apenas empieza y tengo toda una mañana de cosas vistas por contarle.

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Buen día a tod@s. Escribí este relato inspirado en la experiencia que se me dio al tener que viajar de un pueblo a otro para poder disfrutar de la compañía de alguien, cuyos encuentros se volvieron parte importante de mi vida. El relato no es una historia real, sólo son ideas de situaciones que pudieron pasar o que he inventado. El personaje es también ficticio.

¿Hay alguna persona por la cual hayas viajado mucho? ¿Alguien con quien disfrutes encontrarte? Me gustaría leer tu experiencia, tu propio relato ficticio o real, y saber tu opinión sobre este relato.