"La muñeca" [poema narrado]
Fuente
I
Me encontraba solo en mi habitación
Acariciando al gélido recuerdo
De una fresca decepción de mis sueños
Que ahora no eran más que «días idos».
Recordando, soñando…
¡Oh, soñando y cortando el lienzo
De la vieja fantasía ya ida!
Pero entonces recordé la existencia de un paquete
Aún no abierto, y el cual estaba aún posado sobre mi mesa
Esperando a ser abierto
Como si de un tesoro prohibido y anhelado se tratase.
II
¡Oh! ¿Y qué podrá ser lo que se haya dentro del paquete?
—Dije mientras lo miraba, y él aún envuelto en fino
De un matiz azul grisáceo y decorado de gótico motivo—
Mi impaciencia me impulsó a abrir el regalo.
Despedacé el fino papel que lo envolvía como si fuera un misterio
Envolviendo a un secreto que las almas curiosas se callan.
Despedacé el papel como quien despedaza a las ominosas fantasías
Que aún persiguen sin dar tregua alguna a la propia alma de uno.
Una vez abierto —o despedazado el envoltorio— el paquete,
Saqué a la única cosa que en él había: una solitaria muñeca.
III
Una muñeca de un aspecto gótico elegante
Del cual se vestía con vistoso y largo vestido negro,
Con cabellos oscuros como un espeso y tenebroso bosque
Y los labios cocidos en su rostro de un peculiar color:
Escarlata como la sangre derramada, ¿quizá? —le pregunté riendo para mí—
Mientras que sus ojos eran como dos esmeraldas
Llameantes y que a su vez reflejaban una penetrante
Lucidez para algo que no era más que una muñeca
Y nada más.
Tomé a la pequeña señorita entre mis brazos
Como si fuera una delicada doncella y la senté
Justamente en mi asiento favorito.
IV
Fantasías y terrores oníricos se abrieron paso
Una vez que, después de un rato, la muñeca
Abriera la boca y comenzara a proferir palabras.
Me asusté mucho, más no me aparte ni un centímetro de ella.
«Hay algo más grande afuera allá en el mundo exterior,
Algo que jamás podrás encontrar mientras te halles preso
Dentro de tus propias murallas» dijo y se entregó al mutismo.
¿«Murallas»? Le pregunté a la muñeca.
¡De qué hablará esta horrible cosa!
Este muñeco espantoso del infierno, ¿qué viene a profanar acá?
Yo no tengo murallas. He construido castillos para resguardarme.
V
«Te resguardas del mundo entre murallas delicadas.
Tus castillos no encierran nada más que tu miedo.
El mismo miedo en el cual todas tus emociones
Se han juntada y se han convertido»
Dijo la muñeca y se volvió a quedar inmóvil en el mutismo.
¡¿De qué hablas cosa poseída por el demonio
O algún otro espíritu maligno?! —le grité furioso—.
Eres, eres como todos los profesionales…
Arrogantes. Creen saberse los cómos de todos
Porque ellos no entienden a sus propios cómos.
Respóndeme una cosa: ¿quién en el infierno eres tú, bestia?
VI
«No eres capaz de entender a tu propia naturaleza,
Muchos menos otros entenderán a la tuya.
Molesta saber que las almas pretenciosas
Que se jactan de conocimientos, pretendan saber
Todo de los demás, porque en verdad no saben nada de ellos mismos.
Más tú, como otros te encierras en tus propias murallas.
Encierras a tus sentimientos. No quieres dejar salir a tus emociones
Porque tienes miedo, porque todo te lo callas porque todo lo escondes
Tanto de todos como de ti mismo.
Yo no tengo nombre. Soy solo un demonio.
Los demonios vuelan sobre el paraíso porque todo debe tener equilibrio»
VII
La muñeca volvió a callarse y se quedó petrificada
Una vez más.
Era cierto lo que decía.
¿Pero qué importaba? Ya yo era viejo.
Había vivido tantos años sumido en la oscuridad
Experimentado sentimientos tan fugaces
Como cerillas que se encienden y que mueren al instante.
La soledad es como una fogata en la noche
La cual se apaga de súbito
Y en su llegada te abraza como un hálito frío,
Y te envuelve helándote los huesos y al alma.
VIII
La noche es una tijera que recorta figuras en el aire.
El amor es otro fuego, un fuego que camina contigo
Breves instantes que parecen eternos,
Luego se consume en las sombras
Y nos damos cuenta de lo relativo del tiempo.
¿Para qué los hombres precisan dioses?
¿Es porque aman sentir el desamparo y la melancolía?
Quien es sensato, sabe que el destino del hombre es la soledad.
Pero nos inventamos amantes dueños de mundos utópicos
A los cuales creemos que podremos llegar.
Sería mejor vivir en la soledad y evitarse toda esa carga melancólica.
IX
No sé si la muñeca o demonio que estaba aún sentada
Sobre mi asiento favorito había logrado escucharme.
Ella aún seguía sumida en el mutismo.
Como si durmiera, como si fuera un depredador
Esperando a que su presa se mostrara herida e indefensa
Para atacarla y devorarla.
Seguí con mi monólogo que ya se me había antojado
Como una maldita e indeseada catarsis:
He tenido miedo del amor en base a cualquier lazo,
He tenido temor en sentir que me vuelvo a perder en aquellos ojos
Color arcoíris, donde reina la esencia del jacinto y de la rosa.
X
«Entonces apuñala a las muñecas de la maldición.
A tus demonios y a tus pesares,
Aquellos a los cuales has dejado que sean
A través del pasar de los más y más fríos inviernos tus únicas compañeras.
Toma una daga entre tus manos, reúne tus fuerzas, como si buscaras
Y como si finalmente hallaras
A la última pizca de humanidad que se encuentra
Sepultada entre debajo del espeso manto níveo…
Clava la daga dentro del corazón de ella,
Báñate entre la sangre derramada
Y luego el tiempo avanzará ante tus ojos como lágrimas»
XI
Decidido, seducido, consumido o atrapado
Por las palabras que salieron de la boca de la doncella,
O quizás la voz que ella hacía resonar dentro de mi cabeza,
Tomé una daga cuyo mango tenía esculpido la cara de Palas.
La tomé con fuerza entre mis manos
Y la clavé dentro del corazón de única mujer
Que me había hecho compañía durante esa noche.
Miré sus ojos encendidos de un color rojo como tizones
Los cuales me asecharon como demonios molestos,
Pero ella no hizo ninguna reacción mientras la daga se hundía
En ella y la sangre brotaba y llenaba a mi rostro.
XII
Mis fantasías, mis temores, mi oscuridad,
La noche, el frío, la niebla insondable, las pesadillas;
los pesares: el vivir en la maldición que es añorar…
Todo se iba alejando de mí en forma de gotas color escarlata.
El blanco no era mi color.
El blanco no es puro, es sólo engaño.
La purificación es en verdad de un color escarlata.
La purificación la otorga la sangre.
Los inmortales la necesitamos.
Los inmortales no pensamos en la muerte hasta que la melancolía nos absorbe.
Dicho esto, en silencio abracé a la muñeca para siempre.
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Hoy tienes el toque de la inspiración !!!! ❤️💖
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