"Coprófagos" [cuento, parte 1/2]

in #spanish6 years ago (edited)

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I

Mi oficina estaba recibiendo el concierto de las primeras lluvias de la temporada justo en el momento en que terminaba de revisar unos archivos dentro de mi disco duro. Temía que se fuera la luz como cosa típica de entre todas las innumerables fallas del país, y que aunado a esto se fuera mi entretenimiento con la computadora. A continuación, levanté mi taza de café con chocolate, el olor endulzaba mi oído y mi paladar; lo llevé a mi boca y comencé a beber de la entonces tibia infusión. Seguidamente, antes de colocar mi taza de nuevo sobre la mesa, mi asistente llamó a la puerta, avisándome que tenía visitas. —Haz que pase hasta mi oficina—le dije. En menos de un minuto entró por la puerta mi querido amigo Bruno, el cual tenía muchísimos meses sin ver. Me levanté de la silla y nos saludamos con un cálido abrazo fraternal.

—Joseph, desgraciado, siglos sin verte.

—Oh, Bruno, he estado sumamente ocupado con mis pacientes. Y hace poco es que pude mudarme a un consultorio privado.

—Nada, nada hombre. Eres un infeliz que se olvida de sus buenos amigos, ¿eh?—añadió alegremente. Era natural en él soltar improperios a sus amigos de confianza para así demostrar su cariño. Le pedí que se sentara, luego le ordené a mi asistente que le trajera café y de ser posible unos cigarrillos.

— ¿Qué ha sido de tu vida Bruno? ¿Cómo estás con las clases y con tus estudiantes?

—Siguen siendo jodidas, y mis estudiantes siguen poseyendo una inteligencia subhumana—contestó al momento en que llevaba el café hasta su boca. Acto seguido, dio fuego a dos cigarrillos. ¿Pero qué ha sido de ti, infeliz? Escuché que estuviste un buen tramo de tiempo con un paciente súper famoso, o algo por el estilo—añadió.

—Sí así es…—contesté amargamente. —Fue hace poco de hecho. Un caso lamentable, pero un banquete para los medios de comunicación sensacionalistas.

—Bueno, no es que quiera importunar, pero leí mucho sobre el tema, incluso estaba interesado en mirar el arte de ese tal Bernardo Otero, también te confieso que fui a un par de sus exposiciones cuando tuve tiempo. Las historias me parecían escalofriantes, o sencillamente frías; nada que no haya leído sobre artistas de mayor trayectoria a nivel internacional, claro. Aunque bueno, tú fuiste el doctor de este tipo. La historia pinta realmente interesante, además que como ya dije, tú estabas metido hasta las narices en ella… ¿Le cuentas a un viejo amigo, o es algo confidencial de ustedes los psiquiatras, eh, Joseph?

—No, para nada. No es algo confidencial—le aclaré. —De hecho, te puedo contar. Pero te advierto que no es nada muy diferente a comparación de lo que ya has leído en la prensa anteriormente. Pero sin duda te daré el cuento con detalles médicos y toda la cosa, Bruno.

 

II

Bernardo Otero tenía veintidós años de edad cuando sus padres murieron en un accidente de auto. Era de clase media alta, y con la muerte de sus padres le quedó una herencia más el seguro de vida de ambos. Además de la casa ubicada en una parte hermosa y lujosa de la ciudad sin duda. El muchacho siempre había sido todo un excéntrico. Había estado implicado con sustancias ilícitas de todo tipo; marihuana, cocaína, éxtasis, estuvo en rehabilitación en un par de oportunidades. Por ciertas influencias pudo evitar mayores problemas con las autoridades. No obstante, dos años después de la muerte de sus padres, es decir, a los veinticuatro años se le diagnosticó una esquizofrenia irreversible pero sin embargo, tratable. Bernardo vivía solo, no tenía más familia ni nadie que se hiciera a cargo de él, lo que se traducía que ir al médico era cosa prácticamente suya. Obviamente sufría de alucinaciones, ataques de histeria, entre los síntomas típicos de su condición, aun así, por acción propia acudía al médico. Dicho acto era increíble, pues, una persona con tal padecimiento se encuentra en una lucha interna que es imposible de describir. Podemos pensar en cualquier demonio de película de Hollywood que acorrala a sus víctimas a través de la mente o los sueños, y esto a comparación, sería un hermoso jardín del Edén. Básicamente, este tipo de padecimientos se puede comparar a la sensación que experimentamos cuando abrimos un link en broma que contiene un screamer. Solo que imagina que esto sucede casi a cada minuto de tu día a día, mientras vas de la sala al baño, o del baño hasta tu cuarto, todo esto dentro de tu cabeza.

 

III

Bernardo Otero desde joven había tenido cualidades artísticas. Primero con la poesía, ganando varios concursos liceístas. Pero más adelante se interesó por las artes plásticas. Después de ir al primer internado psicológico, fue medicado en exceso, hubo malos tratos. Por mucho tiempo vagó de psiquiátrico en psiquiátrico sin solución hasta que llegó ante mis manos cuando tenía treinta años y su dinero casi había mermado en lo absoluto, manteniéndose apenas con una ayuda social o caridad.

—Me gustaría pintar cuadros sobre mi realidad horrorosa—respondía Bernardo a cualquier interrogante. Decidí no medicarlo pero sí observarlo un tiempo. Bernardo hablaba con tres personalidades dentro de su cabeza: Salvador y Lynch.

—¿Y cuándo putas piensas pintar maldita bola de mierda?—se decía Bernardo a sí mismo, en una voz gutural la cual correspondía a Salvador.

—Ya lo haré. Ya lo haré—respondía el joven, esta vez con una voz neutral, correspondiente a él mismo. —Tengo miles de millones de ideas dentro de la cabeza pero ahora tengo que salir de aquí.

—Esto te pasa por ser un tremendo imbécil. Puta mierda eres. Puta mierda eres. Pierdes tu talento de cagada estando aquí. Pinta con tu mierda porque mierda es lo que eres—decía, esta vez con una voz aguda, correspondiendo a Lynch.

—¡Ya vamos a salir, dentro de poco!—exclamaba la voz de Bernardo.

—Más te vale, becerro inflado con mierda—respondía la voz gutural de Salvador.

—¡Sááácanos de aquí!—les interrumpía la aguda voz de Lynch. Este tipo de conversaciones, proseguían así hasta que la garganta de Bernardo no daba para más y este caía agotado.

El muchacho era budista y vegano desde los inicios de su adolescencia, incluso había practicado la castidad. Era complicado alimentarlo, y pocas cosas que algunos colegas probasen con él daban algún resultado para atraer sus impulsos. No obstante, con el tiempo salió del asilo para recluirse en su casa, en un confinamiento solitario como un ermitaño que prefería luchar su batalla contra los demonios en su cabeza en solitario.



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