«Cero» (prólogo para una historia con fantasmas)
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Greg Rivers, un simple guardia bostezaba. Se sentía cansado y no había podido disfrutar de la música que había tocado el pianista, aunque él mismo sabía que en ocasiones sus melodías lo habían hecho sentir algo familiar y pesado. Pero también tenía hambre y la garganta un poco seca. Quería beber champaña, vino o cuando menos cerveza, pero todavía le correspondían otras ocho horas de vigilia en la gran mansión.
—¡Oye Greg!—Lo saludó Philip, su compañero quien tenía más energía todavía que él. Phil se acercó con el aliento ligeramente apestando a alcohol.
—Phil, no deberías estar bebiendo mientras estamos de guardia—lo regañó Greg.—Ya sabes lo que pasará si el comandante te pilla incumpliendo con tu deber. Phil lo miró de reojo por unos momentos.
—Vamos, Greg, no se va a dar cuenta—rió. —Y tampoco es como si me hubiera colado a la fiesta. Sólo me bebí un par de cervezas junto al viejo Ed y Charly en el lado oeste. Pero como verás no te pude traer nada—Suspiró. —Pero si te acercas rápido, antes de que el comandante vuelva a pasar por aquí, podrás beberte una cerveza bien fría allá con ellos.
—Esos dos viejos no tienen honor ni compromiso con el trabajo—dijo Greg. Phil sonrió abiertamente.
— ¿Qué?—Phil tenía una mueca burlista en el tono de su voz —¿Me dirás que te lo estás tomando en serio? —¿El qué?
—Esto de ser guardia, Gregory, ¿de qué más puedo estar hablando?—Dijo Phil seriamente. —No vamos a ser guardia real. Sólo es un trabajo temporal para poder costear los gastos de la universidad. Es mejor que alistarnos al ejército o a la policía.
—Pero por lo menos debemos tener un mínimo de honor, Phil—respondió Greg gravemente. Phil se volvió a encoger de hombros y reflexionó mientras miraba al piso.
—¿Honor y respeto, verdad?—Preguntó Phil. Greg asintió con la cabeza.—Ambos me los paso por el culo. ¿Ya viste a la hija del gobernador, no es así? Es toda una belleza. Una mujer joven, bien vestida y que seguramente tiene buen juicio. Me dan demasiadas ganas de fornicarla.
— ¡¿Pero qué cosas dices?!—Greg sonaba furioso.
— ¿Verdad que sí, Greg?—Phil se rascaba la escueta barba del mentón.
—Si el comandante oyera eso, nos patearía el culo y no nos pagarían una mierda, Phil.—Comentó Greg seriamente.
—Eso es cierto, amigo—dijo mientras se apoyaba la espalda contra la pared.—Pero no dejes que esa mierda te joda la diversión. Ahora no nos puede oír. ¿Verdad que dan ganas de follársela?
—Sin duda. Es hermosa y joven.—Phil asintió al escuchar la respuesta de su amigo.
—Y esa otra mujer. La del pelo rubio y rizado largo hasta el culo. Tenía un culo muy grande—Phil hizo el gesto con las manos. —Daría lo que fuera para poner mi lengua dentro de su culo. Sería el lugar más caro y lujoso en donde la haya puesto. —Se rió y Greg también. A continuación, escucharon unos pasos desde la parte de atrás, y ambos hombres se pusieron firme sacando el pecho. Era el comandante. Un hombre alto como un oso y tan fuerte como un elefante. Con una voz tan dura como una roca y firme como una espada.
—Vosotros dos, par de escorias, estáis haciendo demasiado ruido—dijo el hombre con aquella voz marcial que haría que lo obedeciera hasta el más libre y audaz de los hombres.—Es una desgracia no contar con toda la guardia real en estos momentos—Siguió. Greg y Phil sacaron lo más que pudieron el pecho y comenzaron a asentir ante las palabras del comandante Gustav Petrick. —¿Y en dónde demonios han colocado sus malditos rifles?—Preguntó y su voz se llenó de algo que podía ser rabia, o tal vez sarcasmo, quizá una burla, en cualquier caso producía terror.—Si se les asignaron unos rifles—prosiguió —pedazos de mierdas, son para que los carguen encima. ¡Ahora, búsquenlos!—Ordenó el poderoso hombre haciendo que Greg y Phil saliera corriendo a buscar a sus armas mientras este los seguía desde atrás como una presencia enorme y ominosa como una montaña monstruosa persiguiéndolos incansablemente. No tardaron mucho en encontrarlos y en colocarlos en sus pechos para luego colocarse firmes pero con las piernas temblando ante su comandante.
— ¿Le temen a los fantasmas? les preguntó el comandante.
—No, señor—Respondieron los dos en coro.
— ¿Le temen a los fantasmas?—Insistió lord Gustav.
— ¡No, señor!
—Deberían temerle a los fantasmas, pedazos de mierda—respondió el comandante murmurando cerca de sus dos aterrados guardias. —Esta noche va a llover intensamente, eso es seguro. —El comandante se acercó a la ventana. Había mucho frío en el ambiente después de las seis horas de lluvia que comenzaron a las cuatro de la tarde hasta las diez de la noche. Terminaron exactamente cuando comenzó la música de piano, pero por la forma y el color de las nubes, como también por los relámpagos en la distancia que de vez en cuando destellaban de color azul inundando a los espacios de la mansión por segundos con la luz de las centellas, podía decirse que caería otra lluvia en cualquier momento.—Esta noche se presta para idónea para que veamos al fantasma de Hanan Baal aparecerse por aquí mismo.
—El fantasma de Hanan Baal?—Preguntó Phil titubeando. Gustav Patrick seguía mirando por la ventana, taciturno y ocultando algo a esos dos guardias. Algo marcado en su rostro. Segundos después les devolvió la mirada.
—Sí, el fantasma de Hanan Baal—dijo y dio unos pasos hacia ellos y los volvió a hacer sentir intimidados. —Una maldición que ha caído recientemente sobre la familia Poncrator y sobre las demás familias importantes que componen al poder real y político de Saumor.
—¿Pe-pero qué quiere decir co-con “fa-fantasma”?—Titubeó Phil una vez más.
—Me refiero a un fantasma. A un espectro. A un demonio. A una cosa. A como lo quieras llamar—Respondió el hombre con un severo decoro de hastío en su voz que se derramaba como una sombra sobre los dos patéticos guardias.—No necesitáis saber más. Sólo espero estéis atento a cualquier cosa extraña. Ahora, por favor, procedan a entrar al salón principal, escorias, y notifiquen de cualquier movimiento sospechoso. Hoy hay mucha gente por la fiesta de cumpleaños de lord Seymour Poncrator.—Dicho esto los sacó hasta el salón principal cerrando la puerta detrás de ellos. Greg y Philip comenzaron a caminar a través del salón mirando detenidamente hacia los invitados.
Nada sospechoso. Eran sólo burgueses, empresarios, políticos, abogados, militares y gente de la realeza y quién sabe qué más. Nada sospechoso pero sí peligroso. Había hombres y mujeres con ojos como puñales clavándolos en las espaldas de personas con las cuales acababan de terminar de hablar.
En el medio del salón había un piano abarrotado de personas que estaban hablando con quien parecía ser el pianista. Un joven de cabello largo y de color castaño cobrizo que parecía disfrutar de la atención de las bellas mujeres jóvenes y ricas que lo invadían. Unos diez metros más hacia la izquierda, justamente al lado de una de las ventanas, estaba un hombre de la compañía Burgos. Un hombre de hecho gordo, parecido a un cerdo grasiento y vestido como un payaso, con una papada que le caía como una gota enorme de grasa del cuello. Conversaba con la cara muy pegada de una mujer joven… Al menos unos veinte años más joven que él, y la cual su mirada delataba costumbre. Seguramente sería novia de ese gordo asqueroso.
«¿Acaso todas estas personas tendrán consciencia o miedo del supuesto fantasma de Hanan Baal o como mierda sea?» Pensaba Greg. «¿Y qué es ese fantasma? Recuerdo que en las noticias, en los últimos tres años por lo menos han ocurrido una serie de misteriosos asesinatos a la familia Poncrator y la familia de la compañía Burgos. Los ricos y poderosos se matan para obtener riquezas y poder. Son como los vampiros. Un fantasma no puede ser otra cosa que una alucinación. Un mito para explicar lo que es inexplicable para ellos. Sus carencias morales y el hambre insaciable por el poder y por el dinero. ¿Qué más puede ser? Los fantasmas no existen. ¿Y qué hace ese fantasma? ¿Los asesina acaso con manos espectrales’ ¿O a través de los sueños?». De pronto Greg realizó que esas reflexiones eran inútiles. Recordó las veces que había leído novelas de detectives, llegando a la conclusión de que si iban a asesinar a alguien esa noche, sin importar los guardias de seguridad, esto ocurriría en las sombras y a lo sumo, y con mucha suerte, podrían capturar a algún sospechoso o incluso al culpable esa misma noche. ¿Pero quién cometería un acto así en una mansión tan grande, tan llena de gente y llena de guardias armados? Obviamente alguien que la conociera muy bien: un familiar, un sirviente. ¿Y acaso las balas podían herir a un fantasma si ese era el caso? Greg sentía como si toda la seguridad de la mansión fuera exagerada. «Los privilegiados deben inventarse toda clase de dramas».
De todas maneras no podía poner objeción ni comentario sobre el asunto. Sólo necesitaba el dinero. Aunque cuando era niño soñó con formar parte de la guardia real. A continuación, miró al pianista alejarse en compañía de algunas de las mujeres jóvenes que lo había rodeado. Salió por una puerta hacia el área de habitaciones. «Supongo que a la burguesía no le importa convertir a sus enormes mansiones en burdeles para ellos mismos». Dio unos cuantos pasos en dirección hacia la puerta que, horas antes de haber comenzado la reunión, el mismo comandante Gustav le había indicado que conducía en dirección de los aposentos del lord Poncrator. La puerta estaba sola. Pensó en dónde podría estar Phil. Comenzó a buscarlo con la mirada en todas direcciones del salón pero había todavía muchísima gente. Quizá estaría tomando. Quizá habría regresado a buscar al viejo Ed y al viejo Charly. Dos viejos borrachos que también habían aceptado el trabajo de guardias por el dinero. Pero no servían para eso. Sólo eran dos viejos con problemas de alcoholismo y sin hogares propios, y que seguramente ya debían encontrarse debajo de la bota del lord comandante Gustav. Greg soltó un suspiro lleno de hastío. De pronto se acercó a él una chica de cabello blanco largo y de ojos dorados como dos lingotes de oro que lo miraban fijamente como dos estrellas lejanas en el cielo del invierno. Llevaba puesto un vestido negro elegantemente descotado en el pecho y en la espalda. Unos tacones altos del mismo color. Su maquillaje era sencillo. Regresando a su cabello, pareciera como si se hubiera quitado recientemente el moño. Cayó un rayo que iluminó por unos segundos en azul a toda la habitación. Las luces de los candelabros hicieron como si se fueran a apagar como velas en medio de un viento tempestuoso y helado. A continuación, sonó un estruendoso rayo durante unos tres o cinco segundos. La muchacha seguía parada frente a Greg sin decir nada. Sólo mirándolo. Era muy hermosa pero la sensación era incómoda. Él podía moverse. Después de todo era un guardia vulgar y no un guardia leal. Apenas tenía entrenamiento. Y apenas tenía idea de cómo disparar el rifle que llevaba colgado entre los hombros y el pecho. Era pura fachada.
—¿Puedo ayudarle?—Le dijo a la muchacha sonando lo más educado y caballeroso que podía. La muchacha entonces lo miró de pies a cabeza. Greg pensaba en que esta sólo lo miraba como a un insecto o como a una simple y vulgar cucaracha que podía aplastar con todo el peso de sus riquezas o el de su poder político a través de un padre rico, o de un novio, un marido quizá con exceso de bienes y de poder que pudiera sepultar a Greg y a toda su familia en deshonra y en pobreza. O quizá sólo exageraba.
—Quiero pasar por esa puerta.—Dijo la muchacha señalándolo con el dedo índice.
—Lo siento—Se disculpó Greg. Las órdenes del lord comandante son no dejar pasar a nadie a los aposentos de Lord Poncrator salvo que tenga una autorización de alguno de ellos dos.—Su tono seguía siendo educado y caballeroso. Pero sentía como si a su oración le hubiera faltado algo. La muchacha lo volvió a examinar con la mirada. Sus ojos eran tranquilos y fríos. Sus ojos no eran como una guadaña filosa recorriendo su piel sino como un suave pincel
—Lamento decirle, señor guardia—comenzó a decir la muchacha—que no cuento con ninguna autorización. Ni con la del lord comandante, ni mucho menos con la del lord Poncrator—realizó un gesto con los dedos después de sacar algo del bolsillo—pero debo entregarle este sobre a lord Walace Poncrator en persona.
—Creo que es algo que yo mismo o mi compañero podremos entregarle, no se preocupe. —Le interrumpió Greg.—Pero será una vez que mi compañero regrese. Puede dejar al sobre conmigo con toda confianza.
—Oh, no, no. No podría señor guardia—dijo la muchacha con una risita en los labios. —Esto es muy importante. Demasiado importante diría yo. Tanto así que no podría ni siquiera confiarla en usted. Y menos en alguien que no porta un uniforme de la guardia real. —El comentario enojó a Greg pero no lo demostró para no ofender a la señorita.
—Disculpe, pero eso es todo lo que puedo hacer por usted—insistió Greg. Nuevamente la chica lo miró de manera incómoda.
—Espero no le tema a los fantasmas—dijo ella y se alejó sin mirar atrás. Greg pensó en esas palabras un momento. Eran las mismas que habían salido de la boca del lord comandante. Greg quería haberle preguntado a esa chica de pelo blanco si sabía algo del fantasma de Hanan Baal. Pero también sabía que si lo veían conversando se iba a meter en problemas. Así que su mejor opción era conversarlo con algún otro guardia que supiera algo. El problema es que Phil no aparecía para ayudarlo a cubrir la entrada. Ahora Greg miró al reloj. La una de la madrugada. La fiesta por fin había terminado. Cada vez había menos gente en la sala. Phil llegó minutos después.
—Viejo, esto es aburridísimo—dijo Phil bostezando.
—¿En dónde te habías metido?
—Estaba vigilando la entrada del otro lado tal y como me ordenaron—respondió Phil encogiéndose de hombros y luego se rascó el cuello—pero ya llegó mi cambio de turno como podrás ver. ¿Y qué hay de ti? ¿No tendrás cambio?
—Pues, si lo tengo, no ha llegado—señaló Greg con irritación.
—Jajaja—rió Phil—¿Y qué… Ha ocurrido algo extraño en mi ausencia? Este lugar es tan aburrido. No creo que pase nada
—Lo más extraño fue una chica de cabello blanco, muy guapa por cierto, que se me quedó mirando fijamente. Tenía intenciones de entregar un sobre al lord Poncrator. Fui amable con ella. Pero ya sabes cómo son los ricos. No aceptan un «no por respuesta»—Ambos hombres se miraron y siguieron conversando unos cuantos minutos. –Hay demasiadas cámaras de seguridad aquí. Sólo un idiota asaltaría esta mansión.
—Dicen que eso no le importaría al fantasma de Hanan Baal—dijo Phil. —Conversé con mi reemplazo antes de irme, y me dijo que ese fantasma ya ha atacado a sitios como éste.
—Joder, Phil, los fantasmas no existen. Debe ser sólo un invento—dijo Greg con hastío y cansancio físico. De pronto cayó otro relámpago y un rayo mucho más segador y potente que el anterior. Las luces bajaron, como si fuera a ocurrir un súbito apagón. —Sólo faltaría que de vaya la luz—Greg miró en dirección de la ventana.
—Estos tipos son ricos. Deben de tener una planta eléctrica para ellos solos en caso de necesidad—agregó Phil. Cayó otra centella. Ambos esperaban al rayo que vendría a continuación. Y el rayo cayó sobre el techo de la mansión logrando un estruendo poderosísimo que hizo temblar a las ventanas, a los candelabros y a todo lo que había sobre las mesas. A continuación, se fue la luz.
—¡La puta madre!—Gritó Phil.
—Creo que el rayo cayó sobre la casa. ¿Pero qué posibilidad había de eso?—Greg no sabía si se hacía esa pregunta a sí mismo para intentar comprender lo que había sucedido. Pero al otro lado de la habitación, la mansión comenzaba a arder. Sonó la radio de los guardias. Era la voz del lord comandante.
Atención. Un rayó ha caído sobre la mansión Poncrator, justamente en el área del recibidor y ha causado un incendio que debemos de controlar. Todavía no sabemos si hay heridos. A todas las escorias que están de guardias provisionales eesta noche, su misión es estar alerta y ayudar a evacuar a todas las personas dentro de la mansión. También deben de reportar cualquier actividad sospechosa. Cambio y fuera.
—Tu «actividad sospechosa» ha sido un maldito rayo que le cayó contra toda probabilidad a la maldita mansión—Refunfuñó Greg para sus adentros.
—Oye, Greg, ¿no deberíamos ir hacia los aposentos del lord Poncrator?
—No sabemos si se encuentra allí—Greg puso la mano en la manilla de la puerta, la giró pero estaba cerrada y no contaba con la llave. Miró a Phil y se regresaron por la puerta al otro lado de la sala. Escucharon los pasos y gritos de las personas al ser evacuadas. Estaba totalmente oscuro pero por suerte contaba con unas pequeñas linternas de luz blanca equipadas en sus informes. Se abrieron paso por el camino de habitaciones que comenzaba a ser abandonadas. A continuación, driblaron a una multitud de personas al meterse por un pasillo que conducía hacia el área en donde ya sabían que estaban hospedados algunos miembros de la familia Burgos. Caía centella tras centella pero muy pocas traían sonido detrás de ellas. Aquellas centellas silenciosas eran ominosas como un silencio sepulcral que congelaba la sangre. Siguieron dando pasos que hacían a la madera rechinar. Todo era negrura espesa de vez en cuando besada por la luz de las centellas que los cegaba por segundos. En un momento en que ya no podían ver nada debido a las centellas, Phil cayó al suelo sobre algún líquido caliente. Cuando Greg pudo mirarlo por fin supo que era sangre. Ambos hombres se asustaron.
— ¿Qué hace esta sangre aquí? —Preguntó Phil como intentando entender la situación al igual que Greg. Greg miró hacia abajo y señaló que la sangre trazaba un camino hacia más adelante.
—Deberíamos seguirlo—dijo Greg tragando saliva. Ambos hombres levantaron sus fusiles y avanzaron con cautela por el pasillo oscuro, tenebroso y decorado con gárgolas y otras figuras horrorosas que no hacían al recorrido más cómodo.
El camino carmesí los condujo hacia un cadáver al cual ya le hacían falta una muñeca y una pierna. Habían sido cortadas.
—Las han cortado con demasiada precisión. De un sólo tajo—dijo Greg. A continuación, oyeron un ruido muy fuerte en la lejanía. Los dos se asustaron y apuntaron sus rifles en todas direcciones con las manos trémulas. No había sido nada. Greg volvió a mirar al cadáver y recordó al hombre gordo que estaba con esa mujer tan joven. Lo miró nuevamente y se dio cuenta de que llevaba los pantalones abajo. «¿Habrá sido ella?»
Phil por su parte notificó al lord comandante de su descubrimiento. La voz de lord Gustav era de pura preocupación, lo cual no ayudaba mucho a levantar la moral de estos dos. Sólo les ordenó que siguieran avanzando con cautela.
En seguida el lord comandante habló nuevamente a través de la radio:
…no hemos podido controlar el incendio en la entrada, de hecho se está comenzando a extender por toda la mansión. Si llegase a la cocina causaría una enorme explosión. Afortunadamente, los invitados han podido salir por otras puertas. No en balde, estén todos atentos. Esta noche nos enfrentaremos a algo más terrible que un incendio…
Y comenzó a llover a cántaros.
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En el siguiente pasillo, justo en la entrada escucharon que alguien bajaba por las escaleras corriendo. Ambos se asomaron para mirar abajo y no había nada más que un abismo de oscuridad inescrutable. A la izquierda había otros dos cadáveres a los cuales habían cortado en dos con lo que debieron haber emplea una espada muy afilada. Además, el ambiente Olía a pólvora. Greg miró a la pared y vio algunos impactos de bala. No cargaban fusiles sino pistolas con silenciadores.
— ¡Mierda!—Exclamó Phil—¡Han matado a los viejos Ed y Charly!—La voz de Phil era pastosa, una mezcla de miedo y de rabia.—Quien sea que haya sido pagará por esto.
—Por este pasillo—señaló Greg con el dedo— subiendo por las escaleras a mano derecha se encuentra el cuarto donde se controlan las cámaras de vigilancias, tal y como nos explicó el lord Comandante. Greg y Phil se dirigieron hasta allá. En el camino, escucharon disparos incontables desde la lejanía. Se miraron sin detener hasta entrar en el cuarto. Estaba vacío. Miraron a las cámaras de seguridad buscando el cuarto en donde se estaban efectuando los disparos.
—¡Ahí, Phil—señaló Greg. Lo que había del otro lado de la pantalla era increíble. Se acercaron para mirar más detalladamente. Un sujeto con el cabello blanco hasta la espalda que estaba vestido completamente de negro, y que portaba en la cara una máscara ominosa con lo que parecía ser el dibujo de un cuervo en los ojos, y que entre sus manos cargaba una katana se estaba cargando uno a uno a todos los guardias armados con fusiles de alto calibre. Phil y Greg miraban que los guardias en efecto disparaban pero las balas traspasaban a ese sujeto… Al fantasma de Hanan Baal… Sí, sí, tenía que ser él. Un fantasma. Las balas lo traspasaban como si fuera de verdad un fantasma, y él, de un sólo tajo los partía en dos. Era muy rápido. El fantasma, o lo que sea que fuera, corría mientras le disparaban, las balas lo traspasaban y cortaba la cabeza de uno de los guardias dejando al cuerpo de este derramando sangre como a una botella de champaña que se ha descorchado después de agitarla demasiado. A otros guardias tuvo la clemencia de simplemente empalarlos en el corazón. Y así no quedó nadie. Sólo él. El fantasma de Hanan Baal mató a todos los guardias del piso de abajo. Del piso de abajo cerca del área que conduce hacia la entrada o hacia el sótano de la mansión. El fantasma miró directamente hacia la cámara. Pudieron ver cómo sus ojos centellaban como si estuvieran cargados de electricidad. Parecía que los miraba directo a los dos. Greg y Phil maldijeron y soltaron todo tipo de blasfemias e improperios producto del miedo que sentían. Se calmaron al mirar que el fantasma se adentró hacia otra habitación. En una en donde no podría alcanzarlos. Poco después escucharon a unos pasos precipitarse hacia la habitación en donde se encontraban todavía. Se escondieron detrás de unas cajas enormes de madera. A la habitación entró unos dos largos minutos después una muchacha de cabellos castaños y que iba completamente vestida de negro. En sus manos cargaba dos cuchillos que brillaban como dos lunas llenas entre sus manos. Esta miró hacia el aparataje de seguridad.
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O esta
— ¡Quieta!—Gritó Phil apuntándola con el rifle—¡Identifíquese! La mujer levantó uno de los cuchillos rápidamente, demasiado rápido para la vista pero podía verse cómo se describía un arco en forma de cuarto creciente. Phil sintió el frío del acero clavándose entre sus sesos y cayó al suelo. Greg no gritó. Quedó en silencio del otro lado de las cajas. La mujer tomó el cuchillo y lo sacó de la cabeza de Phil quien estaba ahí tieso. A continuación, la mujer sacó algo de su bolsillo y lo puso sobre el aparataje de seguridad. Salió corriendo. Greg esperó a que se alejara lo suficiente para ver qué sucedía pero entonces hubo una pequeña explosión que lo sacudió. La mujer había hecho estallar al aparataje de seguridad con algo más pequeño que una granada.
Los oídos le zumbaban producto del estruendoso ruido de la explosión que tuvo lugar a unos pocos metros de donde él estaba. De las pantallas de los monitores salieron volando pequeños fragmentos de cristales que dieron contra las cajas y algunos incluso rozaron su cara causándole pequeños cortes. Greg se arrastraba por el suelo sordo, asustado y absorto en lo que acababa de ocurrir. El lord comandante de nuevo se trataba de comunicar a través de la radio. Apenas podía entenderlo.
…A todos los guardias dentro y fuera de la mansión… al sótano inmedia… Podremos capturarlo… Está aquí… No podemos permitir que… De… Mismo iré hasta… Repito, deben… al sótano… mente… El…antasma…Hanan Baal…
Greg iluminó el cuerpo de Phil con la luz de la lámpara. Aún tenía una la expresión del horror de aquellos minutos antes de morir marcada en su rostro como una máscara sempiterna hecha de carne. Del centro de su cabeza seguía saliendo sangre. Greg le cerró los ojos y le ayudó a suavizar la expresión de su rostro. Sus manos se llenaron de sangre, y allí en donde sus dedos se posaron, estos quedaron marcados. Estaba recuperando la audición y pensó de nuevo en el mensaje del lord comandante. Intentó comunicarse con él pero no respondía. Salió de la habitación. Estaba claro que debía dirigirse hacia el sótano. Olía a humo. Y de hecho, este provenía desde el otro lado de la enorme casa. Fue cuando llegaron a su mente la advertencia anterior que el mismo Gustav había hecho a través de la radio.
«Si el fuego llegaba a la cocina podría haber una explosión en la casa».
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Seguía lloviendo con una inclemencia demoniaca. Los rayos caían como ángeles desterrados desde el cielo hacia el abismo mismo en las profundidades de la tierra. Sondeó los pasillos mientras iba recobrando fuerzas, mientras hilaba un pensamiento con otro, luego con ideas. Luego pensaba en todo lo que estaba pasando y en todo lo que iba a suceder. Escuchó disparos delante de él. Y ahora, frente a Greg se encontraba el pasillo que daba en dirección hacia el sótano. En donde debía ir. ¿Pero realmente por qué iba hasta allá? No era un guardia real. No era siquiera un guardia de segunda. Sólo era un muchacho pobre de la ciudad. Bueno, quizá no tan pobre, pero era pobre si se comparaba con cualquiera de los invitados que había podido ver en la fiesta. En los hombres gordos y creídos, los cuales parecían unos cerdos asquerosos y grasientos. Y en los hombres más jóvenes que parecían pavos reales: carecientes de fuerza pero llenos de demasiada destreza, maldad e ingenio. Y las mujeres, hermosas y demasiado complicadas para él, como laberintos a primera vista pero con soluciones simples: buscaban dinero y poder. ¿Entonces por qué bajaba? De nuevo recordó que podía haberse escapado. Aunque no conocía bien a la mansión, sólo debía saltar por una de las ventanas. Estaba en el primer piso de todos modos. Sólo debía agarrar a una de las pesadas sillas de roble que estaban en todos lados. O a cualquier objeto de metal de esos que estaban sobre las mesitas. Podría romper las ventas y así conseguir su libertad. Pero también quería adentrarse hacia el sótano. Phil, su amigo, aunque llevaba unos meses conociéndolo de la universidad, y que era un sujeto que no llevaba una vida muy diferente a la de él yacía muerto unos pisos más arriba. ¿Quería vengarlo entonces?
Mierda…Mierda. ¿En qué rollo me he metido? Han matado a Phil. Debería salir de aquí pero quiero matar a la responsable. No debería estar muy lejos. «¿Y sí es un fantasma al igual al que habías visto hace momentos en los monitores de seguridad?». No… Los fantasmas no existen —comenzó a caminar por el pasillo. «Pero viste junto a tu Phil que aquella figura era atravesada por balas de rifles AK-47 como si nada. Como si no tuviera carne ni materia». ¡Mierda! Hago esto por Phil! Y siguió caminando. Había más sangre manchando al piso y a las paredes. Había balas marcadas en estas. Y algunos cadáveres de hombres con uniformes como los de él. A continuación, puso la mano sobre la perilla y la jiró abriendo finalmente la puerta. Detrás de él hubo una explosión que lo empujó hacia adelante y sintió como toda la casa temblaba. Como los cuadros y algunos adornos en las mesas se cayeron. Cómo todo dentro de él temblaba como una gelatina. Pero se repuso y siguió avanzando hasta adentrarse en el sótano.
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¡Ese es el fantasma de Hanan Baal!—Gritaron seis hombres que portaban uniformes y rifles militares mientras apuntaban y disparaban sin necesidad de recibir ninguna orden superior.
El fantasma corrió en dirección de donde provenían los disparos esquivando las balas las cuales lo traspasaban como a un ser etéreo. Podía mirar a través de sus ojos resplandecientes como las centellas que azotaban a la oscuridad esa noche. Sacó su katana y cortó a uno de los hombres por la mitad. Estos gritaron del horror y siguieron disparando a discreción. Cada vez con menos precisión. Las balas daban contra las paredes, contra las ventanas y en contra de cualquier otro objeto menos al fantasma quien siguió cargándose a todos y a cada uno de los guardias de seguridad que custodiaban la puerta hacia el sótano de la mansión. Una vez hubo asesinado al último.
—Hanan—dijo la voz femenina del otro lado del comunicador de la máscara. —Hay más guardias adelante del pasillo. Puedo verlos. Deben ser al menos otro cuatros igual de armados que los anteriores. —El fantasma miró hacia una cámara de seguridad que lo miraba. Pensaba que quien sea que estuviera en el cuarto de seguridad estaría convertido en presa del miedo.
—¿Stella ya se ocupó de las cámaras?—Preguntó el fantasma.
—Está en eso, Hanan—dijo la voz de la muchacha. Ahora, prosigue con tu misión.
—Entendido— le respondió Hanan Baal a la muchacha. A continuación se dirigió hacia el pasillo lleno de algunos cuantos guardias aterrados. Habló para ellos a través de la máscara y un eco aterrador y fantasmagórico salió de ella haciendo que los hombres chillaran y comenzaran a disparar. Sacó la katana la cual resplandecía como una aurora azul y los partió a todos con la fuerza de un rayo a un árbol. Entró por la siguiente puerta.
—No se han podido encargar del incendio tal y como planeé—dijo la muchacha a través del transmisor.—En cualquier momento hará explosión. Deberías salir después de eso. Nadie más podrá ingresar a la casa. Voy detrás de ti.
—Entendido. Ten cuidado—Respondió mientras se adentraba al sótano. Miró hacia los bombillos. Dijo unas palabras y estos comenzaron a estallar uno a uno. Corrió hacia adelante. Los guardias estaban asustados y absortos. Las sombras eran sus aliadas. Se escabulló a través de ellas, zigzagueando a los aterrados guardias con la facilidad que tiene un tigre para camuflarse dentro de la maleza. No acabó con la vida de ninguno. Sería un gasto de energía innecesario.
—Stella está distrayendo a estos gorilas, no son ningún problema—dijo la voz femenina.—Pronto estaré contigo.
—Más adelante se encuentran los Poncrator—señaló Hanan Baal.—Seguramente me encontraré con Seymour y con algo más terrible que todos esos guardias.
—Seguramente. Ahorra tus fuerzas, Hanan. No hagas nada insensato.—Advirtió la voz. El fantasma prosiguió su avance. Saltó entre los candelabros como una sombra invisible. Esquivó a otros tantos guardias y pasó por algunas puertas. Distrajo a otros guardias de entre las escaleras y pudo continuar con su descenso. Entró por una enorme puerta de hierro.
Corrió como una sombra demoniaca a través del salón lleno de enormes estatuas de bestias del abismo. De bestias de algún imaginario diabólico y profano que había reunido en el fondo de aquella mansión a tan enormes estatuas de bestias con alas de murciélago, quimeras; dragones y enromes hombres y mujeres deformados por algo que sobresalía de sus extremidades.
Hizo sentir a uno de los hombres el filo de su espada pasar por su cuello. Atrajo a sus compañeros y también acabó con ellos.
Adelante estaban dos hombres de cabellos negros azulados dándole la espalda mientras contemplaban en una enorme jaula a una criatura con el cuerpo de un león gigantesco, con la cabeza de un águila; tres serpientes venenosas de diferentes especies por cola y alas de murciélago sobre un símbolo alquímico. Era una quimera que arañaba al suelo con sus patas delanteras con garras enormes, mientras que con las traseras en donde tenía cascos, pateaba a la jaula sin hacerle absolutamente nada.
—Hemos llegado tarde—dijo el fantasma comunicándose con la muchacha a través de la máscara.—Han podido crear una quimera.
—¿Qué?—Dijo ésta sorprendida del otro lado.—Puedo verla. Hanan, no queda otra opción. Deberás acabar con Walace y con Seymour Poncrator. Espérame a Stella y a mí para así encargarnos de la quimera. Por favor, no te arriesgues demasiado. Hanan Baal se acercó sigilosamente hacia donde estaban los dos hombres Poncrator. La quimera se quedó mirando en dirección de él y realizó gestos de molestia como una bestia iracunda.
—Así que estás aquí—Dijo Seymour Poncrator dándose la vuelta. —El fantasma de Hanan Baal. —Una maldición que ha caído sobre nuestra familia. ¿Por qué no das la cara para que mi padre y yo podamos verte?—Hanan Baal caminó hacia ellos de frente. Walace Poncrator se dio la media vuelta y lo miró.
—El fantasma de Hanan Baal. Tan aterrador como me han reportado que es.—Señaló Walace Poncrator. Hanan Baal realizó un rugido fantasmagórico que no inmutó a ninguno de los hombres.
—Eres un perro que ladra y que muerde, maldita aberración—dijo lord Walace.—Pero no eres nada más que eso. Una aberración—. A continuación, del lado izquierdo de la habitación, se precipitaron varios hombres vestidos con uniformes de la guardia real, incluyendo al lord comandante, Gustav Fredick con sables sobre Hanan.
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Hanan Baal reaccionó a la velocidad del rayo desenvainando su katana justo cuando los sables se aproximaban a su carne. Del que blandía Hanan Baal salió un rayo que envolvió a la espada cortando así a los sables enemigos de un sólo tajo. Los hombres que todavía estaban armados se abalanzaron sobre el fantasma en una segunda ola. Este se pudo defender con una espada que ahora ardía en llamas. A continuación, dio un golpe con la vaina de la katana justo en la rodilla de uno de los hombres. Este cayó de cuclillas al suelo, y le sirvió como soporte a Baal para saltar sobre él y caer detrás de los hombres. Justo detrás del lord comandante. La espada del fantasma ya no ardía en llamas. Instantáneamente atacó al lord comandante el cual reaccionó como un felino. Las espadas comenzaron a cantar, la vaina cayó al suelo. Hanan Baal y el lord comandante sostuvieron un duelo solitario por unos veinte segundos en donde ninguno parecía tener ventaja sobre el otro. Los guardias se acercaron y asestaron golpes con sus sables, Hanan Baal reaccionó e hizo arder una vez más a su espada en llamas, describiendo un rápido y ágil círculo de fuego como la cola de una salamandra a su alrededor lo cual alejó a los hombres.
— ¡Acaben con él!—Ordenó Walace Poncrator.
Los guardias atacaron de nuevo. La espada del fantasma brillaba como una aurora y de pronto esta gritó como una bestia cuando se llenó del poder del rayo, y así cortó al acero enemigo como también a sus carnes y huesos. Seis hombres cayeron al suelo de un solo golpe. Quedaban otros seis incluyendo al lord comandante. El fantasma sudaba detrás de la máscara. Dio varios pasos hacia atrás y de su traje sacó una pequeña pistola. Apuntó a los guardias, y de la pistola salieron rayos que acabaron con las vidas de cinco hombres. Ahora sólo quedaba el lord comandante de pie.
—Si querías un duelo uno a uno haberlo dicho antes—dijo con sarcasmo el lord comandante.—El fantasma guardó su pistola.
—No pensé que usted me daría el honor—Salió una voz fantasmagórica de la máscara de Hanan Baal.
—Una criatura del abismo como tú no merece ningún honor. Pero en cambio—dijo el comandante mientras se colocaba en posición de batalla. Hanan Baal hizo lo mismo.—Me haces un gran honor a mí—dijo. A continuación, las espadas comenzaron a besarse y a cantar.
A través de la puerta ingresó Greg y corrió el camino sin reparar en los otros guardias asesinados ni en las ominosas estatuas. Escuchó el sonido del acero chocando con el acero. Y cuando miró en dirección de aquel sonido, lo que vio fue a la cabeza del lord comandante salir volando mientras su sangre emanaba como una fuente. El cuerpo cayó de rodillas y luego sobre sí mismo. A su lado estaba el fantasma de Hanan Baal. O a aquello que había podido ver hace un rato a través de las pantallas. Entonces advirtió a la enorme y extraña criatura que estaba dentro de la jaula, mientras que fuera de esta se encontraban los señores Poncrator. El fantasma recogió la vaina de su espada y la guardo dentro de esta.
—Vaya, tal parece que mis hombres no son lo suficientemente buenos para entretenerte por mucho tiempo—bromeó el Walace. —Así seas un espíritu maligno o un demonio enviado para castigarnos por nuestros pecados. Nosotros los Poncrator nos impondremos sobre el demonio como hemos hecho por cientos de años y acabaremos contigo. —La puerta de la jaula comenzó a levantarse dejando espacio para que la quimera saliera de ella rugiendo como ningún otro animal que Greg hubiera escuchado nunca.
—Me pregunto si detrás de esa máscara se esconderá un rostro aterrorizado en estos momentos—dijo Seymour en voz alta, la cual resonaba en los pasillos de esa habitación como un eco lleno de furia. —Quizá te asombra que esta criatura no nos haga daño. Pero sería incapaz de hacerle esto a sus dueños—Ambos hombres salieron de la habitación a través de una puerta trasera. Hanan Baal desenfundó la pistola y comenzó a descargar balas de electricidad en la quimera. La bestia rugió lanzó un zarpazo con sus garras enormes las cuales el fantasma logró evadir saltando. Entonces la quimera lo golpeó con la pata delantera arrojándolo como a un muñeco contra la pared.
La quimera volvió a rugir. Greg no podía creer nada de lo que estaba pasando. Así que hizo lo primero que se le vino a la mente. Sabía que si esa cosa lo veía saltaría encima de él. Así que sacó su rifle y lo descargó completamente en contra de la bestia. Las balas fueron a dar en su pico y abdomen. No lo hicieron retroceder pero de las heridas emanaba sangre. La quimera rugió estruendosamente. Greg quiso escapar pero las piernas no le respondían. Entonces, más adelante, en el punto ciego de Greg salieron más disparos.
Hanan Baal se había recobrado y disparó cinco veces y se detuvo. La quimera lo atacó con el enorme pico tan grande como un arpón para cazar ballenas. Pero se escuchó el sonido de un rayo, y así la enorme bestia se echó para atrás con la parte superior del pico caído, y la mitad del pico inferior cercenado y con toda la cara cubierta de sangre que le cegaron los ojos a la bestia que gritaba de dolor.
Greg miró ese ominoso espectáculo. Estaban matando a la bestia. La estaba matando aquel demonio enmascarado. Sintió una presencia detrás de él. Una presencia humana. Se volteó. Era la muchacha de hace un rato. Esta le enterró un puñal en el pecho. Greg cayó en el suelo con el puñal todavía clavado y miró a la mujer salir corriendo en dirección hacia la bestia ahora con dos dagas resplandecientes como la luna en sus manos. Se arrastró hacia ellos con la vida escapándosele. Se sentía frío. Miró por fin cómo el fantasma de Hanan Baal y esa mujer subía por el cuello de la quimera, degollándola. Ahora miró hacia atrás donde podía sentir unos pasos. Era la muchacha de cabello blanco y de ojos dorados que había visto en la fiesta. La muchacha lo miró y le dijo:
— ¿Los fantasmas son terribles, no es verdad?—Y Greg sintió que se congelaba.
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El post se publicó con un error. Y no me deja actualizarlo.
Corregido.
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¡Brutal el trabajo Bro! Sobre todo la historia de terror, lo que me gusta muchísimos.
Saludo.
Oye, viejo, gracias por leerme. De verdad. Seguiré por aquí posteando historias. Un abrazo.
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Excelente inicio. Aunque... pobre, pobre Greg