Como fuego en las venas
Apenas tenía trece años y Diana ya quería irse de la casa, su padre alcohólico nunca cumplía con sus obligaciones de sostén de la familia por lo que su madre tenía que lavar ropa ajena para mantenerla a ella y a su pequeño hermano, estaba deseosa de conocer el mundo, toda su vida se la había pasado en la colonia popular que la vio nacer, la misma escuela, la misma tienda que a la vez era carnicería y depósito, a su corta edad empezaba a pensar en la posibilidad de casarse tan pronto llegara a los dieciocho años o antes de ser posible.
Martín había vivido toda su infancia en su pueblo natal ayudando a sus padres en las labores del campo, había hecho la primaria gracias a un programa de educación que llevaba maestros hasta estos lugares lejanos, cada libro que llegaba a sus manos lo devoraba con pasión, para luego contarlo a sus amigos como si se tratara de un cuanto, esto llamó mucho la atención de uno de sus jóvenes maestros quien le empezó a llevar libros y a visitarlo una vez al mes aún mucho después de que el programa educativo había terminado. Unos años después hubo otro programa de alfabetización y secundaria, los maestros se admiraron mucho de la facilidad con la que se expresaba el joven y decidieron hacerle un test para ver la posibilidad de que aprobara la secundaria, para su sorpresa este resolvió los exámenes con maestría tal, que decidieron apoyarlo para presentar el examen de equivalencia de preparatoria, en el cual obtuvo una calificación tan sobresaliente que lo hizo acreedor de una beca para estudiar una carrera universitaria que incluía viáticos. Tan sólo cuatro años después había acabado la licenciatura en administración y estaba por terminar la licenciatura en física que había decidido estudiar simultáneamente.
Una tarde de invierno Martín estaba en un a zapatería cercana a la empresa en la que se desempeñaba como gerente de recursos humanos, cuando holló llorar a Diana que ahora era una joven muy bella, se acercó a ella y se ofreció a escucharla para ver si podía ayudarla de alguna forma, ahí empezó una amistad muy cálida entre ellos que culminó en el matrimonio.
Martín y Diana hacían una singular pareja, el era muy bajo de estatura, moreno y decididamente feo, ella era blanca de ojos claros y aparentemente tímida, el tenía una enorme facilidad de palabra resultado de su constante preparación académica, ella tenía temor de hablar en público y casi siempre prefería permanecer callada. Vivieron muy felices por algunos años, no habían tenido hijos, pero eso no les importaba, el la amaba profundamente y la trataba como a una reina, ella estaba muy feliz atendiendo siempre a su marido y encargándose de la casa, había rechazado varias veces que su marido contratara a alguien para encargarse de las labores domésticas.
Normalmente Martín salía como a las siete de la noche de trabajar, pero esa tarde decidió retirarse temprano y darle a su hermosa esposa una sorpresa, le había comprado un ramo de rosas rojas y pensaba llevarla a cenar, abrió la puerta de la recamara y quedó en shock al verla en la cama con un sujeto, esté salto y se cubrió con la sabana dejando a Diana descubierta, su esposo se quitó el saco que llevaba y la cubrió. Con el corazón destrozado le demandó el divorcio al día siguiente.
Dos años mas tarde Martín salía de una conferencia de superación personal que estaba impartiendo cuando fue interceptado por dos jóvenes ejecutivos quienes lo invitaron a un bar cercano, unos minutos mas tarde uno de sus acompañantes se levantó de la mesa para auxiliar a una mesera que estaba siendo molestada, para su sorpresa se trataba de Diana, tenía señas notorias de cansancio y desvelo, estaba mas flaca y se le notaba mas triste, le contó a su ex esposo que no tenía donde vivir, que dormía en la parte posterior del bar una vez que cerraban y que estaba muy endeudada. El le ofreció que se quedara en su casa, al fin y al cabo el estaba siempre trabajando.
Seis meses mas tarde Diana se veía tan hermosa como antes, estaba muy agradecido con su ahora amigo Martín, esta vez ella le dio una sorpresa a él, se inclinó y le pidió matrimonio, él se echó a llorar y aceptó si mediar un sólo minuto, esta vez tuvieron una recepción muy pequeña y una luna de miel mas grande.
Varios años mas tarde Martín volvía de una conferencia que estaba dando en otra ciudad, estaba deseoso de ver a su esposa después de quince días de ausencia, estaba a punto abrir la puerta de la recamara, cuando sale un hombre desnudo apenas cubierto con una toalla, dentro de la habitación su esposa se vestía a toda prisa, Martín estaba desecho, el coraje le hacía sentir como si tuviera fuego en las venas, salió de la casa sin decir absolutamente nada, al día siguiente le mandó a su esposa un abogado quien le presentó la demanda de divorcio, Diana firmó sin mas comentarios.
Años mas tarde, Martín volvió a encontrar a su ex esposa trabajando en la misma zapatería donde la vio por primera vez, se le veía muy envejecida, su mirada extraviada como si no lo reconociera y las manchas de acné contrastaban mucho en su piel blanca, él la miró fijamente, con lo brazos cruzados y le preguntó donde vivía, ella le dijo que no tenía donde vivir y que la dueña de la zapatería le dejaba quedarse en la parte posterior de la tienda a cambio de trabajar hasta el cierre, el le preguntó que si no había leído las cláusulas del divorcio, ella le respondió que no, porque era muy lenta para leer y estaba desesperada por irse, Martín la invitó a que leyera detenidamente los documentos en voz alta, Diana empezó a leer para darse cuenta de que en el convenio le había dejado la casa y una pensión que ella nunca había cobrado, se echó a llorar al saber que su ex marido no la había desamparado a pesar de su conducta, el la abrazó y le dijo que se fuera a la casa que el le había dejado, que cobrara la pensión que se había acumulado, -ya no podrás ser mi esposa nunca mas, pero siempre podrás considerarme un amigo- le dijo.
Tanto la historia como la imagen son de mi propia autoría.
Es una historia que imaginé, cualquier parecido con situación real alguna
es pura coincidencia.
No esperaba tal desenlace mi hermano. Saludos.