El Mochilero Errante

Eran las 10 de la noche y estaba preparándome para irme a cenar con mis amigas como cada sábado, luego ir a tomar unas copas en un pub y terminar la noche en nuestra disco preferida para bailar sin parar hasta el amanecer.
Se desató una gran tormenta. ¡Jolines! que se van a estropear mis planes de salir.
Miro al cielo para ver si va a pasar pronto o lo voy a pasar en casa, viendo pelis, comiendo palomitas de maiz y mi refresco favorito.
Llamo a una de mis amigas para asegurarme que el plan seguía en marcha y me dice que sí, me apetecía mucho sinceramente.

Saco mis zapatos de tacón de su caja, mi vestido negro reservado sólo para mis noches de fiesta. Termino de arreglarme y voy a buscarlas.
Vamos a cenar a un bar, pedimos pizzas, sangrías y cervezas. No importan las calorías, las vamos a quemar en unas horas.
¡Madre mía! nos hemos pasado con tanta bebida, mejor tomarnos unos cafés y no coger el coche.
Por suerte, sólo que hay que andar un poco y menos mal, que había dejado de llover.
Llegamos al pub, mis amigas siguen con los cubatas, yo no debo beber más porque tengo que devolverlas a sus casas más tarde. Así que, mejor ser buena y empezar a beber refrescos sin alcohol. Bailamos y bailamos. Ellas hasta las cejas de tanto alcohol no quieren parar la fiesta, pero para mí, ya se está alargando mucho la noche.

Vamos a por el coche, para volver a casa. ¡Jolines! empieza a llover otra vez, así que nos pilla el agua de camino hacia el coche. Estamos empapadas, no hay ningún sitio donde resguardarnos de la lluvia y correr con tacones, es un poco difícil.
Por fín, llegamos al coche y voy dejando a mis amigas en sus casas.
De camino a la mía, se ha puesto a llover más fuerte y los limpiaparabrisas no les da tiempo a retirar el agua del cristal.
Apenas se ve un bulto negro andando en la acera. Acerco el coche al bordillo y bajo la ventanilla, veo que es un chico que se protege de la lluvia, bajo una bolsa de basura a modo de chubasquero.
Le pregunto, si quería que le acerque al pueblo o algún sitio para resguardarse del agua que está cayendo. Acepta y sube al coche.

Hola, me llamo Alejandro y ando de acá para allá, conociendo mundo y haciendo nuevos amigos.
Me llamo Sara, encantada. Vaya día te ha salido para pasear, dije sonriendo. ¿Dónde quieres que te lleve?
Él me dice que aún hostal donde pueda secarme y descansar un poco.
A estas horas estará todo cerrado y te van a cobrar la habitación por ser antes de las 12h. ¿Quieres tomar un café? Hasta que sea hora para llevarte al hostal y así me cuentas alguna de tus aventuras.
Me miró con sus ojos llenos de ilusión y asintió con la cabeza, un tímido sí.

Solo encontramos una gasolinera abierta con servicio de cafetería, pedimos unos cafés y un par de croissants y estamos horas hablando.
Es la hora de llevarte al hostal, ya habrá abierto. Subimos al coche, y antes de arrancar el vehículo.
Le miro a los ojos y le comento, Alejandro pareces un buen chico y si quieres ahorrarte el dinero del hostal. Tengo una habitación libre, puedes quedarte para descansar en mi casa
Alejandro sorprendido, aceptó la invitación sonriendo.

Llegamos a mi casa, abrí la puerta del rellano, encendí la luz de la escalera y le invitó a pasar.
Subo las escaleras y al llegar al rellano, me doy cuenta que se ha quedado abajo.
Me giro y le digo ¿No subes? ¡No te pienso subir en brazos!
Me mira sonrojado, agacha la cabeza y empieza a subir.
Entonces soy yo la que me sonrojo, al recordar lo corto que es mi vestido visto desde abajo. Para liberar tensiones, sonrio y le pido, disculpas.

Pongo la llave en la puerta, cuando noto que Alejandro ha rebasado mi margen de seguridad, puedo sentir el calor de su cuerpo tan cerca y su respiración en mi cuello, mis pulsaciones parecen aumentar por momentos. En ese momento por unos segundos, dejo de girar la última vuelta de la llave.
Se agolparon preguntas y respuestas contradictorias en mi cabeza. Apenas lo conozco es peligroso o es morbosa está situación. ¿Qué hago?
Sentí como sus dedos rozaban mi piel y subían por la parte interna de mis muslos, suavemente, cada vez más y más.
Él se da cuenta de que estoy nerviosa, y no termino de abrir la puerta.
Me pregunta susurrándome al oído ¿sigo o paro?
Mi cabeza me dice para, pero me resulta tan excitante. Le doy la última vuelta a la llave, abro la puerta de golpe.
Le miro con cierto punto de lascividad en mi mirada, le cojo de la mano y lo meto dentro de casa, para que los vecinos cotillas, queden al margen de lo que está a punto de ocurrir...

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Relato de mi autoría :)