El afán y las preocupaciones

En el 2017 logré una de las metas que muchos nos trazamos desde niños, graduarme de la universidad. Para nadie es un secreto la situación tan fuerte que se vive en Venezuela, pero en los meses de febrero a mayo mi familia se las vio bastante fuerte.

Los ingresos a mi hogar llegaban solo por el negocio de mi papi, un autolavado que gracias a Dios siempre ha sido prosperado. Pero en esos meses el trabajo menguó bastante, viéndonos obligados a eliminar varias tipos de comida de la mesa, escogiendo qué productos cosméticos eran los más necesarios y así.

El paquete de graduación costaba 96.000 bolívares (bsf), tal vez ahora no es mucho pero en esos meses era como que pana no, por favor. Decidí no asistir a la misa, la última clase y a la fiesta que se haría después de la marcha triunfal, lo cual redujo los gastos a 64.000 bsf.

Como estábamos luchando fuerte en casa para que el dinero alcanzara, me sentí culpable por hacerles gastar ese dinero en mí, porque no solo sería el costo del paquete, también faltaba comprar la ropa que todos usaríamos para ese día, pagar el taxi que me llevara desde mi casa hasta la sala donde se haría el acto (distancia de polo a polo), y otras cosas más.

Viendo todos los gastos y lo poco que había en casa, caí en crisis emocionales fuertes, lloraba casi que todas las noches hasta dormirme pensando en que no tendría fotos de mi acto de grado porque no pude asistir, o que si mis padres pagaban todo después me resentirían por la perdida innecesaria de dinero muy necesario.

Después de una semana mi mamá se cansó de escucharme llorar y tuvimos una charla familiar. Mi mami es una mujer de fe, y gracias a Dios que ella está en nuestra familia porque hace rato que mi papá y yo hubiéramos perdido el norte.

Mi papá me tranquilizó, me dijo que tuviera calma y que diera un paso a la vez. Primero pagábamos el paquete y luego nos ocupábamos de la ropa y demás. Él se encargaría de que yo tuviera todo lo necesario, después de tres años por fin vería el fruto de su esfuerzo.

Mi mamá dijo que tuviera fe, que todo saldría bien. Nada ganaba con llorar y mortificarme por cosas que aún no habían sucedido, como eso de pensar el escoger el acto por secretaria. Confianza, solo me demandaba confianza.

Así que eso intenté hacer, batallé con mis demonios y me le planté de cara al problema. Ciertamente parece lógico creer que si Dios permitió que estudiara todos esos años, que todo me saliera bien y me aprobaran la tesis y demás, era porque Él quería que tuviera mi acto de grado. Y si Él es mi padre y me ama, Él concedería los deseos de mi corazón de acuerdo a su voluntad.

Sí, habían momentos en los que me quebraba al ver las cuentas, pero luché para mantener mi paz. Pagamos el paquete, me regalaron un vestido el cual me modificaron hasta que se convirtió en uno muy parecido al de mis sueños, tuvimos un rico almuerzo en casa y la pasamos genial.