Nosotros mi familia y yo fuimos a río caribe a pasar unas vacaciones y allí nos enteramos de que la esposa de mi cuñado estaba presentando ciertos síntomas que estaban llamando mucho la atención, desmayos, dolores musculares y moretones en la piel, por lo cual decidimos de regreso traerla a nuestra ciudad para realizarse unos exámenes médicos, desafortunadamente estos resultados fueron alarmantes ya que sus valores estaban muy elevados, fue entonces ese momento donde en la emergencia de un hospital comienza esta historia. Allí corrimos con la suerte de encontrarnos de guardia a un médico amigo que nos dijo de una manera segura, que el diagnóstico era leucemia linfática aguda. Él fue muy sincero en decirnos que esta enfermedad era muy agresiva, ella requeriría de hospitalización inmediata para empezar el proceso de quimioterapia.

Esa noche la recuerdo con mucha tristeza porque estando nosotras dos en un cuarto aislado, ella pronuncio unas palabras muy tristes al preguntarse “¿Cómo iré a enfrentar esta situación estando tan sola?” ya que su mama se había quedado en su tierra cuidando de sus dos niños, siendo además hija única hembra con solo un hermano. Recuerdo con mucha exactitud que tome sus manos y con lágrimas en los ojos le hice la promesa que a partir de ese día yo me convertiría en una hermana para ella. Al mismo tiempo fue gracioso, ya que ella era una persona blanca y con rasgos muy bonitos; la mire y le pregunte, “¿no te importa tener una hermana negra y fea?” ella negó sonriendo. Ambas éramos de la misma edad, para ese entonces teníamos 27 años, esa noche fui su acompañante de cuarto porque estaba aislada de los demás pacientes por su estado crítico de salud. Ese era el comienzo de ella para lo que se suponía que era una larga enfermedad y de momentos muy tristes; y para mí se convirtió en una experiencia donde me toco ser su apoyo, aprender el lenguaje de los médicos y de una lección de vida.

Al pasar de los días empezaban a correr las noticias, muchas de esas personas lloraban, sus padres tuvieron que venir a informarse de la verdadera situación de su hija. Entre familias, amigos y doctores creamos un gran equipo, pero allí la verdadera protagonista fue ella, quien lidiaba con los síntomas que se hacían cada vez más agresivos. Su linda figura de mujer bonita, se fue marchitando entre ojeras, reflejo del dolor, cambios bruscos en su cuerpo, noches sin dormir y procedimientos tras procedimientos dolorosos; a pesar del empeño de los doctores y sus buenas intenciones en aplicar un tratamiento de quimioterapia, del cual no garantizaban el éxito, siempre mantuvimos la esperanza de que esa muchacha joven que meses pasados se veía llena de vida, podría salir librada de esa batalla que significaba la leucemia. 

Durante su hospitalización ella mostraba su deseo de colaboración, algo impresionante era que nunca se quejaba, a pesar de su situación crítica, recuerdo en alguna oportunidad que llego una doctora a pasar revisión de esos tantos que pasaban por allí, y se detuvo a preguntarle cómo se sentía. La respuesta firme sin titubeos fue

 “Bien doctora, yo estoy bien”.

Mi mirada se cruzó con el de la doctora y vimos juntas como corrían nuestras lágrimas, ver que a pesar de su sufrimiento, el deseo de vivir traspasaba el dolor y la posibilidad de morir.

A medida que fueron pasando los días su abdomen fue creciendo hasta alcanzar la apariencia de un embarazo de 7 meses, sus partes íntimas se hincharon al punto que era impresionante ver. Quienes la cuidábamos nos valíamos de cualquier truco para mantener ese clima de fuerza de voluntad de “yo sí puedo hacerlo” y en momentos para inducirle a orinar, en mi caso recuerdo que abría el chorro de lava mano y hacía que escuchara el sonido del agua caer, y eso le estimulaba poder hacer su necesidad.

Tratamientos iban y venían a su cuerpo y se agotaron todos los recursos, pero su situación seguía siendo crítica. Su cabello castaño empezó a caer, su cuerpo empezó a hincharse totalmente, pero igual al preguntarle cómo se sentía siempre escuchábamos la misma respuesta  

“Bien, yo estoy bien”.

Recuerdo que para esos últimos momentos difíciles estaba por celebrarse el día de las madres, su sueño para ese día era ver a sus dos hijos, quienes eran muy pequeños aun, algo que su esposo le prometió cumplirle. Una de las cosas que aprendí de ella era su optimismo y fuerza de voluntad, y aunque todo más rápido se complicaba, su deseo siempre fue querer vivir, quizás movida por el amor de sus dos pequeños. A menudo escuchaba tras los pasillos mientras intentaba respirar aire fresco, como los médicos comentaban de su fortaleza, de no quejarse, de no doblegarse con excusas ante la situación que le toco enfrentar.

Ella era muy fuerte y gozaba del cariño de todos los que laboran en el hospital. Por lo general cuando se le iban a aplicar los tratamientos, por la misma hinchazón de su cuerpo no lograban conseguirles las venas, venían enfermeras tras otras, los procesos fueron agotadores y frustrantes, más sin embargo, ella persistía en colaborar y no quejarse por lo que estaba viviendo. Una de las cosas que hacía ella a menudo, cuando pasaba ese tipo de situaciones era tomar mi mano, y yo podía percibir entre sus apretones, cuanto dolor podía estar sintiendo, pero ella escogió esa manera de expresarlo, algo que llamaba la atención de los demás, no exteriorizaba lo que sentía, su apretón de manos transmitía todo el dolor que sentía y que resguardaba. 

Sus labios y boca se llenaron de llagas tan grandes que no podía siquiera tomar agua, se convirtió en mi pesadilla, cada vez que pedía de beber mis temores de que se ahogara o dejase de respirar se hacían cada vez más tortuosas, tuve miedo de dejarla sola, tuve ese sentir de pensar abandonarla, era aterrador para mí y aun así, su hermana con entereza se quedó allí a su lado.

En el cumplimiento de mi promesa, día a día yo la visitaba y era justamente esa hermana que había prometido ser para ella. Otras de las promesas que le hice fue estar allí hasta el final, sin embargo, una vez llegado ese día no esperado 3 meses después día de las madres, me arreglaba en casa con la intención de pasar el día con mi hermana, pero recibí la fatal llamada donde se me anunciaba su muerte, me volví como loca, me invadió el sentimiento de culpa, supe que le había fallado, no estuve allí sosteniendo su mano en el momento que se despedía, mientras ella sentada en cama miraba a sus hijos tras una ventana, cuando la muerte se la llevaba poco a poco. La acompañe a su entierro, fue trasladada a su tierra y aunque muchos me decían lo importante que fui para ella en ese proceso, yo seguía con sentimientos internos de culpa, al extremo tal que fue necesario buscar ayuda psicológica.

Al recordar esa experiencia aun me duele mucho, pero me quedo la satisfacción de haberla conocido y vivir esa experiencia con ella, una joven de tan solo 27 años con dos niños y su esposo, quien se dio la tarea de luchar de frente con dignidad y con respeto con aquel cáncer , que la llevo a la muerte.

Fuente

 A pesar de que 18 años han transcurrido, aun no la olvido.

_{En Memoria de mi tia Yaisy Marcano Navarro Q.E.P.D.}

_{La redacción de este artículo es completamente de mi autoría, muchas gracias por tomar de su tiempo en leer parte de mi trabajo, me despido no antes sin enviarles un abrazo fraternal a todos y un saludo a todos mis lectores de parte de @RoadStories} 

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