Reto Venezuela #4: ¡Resaltemos lo bello de nuestro país! - Margarita

Hace ya varios años, mi hija optó por pedir como regalo de quinceañera un viaje a Margarita. Mi familia desgraciadamente nunca había tenido el suficiente dinero como para pagar unas vacaciones de ese tipo, incluso aunque fuese dentro del país... Ni siquiera nos habíamos dado la tarea de visitar Mérida (que claramente estaba cerca de nuestro hogar en Maracaibo) debido a que el carro que teníamos en aquel entonces no soportaría ningún viaje.

Con mucho esfuerzo, a mediados de agosto logramos reunir el dinero para irnos a la hermosa isla. Mi única hija estaba claramente emocionada con la idea de montarse en un avión y conocer mucho más que el caluroso ambiente de nuestra ciudad.

Ya simplemente con arribar y tomar el taxi en camino al hotel en el que nos hospedaríamos había sido una grata experiencia, podíamos observar los rurales paisajes desde la ventana del auto y era realmente encantador escuchar al taxista, que provenía de Alemania, hablar sobre lo hermosa que era la isla, lo mucho que le gustaba vivir allí en un ambiente tan agradable y tropical, y lo mucho que le había ayudado Venezuela cuando más lo necesitaba, dándole una mano amiga y un nuevo hogar.

Mi esposa y yo al llegar al hotel.

Relato este detalle del taxista, porque el viaje a Margarita no solamente resaltó la belleza de la isla y nuestros paisajes, sino también esa mano que el venezolano no duda en darle a cualquiera, ese calor tan propio de nuestra gente que nos permite tratarnos como hermanos.

La playa del hotel era bellísima, el agua salada y un ambiente definitivamente no tan caluroso a pesar del inmenso sol que se podía divisar al horizonte.

Fotografía con mi hija en la playa del hotel.

No fue sorpresa el hacer amistades en el tour que se nos dio al día siguiente de llegar al hotel, entre ellas destaco a una anciana española que se dedicaba a viajar por todo el mundo, nombró un sin fin de países que ya habían sido tachados de su lista, después de todo, prefería aprovechar sus últimos años al máximo. La señora era muy alegre y decía que en Venezuela había divisado unos paisajes maravillosos, de los más hermosos que había visto, que definitivamente era uno de sus sitios favoritos.

Estas fotografías fueron tomadas en el Castillo Santa Rosa, sitio que sirvió de calabozo para Luisa Cáceres de Arismendi, esposa del general Juan Bautista Arismendi. Allí ella, que estaba embarazada, estuvo cautiva como rehén por mano de los españoles para que su esposo doblegara sus tropas durante la guerra de independencia. Con firmeza Luisa soportó grandes maltratos y la pérdida de su bebé, todo mientras esperaba ser rescatada y un país con libertad. Una mujer de admirar cuyo espíritu luchador estoy seguro aún se encuentra en el corazón de nosotros los venezolanos.

Con un retrato de Luisa Cáceres de Arismendi, si les parece conocida es porque está en nuestros billetes.

El paisaje lleno de árboles que se podía observar era maravilloso.

Tiene cierta belleza observar la bandera y un cielo tan azul en un sitio con una historia tan trágica en el camino a la independencia, ella soportó hambre y maltratos, pero siempre confiando en que su esposo y su pueblo llegarían a la libertad... Cosa con que todos podemos identificar, esperando por el cambio que estamos seguros se aproxima.

Posteriormente fuimos a comer pescado al aire libre, quiero destacar que el pescado de Margarita es uno de los mejores que he probado, fue realmente una experiencia muy agradable. Allí aparece la anciana española de la que hablé antes.

Ésta es la Basílica de la Virgen del Valle, patrona marina de Venezuela que se puede apreciar muy brillante en la foto siguiente. Siempre encontraré encantadoras las estructuras de las basílicas de nuestro país.

La virgen mediante un milagro logró recuperar la salud de un pescador devoto a ella que tras ser atacado por una manta raya y sufrir de gangrena, no tuvo otra opción más que amputarse la pierna; le pidió sin cesar a la Virgen del Valle que recuperase su salud para regresar al mar. Bajo todo pronóstico el pescador sanó a una velocidad impresionante y pudo sumergirse nuevamente en las aguas, donde posteriormente encontró una ostra que albergaba una perla en forma de pierna, perla que se negó a vender a pesar de las grandes cantidades de dinero que le ofrecían por ella pues era un regalo de la virgen... La perla se puede ver en el museo diocesano de la virgen que por cuestiones de tiempo no pudimos visitar.

Posteriormente visitamos el Parque nacional Laguna de La Restinga. El parque permite un paseo por la inmensa laguna en el que se pueden observar diferentes manglares.

Los manglares se caracterizan por formar pequeñas "plazas", cada una con algún nombre específico.

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Una de las más grandes maravillas del paisaje, y una de las más memorables, sin duda alguna fueron las Tetas de María Guevara, nombre que recibe un monumento natural formado por un par de cerros que asemeja unos pechos.

Según las leyendas, el nombre se les dio en honor a una mujer que luchó durante la guerra de la independencia de Venezuela y cuyo cuerpo fue enterrado en ese sitio, con el paso de los años aparecieron aquellas colinas mientras su cuerpo se encontraba en el fondo de éstas.

Otro día nos dimos la tarea de visitar El Castillo San Carlos de Borromeo en la bahía de Pampatar, castillo que debió reconstruirse tras el ataque de piratas. En la cima del mismo se puede observar toda la bahía y una pequeña plaza.

Todo Pampatar era visible desde la cima.

Tras regresar al hotel, disfrutamos inmensamente de la comida, la piscina y el diverso entretenimiento que otorgaba el lugar, entretenimiento que incluía todo tipo de bailarines. Pero definitivamente la mejor parte era la playa.

Ya se acercaba la hora de partir y antes de hacerlo fuimos a un último viaje. Nuestra guía turística nos quería mostrar sus paisajes favoritos de Margarita y estoy seguro sabrán apreciarlos tanto como yo:

Esperamos que llegara la tarde, pues ella insistía en que viésemos un impresionante espectáculo. Mientras el sol crepuscular se ponía en el ocaso, se podía observar cómo poco a poco el cielo se teñía lentamente de rojo en una escena que nunca seré capaz de olvidar.

A los venezolanos muchas veces se nos olvida amar con pasión nuestro país... Inclusive aquellos que parten al extranjero no paran de hablar de todas las dificultades que hemos tenido que pasar, lo difícil que es la vida con un gobierno al que le importamos tan poco, la suciedad y deterioro que se puede ver en muchas calles o la gran corrupción que asecha cada esquina. Pero, ¿y si vemos más allá? Recordemos el calor de la gente, la inmensa belleza de nuestros paisajes, lo rico de nuestros climas y lo deliciosas que son nuestras comidas.

Tantos monumentos regados por el país nos recuerdan de nuestra independencia, lo difícil que fue, las torturas por las que pasaron nuestros antepasados. Estoy seguro que pronto llegaremos a una nueva independencia, libertad sobre este gobierno opresor que trata que entreguemos tantos paisajes y la alegría venezolana tan contagiosa.

Visitar Margarita todos aquellos años atrás me hizo notar cómo los extranjeros turistas adoraban e inclusive se extrañaban de la calidez que emanamos los venezolanos, me insistían en lo bellas de nuestras playas y lo mucho que les gustaría tener paisajes así más cerca... Incluso aunque nos vayamos lejos de nuestro hogar, un venezolano siempre tiene a su hermosa tierra en el corazón, una tierra que está sufriendo, que llora todas las vidas que se han perdido buscando un cambio, pero que con aquel atardecer que cada día nos otorga y sus hermosos paisajes, trata de recordarnos el por qué luchamos, trata de hacernos ver que la lucha no puede acabar, que no podemos perder, no podemos simplemente despegarnos de una tierra tan hermosa como lo es nuestra querida Venezuela, y es que, ¿dónde más vamos a encontrar paisajes así?.