Para adentrarse en el mundo de Robert Walser

in #spanish6 years ago

Robert Walser nació en Biel, Suiza, el 15 de abril de 1878, y murió cerca de Herisau a los 78 años, en la nieve, en las afueras del sanatorio mental donde estuvo internado desde 1933; antes lo estuvo en la clínica psiquiátrica de Waldau, a la que ingresó voluntariamente en 1929.
El bandido, escrita en 1925, pero publicada varios años después de la muerte de Walser, y El paseo, fechada en 1917, son dos obras breves que funcionan muy bien para adentrarse en el mundo de este inusual escritor, que influyó a Franz Kafka, a W. G. Sebald y a Enrique Vila-Matas, entre otros grandes autores.

Si desea conocer más sobre la vida de este escritor, puede visitar este magnífico artículo

La siguiente reseña fue publicada anteriormente en Colofón, Revista de Literatura, y se puede leer en el siguiente enlace.

Robert Walser alrededor de los 30 añosFuente

El manuscrito de El bandido, fechado en 1925, no fue dado a la imprenta por su autor ni revisado para una versión final. Es, en otras palabras, un borrador. O una primera versión. Eso podría explicar algunas de las características del texto que comentamos, aunque comparándolo con otros del escritor que sí fueron publicados en vida, advertimos que se mantienen muchas de sus constantes estilísticas y temáticas.

En El bandido se entrecruzan varios temas que aparecen y desaparecen como hilos en una madeja. En primer lugar aparece la vida amorosa de “el bandido” al que se alude en el título; luego, la caracterización del mismo personaje; es decir, sus ideas sobre el mundo y sobre el amor, sus semejantes y su tiempo; su identidad (la percepción de sí mismo) y la identidad entre personaje y autor, la visión que los demás tienen sobre él. Y por último, pero no menos importante, la novela como mecanismo que se piensa a sí mismo.

Walser adolescenteFuente

¿Cómo es “el bandido”? En realidad, es casi imposible saberlo, a pesar de que Robert Walser, o mejor dicho, el autor ficticio que narra las desventuras del joven protagonista, describe sus sentimientos, sus emociones y sus acciones a lo largo de toda la novela, porque todo resulta tan evanescente, movedizo, que desaparece como la niebla cuando queremos atraparla con las manos. Sabemos, sí, que es un joven enamoradizo, que se apasiona primero por Wanda y luego por Edith, aunque también por otras mujeres; que en general está mal considerado por hombres y mujeres (es pobre, es indeciso…) aunque no le faltan muestras de aprecio y respeto, incluso de amor.

El narrador (a pesar de que se presenta como autor no debemos identificarlo plenamente con Walser) relativiza su historia continuamente. Dice que contará cosas más adelante que nunca llega a contar, cambia de dirección su narración, extrae conclusiones de hechos o palabras de las que lógicamente no pudieran extraerse esas conclusiones; se presenta en sus ambiciones de escritor; en definitiva, nos recuerda que lo que leemos es una ficción. Se puede afirmar que a Walser no le interesaba escribir una novela convencional, sino dinamitar el concepto mismo de novela desde la práctica del humor absurdo, la inverosimilitud, la incoherencia, la levedad de lo intrascendente (ya que, como encontramos también en El paseo, los grandes conflictos no parecen interesarle).

Uno de los aspectos más notables tanto de El bandido como de El paseo es la exposición de los mecanismos técnicos de la novela al mismo tiempo que los parodia, con lo que el juego se eleva al cuadrado. “Esto es lo que hacen las novelas y los novelistas, y no es tan importante, después de todo”, parece decir Walser. Mientras tanto, el novelista lleva a sus personajes de acá para allá: pasean libremente en un universo lleno de otros paseantes, flores, perros, vendedores de diarios, amables o indiferentes camareras; es decir, se sumergen con una especie de inocencia en el mundo en el que todo concita el interés. Un interés disperso, por cierto, inestable.

Por momentos, la mirada de Walser conduce al lector a una realidad de impresiones fugaces, cambiantes, de brillo caleidoscópico; el lector es interpelado continuamente, su atención es reclamada, o conducida con suave ironía, hacia situaciones efímeras imposibles de atrapar pero de declarada belleza: una calle luminosa y alegre que se recorre bajo un ánimo “romántico-extravagante”. Lo que le permite afirmar al inicio de El paseo:

El mundo matinal que se extendía ante mis ojos me parecía tan bello como si lo viera por primera vez.

Sin embargo, no hay que pensar que todo en el escritor suizo es suave ironía, o que esta es una muestra de un entendimiento poco afilado o poco atento a los conflictos de su tiempo. Al contrario, mientras exhibe su sonrisa y derrama sobre todas las cosas y seres su buena voluntad, hace inventario de los males del egoísmo, de la mezquindad, de la pobreza de espíritu. El joven a quien llama “el bandido” es continuamente juzgado, y encontrado culpable de faltas improbables por sus conciudadanos, avaros y envanecidos. Walser era consciente de las fuerzas de desgaste del mundo que le tocó vivir, encaminado inexorablemente a la disolución, como revela el siguiente fragmento de El paseo, donde parecen mezclarse y confundirse dos estados anímicos contradictorios pero armónicos:

Así pues todo, todo, toda esta rica vida, los amables y sentenciosos colores, este encanto, esta alegría y este placer de vivir, todas estas humanas importancias, familia, amigo y amante, esta clara y tierna luz llena de bellas y divinas imágenes, las casas paternas y maternas y los dulces y suaves caminos perecerán un día y morirán, el alto sol, la luna, los corazones y los ojos de los hombres.

Robert Walser es un placer difícil; no se puede ignorar esa realidad. Sus novelas no siguen las corrientes de moda. Para disfrutarlo plenamente hay que dejarse ir, dejarse llevar por su ánimo alegre y sombrío a la vez, sin pretender explicarlo o entenderlo del todo; leerlo como si leyéramos poesía.

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GRACIAS POR LA VISITA. VUELVAN CUANDO QUIERAN.

Sort:  

Hola @rjguerra, gracias por acercarme a Robert Walser. Cuando leí El paseo, llegué a sentirme confundida por las expresiones exageradas y la cantidad de adjetivos que aplicaba a cualquier declaración. Creo que es un buen momento para volver a leer a Walser, quizás ahora lo perciba diferente.

Hola, @evagavilan. Siempre es buen momento para volver a un autor que uno ya ha leído y que en esa primera lectura no ha disfrutado. Claro, también es posible que en esa segunda lectura la situación no cambie y el autor siga siendo infumable. En el caso de Walser, su narrativa es deliberadamente caótica y digresiva; creo que como respuesta irónica a la narrativa tradicional.
Muchos saludos.

Desconocía este autor, extraña y perturbada vida. Intensa y trágica la belleza su prosa. Gracias por compartir este análisis @rjguerra. Saludos.

Gracias a ti por leer, @antolinamartell.
Saludos.

Lamentablemente de Walser solo he podido leer El paseo, y en verdad nos descoloca por su juego irónico y destemplado, muchas veces. Conocía algo acerca de su trastornada vida y de su obra por diferentes artículos. Tu trabajo es una excelente introducción a este "incómodo" y extraño escritor, y a partir del comentario que haces de El bandido se renueva mi interés en leerlo. Por los rasgos que indicas, sería un adelantado de eso que los teóricos insisten en identificar como "posmoderno". Saludos.

Creo que no es por casualidad que dos autores tan cercanos a la estética "posmoderna", para aceptar la etiqueta, como Sebald y Vila-Matas muestren tan abiertamente la influencia de Walser. Sobre todo Vila-Matas, además de en muchos artículos, en su novela Doctor Pasavento hace un explícito homenaje al escritor suizo. Mucho del espíritu risueño y caótico de Walser se encuentra en esta novela del español, que indaga sobre la desaparición, es decir: del apartarse voluntariamente del camino de la fama, de la notoriedad y, en caso extremo, aun de la escritura. Es una tentación que muchos escritores sufren, pero pocos la cumplen como lo hizo Walser.
Saludos.

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