¡Los héroes somos geniales!

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Los héroes somos geniales, siempre lo he dicho y nunca cambiaría mi profesión. No importaba lo que la gente hablara de mí, siempre estaría para defenderlos del mal.

-¡Eres un idiota por no seguir mi senda joven!- me dijo uno de mis oponentes. Enseñaba su brazo robótico, que al instante se transformó en un potente cañón de protones.

-¡Venga con todo!- grité eufórico, y alcé el pecho dispuesto a recibir el ataque.

-¡ESTAS LOCO!- bramó sorprendido Colreg y disparó el potente raro.

Millones de veces los noticieros decían que no pensaba en las acciones que tomaba, que por eso la ciudad terminaba destruida miles de veces. Esos señores tenían que disculparme, pero yo vivía de los desafíos.

Acogí aquella descarga exorbitante de energía, rápidamente mi cuerpo se aceleró y comenzó a asimilar las potentes partículas. Las luces eran intensas y de múltiples colores; riéndome fui absorbiendo la energía. Nací con un don y ese era resistir cualquier embate.

-Ya deberían saberlo todos ustedes- rugí invicto, alcé los brazos que humeaban. A decir verdad, todo mi cuerpo echaba humo. -¡Estoy que ardo!- exclamé y señalé con mi pulgar al villano. -Deberías correr Colreg.

El ciborg fue modificando de nuevo toda su estructura molecular, creando enormes brazos metálicos y se lanzó contra mí. No pude evitarlo y me dirigí a su encuentro, mientras observaba por el rabillo del ojo a mi público. Todos estaban a la expectativa, no podía fallarles.

La energía aspirada por mi sistema aumentaba mi musculatura gradualmente. Redirigí todas esas partículas hacia mi brazo derecho que creció exponencialmente.

-¡Recibe todas mis fuerzas!- brame entusiasmado, mi puño en segundos hizo añicos los dos brazos de acero de Colreg.

Eso fue un ¡Bammm! de los mil demonios.

Expulsé como un chorro de agua la fuerza que contenía. Mi adversario se vio arrollado, no aguantó la intensidad del impacto, se vio volando, atravesando millares de edificios. El estruendo que cause se me hizo delicioso. Sin embargo, las personas no lo veían así y me reclamaban, a cada minuto que corría hacia mi oponente, sus quejas crecían.

-¡No eres un héroe! ¡Eres una amenaza!- me gritó una señora, quizás tuviera unos 70 años.

-¡De nada!- respondía, sin importar sus negativas seguiría con mi trabajo.

-¡Retírate de una vez!- oía de varios.

Retirarme, ¡jamás! Sobre todo, cuando se cernían tantos peligros en mis ciudadanos, ellos podrían estar ciego, ¡pero jamás los dejaría en semejantes crisis!

Encontré a Colreg comiéndose varios vehículos con su gran bocotá metálica, en poco tiempo las partes que había perdida con mi arremetida se iban reparando. Adquiría a su vez nuevos sistemas de ofensiva, sus piernas se convirtieron en unas enormes ruedas.

-¡Soy más veloz ahora!- expusó sonriente, no tardó en hacerme una demostración

Me golpeó al costado tirándome al suelo. Me paré, pero otra vez me derribó arrastrándome por todo el suelo. ¿Cuánto fueron? 10km o quizás 20km ¡Demonios no lo sé! Sin embargo, me encontré contra un autobús.

-¡Desalojen!- pedí a gritos, me levanté buscando alternativas contra Colreg.

Las personas del transporte me lanzaban miradas de odio, como si la culpa fuera solo mía.
Aún me quedaba energía en el cuerpo, decidí suministrar un porcentaje a mis piernas y mis sentidos, dirigiendo un poco a mis brazos ¡Nunca debía faltar la fuerza bruta!

-Voy de nuevo- manifestó Colreg lanzándose directo hacia mí.

-No eres el único veloz- indiqué eludiendo su ataque, le hice una zancadilla y el pobre criminal terminó rodando por el suelo. -¡Eres un duro de pelar!- comenté feliz de tener a semejante adversario.

Me acerqué a Colreg cogiendo impulso. Inmediatamente le di con todas mis fuerzas una mega patada que lo envió de nuevo por los aires.

¡Otro Boommm maravilloso!

-¡Animal!- chillaba una niñita pequeñita, quizás tuviera unos seis años.

-Te estoy salvando la vida amiguita- dije sin dejar de reírme. -Las chicas como tu deberían idolatrarme, tener juguetes con mi figura. No las de él- señalé, aunque quería mostrar mi ofensa al verla con la figura de acción de Colreg, no debía dejar de sonreír.

-¡Él es un verdadero héroe, tú eres un monstruo!- gritaba la niñita a pulmón abierto.

No importaba, no había nadie a la vista. Discretamente le di un toquecito leve a la jovencita para que durmiera para toda la eternidad, luego me lo agradecería. Los aullidos desaparecieron. Y es que a veces los niños no saben a quién apoyar, solo necesitaban mano dura.

Sentí a Colreg arremeter contra mí de nuevo, con todo su masa corporal. Su cuerpo estaba al límite lo sabía, no tenía que ser mecánico. Nos llevamos los dos por medio varias paredes, hasta que finalmente me aburrí de su necia idea de doblegarme ¡Nadie podía hacerlo!, bostecé cansado y con mi codo lo aparté violentamente. Se hicieron varios cráteres en el suelo al rebotar el pobre cyborg.

-¡Debes seguir mi senda!- me señaló Colreg, se mostraba agotado. -¡La senda de un héroe!- anunció.

Me cansaba de aquello. ¡Yo ya era un héroe!, así que con un rodillazo en el estómago y aquel villano dejaría de decir estupideces. No me bastó con eso, a una velocidad super a la humana recibió de mi parte millares y millares de golpes. Las rocas resonaban por el suelo al vibrar por la fuerza descomunal que surgía de mi acto heroico. Colreg estaba rendido en un enorme cráter, no tenía ni piernas, ni brazos. Únicamente su cara y torso habían sobrevivido.

-¡Vendrán otros héroes a vencerte!- bramó mi enemigo, estaba agotado de todos los golpes propinados por mí. Ni con esa paliza se callaba.

Seguí mostrando mi bella sonrisa, si alguien me veía debía sentir la felicidad, la seguridad y la confianza que yo mostraba. Aunque las palabras de Colreg me sacaran de quicio.

-Yo soy un verdadero héroe- expresé con una falsa calma. -¡Entiéndelo por favor! La gente está a salvo conmigo-; y atravesé el pecho del robot con mi mano. -El verdadero héroe jamás se da por vencido, no como tú- indiqué sonriente.

Escuché los gritos y chillidos lejanos, seguro eran fanáticos que celebraban mi nueva victoria. Elevé mis bíceps intentando que cualquier chica bonita lo avistara.

¡Como me encantaba ser un héroe!

 

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