Sucesor

Yo soy el número diecisiete. Espero confiado que llegue mi turno. Tengo motivos para entender mi espera como algo conducente hacia una realización y no como una trampa en la que me detiene la ilusión. ¿Por qué sería yo, sino, el diecisiete? Además, estoy convencido de haber escuchado al trece decir que el once aseguraba que el siete había anunciado que el cinco dijo que el tres recibió del dos la promesa de que el uno había sido llamado.

Delante de mí hay una señora gorda que de tanto en tanto estornuda. He detectado que sus estornudos se suceden con lapsos monstruosamente regulares (como si fueran el minutero de su respiración, le sobreviene uno cada ocho inhalaciones) y siempre, tras cada estornudo, emite un leve gemido. No soy el único al que le resulta molesta; el dieciocho me manifestó su incomodidad por la dieciséis y con una mueca de su nariz me dio a entender que apoyaría toda determinación que tomara al respecto. Está claro que espera que la elimine.

Tengo la sospecha de que más atrás han comenzado a generarse sociedades numericidas, y nada impide suponer que haya tenido lugar ya algún numericidio. Ese podría ser el origen, como epicentro, de ciertas oscilaciones apenas perceptibles que se propagan por la fila al modo de una onda elástica.

Tal vez deba yo confabular, pero ¿con quién? Dieciséis me provoca una repulsión ingobernable, y no creo que deba confiar en Dieciocho, tiene un dejo siniestro, además ha estado intercambiando palabras inaudibles, a mis espaldas, con Diecinueve. Esto me inmoviliza, puesto que en ellos dos se agotan mis alternativas. No hay confabulación posible entre ordinales mediatos.

Dieciséis estornuda una vez más, Dieciocho emite un silbido censurador. Volteo para observarlo y me levanta una ceja. Le digo lo que le escuché decir a Trece. Nada me responde, se limita a asentir con la cabeza, pero noto que su mirada se dirige más allá de mí. Vuelvo la vista al frente y tropiezo con los ojos enrojecidos de Dieciséis. Pero también esa mirada me traspasa. Entre ambas, con pavorosa indiferencia, me aplastan.

Una oscilación súbita. Alguno quedó eliminado, pero no yo. Soy el diecisiete. Espero mi turno.